Tus dulces labios
que nunca bese,
que siempre imaginé
como mañana fresca.
Se me antojan ahora
con sabor a manzana.
Con la dulzura del pecado
cometido a conciencia.
Te miro mientras
de carmín los pintas
y sonrío complacido
al guiño de tu ojo cómplice
de mis pensamientos.
Te levantas y te alejas
con un contoneo,
fruto de esa coquetería desmedida
que exhibes para la galería.
No sé tu nombre,
pero cada día espero impaciente
a que llegues para tener la oportunidad
de poder volver a verte.
Siempre feliz dentro
de tus ajustados vestidos.
Rafa Marín
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