Vistas de página en total

sábado, 31 de marzo de 2018

La patrulla (relato corto)


La noche avanzaba sin otra novedad que la de la luna solitaria y silenciosa surcando el cielo estrellado. Hacía frío pese a ser ya verano y una ligera niebla se levantaba entre los árboles que bordeaban el camino que tomaba un aspecto espectral.

A lo lejos se veía el fulgor anaranjado de la ciudad.

Los dos hombres fuertemente armados caminaban y bajo sus botas la gravilla crujía monótona y acompasada. Se detuvieron y uno de ellos extrajo una cajetilla de tabaco, expulsaron el humo con evidente placer.

De repente, un fuerte grito quebró la noche y unos pasos comenzaron a acercarse entre el crujir de ramas rotas y una respiración estertorosa y brutal.

Con un gesto mecánico, casi indolente, ambos levantaron sus fusiles ya listos para disparar, a la vez que uno de ellos encendió la linterna. El ruido cesó, con un gesto, los dos hombres se separaron unos 3 ó 4 metros, encorvados y listos para el combate.

Quien fuera o lo que fuera, se apercibió de este gesto e intentó retroceder, la luz de la linterna se poso sobre él y el otro hombre abrió fuego. Fuese lo que fuese, recibió un impacto y aulló lastimeramente, entonces emprendió una huida alocada, los hombres corrieron hacia la espesura y esta vez dispararon los dos, una sombra oscura comenzó a revolcarse entre la hojarasca y quedó tendida, inmóvil.

Tal como había empezado acabó. Ahora el silencio era más espeso y el aire conservaba el olor de la pólvora.

Uno de los hombres tomó la radio.

- Beta 2 a control, cambio.

- Aquí control: informe beta 2.

- Beta 2 a control: hemos abatido a otro, balizamos lugar.

El paso cansino de los dos hombres volvió a hacer crujir con monotonía la gravilla del camino, encendieron otro cigarrillo y se alejaron.

A la mañana siguiente un camión recogió al enorme hombre-lobo abatido. El operario anotó: 5º. Y pensó:

- cada mes hay más.



Fin



Rafa Marín


viernes, 30 de marzo de 2018

Entonaron cánticos

Entonaron cánticos
y al los cielos se elevaron
loas al Dios supremo.
Las madres abanderadas
de esta absurda bendición,
mostraban a sus hijos
la imagen del monstruo.
Mirad, mirad al malvado,
al supremo criminal,
los niños miraban asustados.
En la jaula había un hombre
que osó pensar distinto.
Qué nos trae este único pensar?
Dioses con pies de sucio barro
y botas de hierro para pisotear;
la belleza de los que son distintos,
el grito de los que amamos la libertad.

Rafa Marín

Me arroparon los sueños

Me arroparon los sueños
convulsiones de una necesidad,
siempre llena de ausencias.
Tuve tu mirada y no tus manos,
como cerrarlas bajo el agua
y abrirlas siempre de ti vacías.
Tuve solo tus ojos que fueron,
esa nebulosa lejana y fría;
sueños de un poeta
que de silencio, cada noche
de amor se moría.

Rafa Marín

Se dibuja tu sonrisa

Se dibuja dulce tu sonrisa,
que imaginé tan perfecta,
tú, como luz en mis ojos,
que proyectan ese amor
de mi mirada que te desea.
Miro y no te veo,
que grande es esta tierra;
tan redonda su figura,
sin puertos donde recalar.
Acaso esta efímera felicidad
a encontrarnos no acierta.
Niebla que no para de cegar
esta ansia que nos gobierna;
deseos que por cumplir están.

Rafa Marín

Sueña el amante

Sueña el amante con su amada
y ella sueña el abrazo
que en la noche
le devuelve su almohada.
Sueña ella y sueña él,
soñar despierta sus ganas.
Ella ve la perfumada rosa
y el mil espinas clavadas.
Sueñan jardines secretos,
la luz de la luna los baña.
Sueñan ella con él
y él es la vigilia que la acompaña.
La noche se volvió secreta locura;
la mayor de las distancias.
Rafa Marín

La piedad

Sobre las ruinas humeantes,
como fieras heridas y acorraladas,
hombres ensangrentados combaten.
Mueren los cuerpos, rugen las armas,
las puertas del averno se abren.
Acaso la piedad existe?
No hay honor en sus muertes,
la olvidaron los dioses sin alma,
la olvidaron los reinos y sus gentes.
Cayó la ciudad bajo la roja llama,
cayeron muros y elevados minaretes,
murió la piedad, murió sin hablar.
Rafa Marín

jueves, 29 de marzo de 2018

Miedo

Temblando de pies a cabeza,
como una hoja a merced del viento,
como tiembla la tierra,
en su mismísimo centro.
Solo es frío se decía ayer,
pero siempre fue de miedo.
Miedo a no poder escapar,
a que quedase su corazón  expuesto,
miedo, puro y frío y cierto.

Rafa Marín

No lloraba nunca

No lloraba nunca,
le prohibieron hacerlo,
a veces con una vara,
otras con mano de hierro.
En sus dulces ojos, nada,
un vacío sin expresión,
en sus manos ... lágrimas,
disfrazadas de duro tesón.
Corría, de tierra en tierra,
de fosa en fosa, sin rencor;
esto es solo un negocio,
repetía el muy cabrón.
Pero ayer, desdichada lágrima,
de sus dulces ojos se calló.
Hoy es una eterna cascada,
un río que sin montañas nació.

Rafa Marín

Soledad

Miraba al infinito estrellado,
a la eterna noche.
En sus ojos llenos de luz,
se dibujaba la tristeza.
Quién no podría quererlo?
Quién haría de su fe burlas?
Pero cada noche
se asomaba al puñetero cielo,
escondido entre las ramas.
Que pronto le hicieron viejo,
los miedos, el hambre y la soledad.

Rafa Marín

Dolor

Asomaba cada noche,
quién será me pregunte.
Tal vez el odio irreductible,
quizás el miedo, no lo sé.
Pero la calles siguen ahí,
con su polvo grisáceo,
con su dolor ajeno.
Me recompongo y río,
nadie ama a los muertos.
Ayer, que ilusión, espejismo;
el reverberar de sol
sobre las arenas de este erial,
un alma sin sentimientos.
Pero la calle sigue ahí,
con su dolor y su silencio.

Rafa Marín

Lloran tu ojos

Lloran tus ojos porque no me ven,
es lo que tiene esto, 
madrugadas te daría mi bien
y no tantos días de lamento.
Quieren mis labios ser tu placer,
en vez de estos malditos versos.
Quisiera y ya no me quieres creer,
mástil que diera alas a tu cuerpo;
pero solo marea me dejan los días ser;
Blanca espuma que sin olas grita
es esta temporal de sentimientos.
Llamaría con este eterno niña ven,
ser cada tarde un feliz encuentro,
sueños y pesadillas de este querer
que a mí me esta matando por dentro.
Rafa Marín

miércoles, 28 de marzo de 2018

A Miguel Hernández

Te mataron de hambre
y de miseria Miguel,
Tú que a la cebolla cantaste,
nanas de amor y coraje.
España, de letras y valentía,
se volvió hoy tan cobarde;
nadie llora a los enterrados
en esas cunetas sin nombre,
nadie Miguel, ni siquiera la memoria.
Atrás dejaron estos 76 años,
tu voz de melodioso canto,
de certeros versos y alegría.
Qué nos queda para nosotros?
Quizás esa bella canción 
del niño, educado entre el hambre
y el duro y analfabeto castigo.
Hoy de tu muerte es cumpleaños,
yo escribiendo a tu memoria lloro.
Rafa Marín

Infelicidad

Se dibuja dulce una sonrisa,
que imagen tan perfecta,
tú, como bello reflejo
que mis ojos proyectan
y en los tuyos mi mirada, 
que enamorada te desean.
Miro y no te veo,
que grande es esta tierra;
tan redonda su figura
y sin puertos donde recalar.
Acaso la felicidad hoy
a encontrarnos no acierta?
La distancia que nos separa
y que cada día es levadura
que con el calor aumenta.
Rafa Marín

Soñarte me queda

Sueños que sólo fueron
y ninguna verdad; 
atrapado este cuerpo
en la noche que no sabe
cuándo y porqué vendrá.
Hoy, en esta espera,
voy mirando y no veo,
tus manos, ojos brillar. 
Imagino esas marmoreas
y límpidas escaleras
hacia un cielo de dicha
que siempre está por llegar.
Acaso ya no te merezco?
No son en tu ausencia,
cálidos y dulces mis versos?
La noche ya a mi ha venido,
para que solo te pueda soñar.
Rafa Marín

sábado, 24 de marzo de 2018

Diario de a bordo (relato corto)

Diario de a bordo.
Hoy escribo estas letras, quizás las últimas.
Tuve que cortar los cabos de todas las velas, la epidemia los mató a todos, creo que hasta a las ratas, no puedo arriesgarme a zozobrar, me dejo arrastrar por la marea con la esperanza de ser visto.
Diario de a bordo.
Hace una semana desde la última vez que dije que serian mis últimas palabras, pero el tiempo pasa con una lentitud...
He empezado a dormir en cubierta, por si me despiertan olas costeras y así dejar caer el ancla y varar este enorme fantasma.
Diario de a bordo.
No he escrito nada en el último mes, para poder alargar el suministro de agua decidí beber todo el alcohol que transporta este cascarón gigante, anoche con la tormenta acumulé agua más que suficiente, pero siento que me acerco al fin del mundo.
Diario de a bordo.
Anoche creí ver luces en la costa, pero la mañana solo me trajo un banco de niebla y no puedo lanzarme al mar en busca de mi perdición. He trepado al mástil, más como ejercicio que como esperanza de ver algo que interrumpa la línea del horizonte.
Diario de a bordo.
Cuán ancho me parece el mar y el mundo, tengo perdida ya la cuenta del tiempo que este barco va a la deriva, a veces creo oír voces que me llaman y también música; creo que la soledad hace mella en mí y se me apodera la locura, cada noche lo veo.
En ese momento en un hospital:
- ¡Doctor! ¡doctor!,(la enfermera corrió por el pasillo en medio de un gran alboroto), el herido ha despertado, gritaba una y otra vez mientras corría.
La habitación del hombre que ahora salía del coma, se llenó de médicos y enfermeros. Todos anotaban las reacciones en él percibían y le hacían preguntas.
El herido solo atinó a preguntar.
- ¿Dónde está el barco?

Fin

Rafa Marín

miércoles, 21 de marzo de 2018

Diablesa

Sobre un fuego que no te hace arder,
despliegas tus alas como una sombra;
dias oscuros de frías y largas horas,
siempre preguntando que vas a hacer.
Sueñas con esa aventura del renacer,
Fénix en llamas que a todos asombra,
sin que nadie hoy te pueda poseer;
diablesa que en silencio se asoma.
Vives ayeres que fueron feliz amor,
pero hoy son una rama que no retoña;
sueños de ojos y su pálido verdor.
Y así, con un suspiro de tu boca,
alientas estas cenizas que soy yo,
triste poeta que por amor te llora.

Rafa Marín

lunes, 19 de marzo de 2018

La traición (relato corto)


Él sólo era un fugitivo en aquella tierra extraña. Ella, una mujer desesperada que en su penuria arrastraba a dos críos y tres maletas. La terminal ferroviaria, una urgente marea de seres que buscaban una salida de aquel infierno.

Mediaba ya el cuarto año de aquella guerra, un todos contra todos, que parecía no querer acabar y que iba a acabar con una gran parte de todo.

La mentira era la dueña y la verdad, sólo el brillo de los ojos hundidos por el hambre y la miseria.

Sus miradas coincidieron un instante, él sólo vio una posibilidad de salvar el control de seguridad. Ella, dibujó una triste sonrisa y miró a los niños y el equipaje.

El fugitivo, con una sonrisa amable tomó el equipaje y echó a andar hacia el control militar, la mujer y los niños le siguieron. En silencio, la mujer apoyó una mano en su hombro, él, por una vez se sintió confiado.

En el puesto de control no les prestaron atención, solo eran otro matrimonio que huye a ninguna parte.

Ya en la calle caminaron hasta un parque que al fondo parecía un espejismo de paz. Se sentaron todos en un banco, desde él se veía la prefectura de policía.

El hombre miró a los niños y sacó del bolsillo del abrigo un trozo de pan y también un poco de chocolate, los niños pintaron en su cara la primera sonrisa que hoy no parecía triste, era como un rayo de primavera en el gris sucio de la ciudad.

La mujer dejo escapar una lágrima y se giró. Pasaron un minuto o dos, en su mano izquierda tenía un pasquín; Enemigo del pueblo decía, vivo o muerto, recompensa, decía. En la derecha una pistola con la que abrió fuego sobre su espalda.

Él ni siquiera oyó el disparo, murió creyéndose feliz.



Fin



Rafa Marín


Sobre el pulido mármol

Sobre el pulido mármol,
doliente se esparce,
la roja y densa negrura,
que es el manar de la sangre.
Los pies que retroceden,
alejandose del arrodillado padre,
nadie quiere tras de sí
las huellas de la masacre.
Reza en un murmullo,
voz que es plegaria en los impíos altares,
porqués sin respuesta segura,
como la insatisfecha hambre.
Nadie puede dar un motivo,
nadie sufrió por él,
no hay quien con odio lo señale;
mas hay quedo su cenicienta cara,
en la tierra, cual muñeco mutilado,
bañado por su propia sangre.
Ahora todo son dulces alabanzas,
pero ayer fueron hacia atrás,
el caminar de los amigos cobardes.

Rafa Marín

domingo, 18 de marzo de 2018

La rutina (relato corto)

Antonio se levantó, eran las seis de la mañana, se desperezó dirigiéndose a la cocina, era su momento, su pequeño privilegio, desayunar el primero.
- Jejeje, para eso era el primero que se levantaba.
Mientras se calentaba la leche y se hacían las tostadas se aseó. Desayunó con hambre y preparó el desayuno para su madre, María.
En una perfecta operación de equilibrio, abrió la puerta y encendió la luz. Con una sonrisa amable la despertó.
- Buenos días mamá, la ayudó a incorporarse y preguntó.
- ¿Cómo has pasado la noche?
Su madre le miró con una sonrisa triste y dijo.
- Bien, he dormido y no me ha dolido la espalda.
La ayudo a sentarse en la silla de ruedas y la llevó al baño, no sin esfuerzo la pudo meter en la bañera y la aseó.
Mientras su madre terminaba de asearse, el puso una lavadora y preparó la ropa de Juan y Andrés.
Después retiro la funda de la cama, adecentó el lecho y volvió a ayudarla a acostarse.
Despertó a los dos niños pequeños, Juan de 7 años y Andrés de 5. Les ayudo a vestirse, les preparó el desayuno y con una sonrisa feliz preparó los almuerzos; cuando terminaron los niños de desayunar, fueron los tres a despedirse de la madre.
Después se dirigieron a la parada del autobús. Eran las 8 de la mañana y una fina llovizna pintaba de reflejos la acera y de verde los jardines descuidados. El trayecto estuvo como cada día lleno de juegos y pequeñas bromas. Una vez en el colegio, Andrés se dirigió a P5, Juan a 2° de primaria y Antonio a 4° de primaria.
Esta era su rutina desde hacía dos años, cuando un accidente de tráfico se llevo a su padre y postró a su madre en una cama.
Fin
Rafa Marín

sábado, 17 de marzo de 2018

El mercenario (relato corto)

Como persona siempre fue un desastre, pero un día la edad y la ley, le llevaron a los cuarteles. Por aquel entonces, todos eran de invierno, mas una mañana, la primavera floreció. Le llevaron a un infierno, pero no podía intervenir, algo se le murió dentro del alma. No podía o no sabía entender porqué todos callaban ante la brutalidad de aquellas calles tan amigas de la paz y la tolerancia.
Preguntó y un superior le dijo:
- Aquí vinimos tan solo a ver para poder contar, ya hay un césar y la política lo ha de solucionar.  
Cada mañana su grupo se paseaba tetrapléjico ante la más absoluta y cruel verdad; ¿los están exterminando, por qué no podemos hacer más?
Todos se miraban, algunos con sus limpias manos y sus caras secas de lágrimas, ¿no es acaso esta nuestra razón, morir aquí?
Por fin, una legación del lejano imperio, comenzó a contar, ya se había sobrepasado la cuota mínima, ya faltaban al menos 30 mil.
Del cielo, dijeron: vendrá la fatal venganza, por lo que este reyezuelo está haciendo aquí. Todo se volvió un: "alerta, a las armas"
Pero como todo en política, fue decir para mentir.
Se cruzaron de honor algunas cartas y una mañana.
- Señores, decía la orden, las Águilas se quedan aquí, pero los lobos que de noche vayan y protejan lo que vinimos a ver morir.
Se retiran los metálicos collares. Que los perros sean siempre apátridas, que sus vidas paguen y que nunca más hablen esta lengua bizarra.
Seres ya desconocidos y tan amados en los bosques, polvo en la tierra y también en las cunetas hermosos girasoles.

Fin

Rafa Marín

viernes, 16 de marzo de 2018

Los trinos

Asomado está en su nido,
imagino pájaro empolla su puesta,
mientras su pareja
trae en el pico
el sustento que lo alimenta.
Al amanecer me distraen sus trinos
y con su canto a mi felicidad despiertan.
Que hermoso sentirse vivo
y en paz con la naturaleza.

Rafa Marín

Los claveles (relato corto)

Vestido de frac salió del coche, tomó dos cestas con claveles y comenzó a entregar uno a cada persona con la que se cruzaba; era un pueblo tranquilo, pero sobre las 9 de la mañana había acabado de repartir las  flores. Sonriendo se fue a una cafetería.
Pronto se corrió la voz y muchas personas se fueron congregando frente a la cafetería en la que tranquilamente desayunaba. Al acabar, el camarero le advirtió, todas esas personas esperan por usted, quieren que les dé un clavel, el hombre sonrió y salió a la calle. De inmediato todos se arremolinaron entorno a él. Exigían su presente, un clavel, algunos incluso de malas formas, vociferantes y con cara de enojo.
El hombre no perdió la compostura en ningún momento, se limitó a levantar un brazo, se hizo el silencio. Con un escueto.
- Me permiten, se abrió camino hasta un banco en mitad de la plaza, le miraban y en silencio se subió a él.
Carraspeo y con voz clara dijo;
- No me quedan claveles, llegue esta madrugada con intención de depositar uno en cada tumba del cementerio, pero decidí en el último momento que era mejor un homenaje a la vida y por eso los repartí entre los vecinos.
Abochornada y en silencio se disolvió la muchedumbre. El hombre se fue a una pensión y se quedo allí sin volver a hacer acto de presencia.
Aquella tarde mucha gente iba y depositaba un clavel ante la puerta de la pensión.
De madrugada, el desconocido salió, cogió los claveles y tomando el coche condujo hasta un pueblo cercano. Comenzó a repartir claveles a cada persona con la que se cruzaba.

Fin

Rafa Marín

miércoles, 14 de marzo de 2018

El duque (relato corto)

Cada noche recorría los pasillos del Gran Palacio Ducal; comenzaba su ronda nada más ponerse el sol. Con metódica eficiencia repasaba cada sala, habitación, pasillo, escalera o terraza. Se podía decir que tenía un demostrado interés en hacerlo, era el dueño.
Durante el día permanecía en su gabinete, descansando y siempre solo. Para él, pensaba, ya pasaron los días de aventuras. Había perdido el gusto por las mujeres y la caza; a causa de ellas (las mujeres) se vio involucrado en no pocos duelos y alguna muerte.
Desde hacía varios meses ya, en el viejo palacio se llevaban a cabo trabajos de restauración y redistribución de muchos lugares para un mejor aprovechamiento de los espacios y esto causaba molestias al anciano duque.
En sus rondas no paraba de encontrar obstáculos. Para colmo, alguna vez se encontró con gente portando linternas, a los que no logró dar alcance para poder interrogarles, incluso a veces fingieron no verle o hicieron caso omiso a sus requerimientos.
Esa noche dijo basta, inundado por renovadas fuerzas decidió actuar. Como primera medida, decidió retirar los cachivaches modernos y descolgó algunos cuadros que no le agradaban. Ya casi al amanecer se retiró a su aposento, satisfecho pero también agotado, la tarea fue ingente y a ratos muy aburrida y pesada.
- Mañana hablaremos, dijo.
Poco a poco esta nueva tarea nocturna le fue dando vitalidad, pero por mucho que por la mañana llamara al ama de llaves, esta nunca acudía y su vida se volvió un toma y daca nocturno, una guerra de posiciones pensó.
 - Pues guerra tendrán, se dijo divertido.
Al no obtener ningún resultado positivo, asumió que las gentes que cada noche veía podrían ayudarle y esa noche se acercó a interpelarles. Asombrado vio que huían despavoridos gritando:
- Un fantasma, un fantasma, hemos visto un fantasma.

Fin

Rafa Marín

Aveuglé par la lumière

Aveuglé par la lumière
d'une aube dure, de petits yeux qui semblent enfoncés dans une rivière profonde.
Les faucons qui viennent avec leur chant cruel,
ils n'ont pas laissé les pigeons ni respirer ni pleurer.
Là, aveuglé par la lumière
d'une aube dure, protégée par les ombres grises
Ils ne t'ont pas vu naître. Les mains tremblent
de la peur et du froid,
les corps sont si petits
et si profonde cette rivière puissante.
Tellement, que mes yeux étaient ...
aveuglé par la lumière de cette aube sévère.

Rafa Marín

martes, 13 de marzo de 2018

La puerta (relato corto)

Cada mañana la veía ahí, era una tapia enorme, de unos cinco metros de altura por doscientos de largo. Permanecía extrañamente blanca, ningún desconchón, ni siquiera una pequeña pintada; sólo una puerta, solitaria, negra y cerrada. Por un momento se sintió confuso, nunca había reparado en ella, además, llevaba días soñando con puertas; verdes, negras y de todos los materiales, madera, cristal, incluso alguna vez solitarias, en medio de la nada y sin el abrazo de un muro rodeándolas.
Una tarde, al volver del gimnasio, se acercó a mirarla de cerca. Parado frente a ella la miró, parecía extrañamente limpia pese a su color negro mate, tenía una maneta muy elaborada, con forma de mano y se sintió atraído, pero algo en su interior le grito:
- ¡NO!
Confuso y algo asustado se marcho a casa. Las horas pasaban y no podía dormir, tomo la vieja cámara y decidió hacer dos fotos, enfocó cuidadosamente y disparó; bajo la luz anaranjada de la calle nocturna, la puerta parecía una boca que le llamaba.
El nuevo día le sorprendió y pensó; me he dormido. Tomo una ducha rápida y corrió hacia la oficina; quizás fue la prisa, pero no reparó ni en la tapia ni en la inquietante puerta negra.
El día fue complicado y termino tarde, quedándose a cenar por ahí. Cuando volvió, la tapia estaba cubierta por un andamio y este forrado por una lona inmensa que mostraba un dibujo del futuro edificio que se construiría. Se sintió relajado y durmió sin sueños y plácidamente.
Así llegó el viernes y se fue a la costa. El lunes llevó el carrete a revelar, al recogerlo unos días más tarde, ya no recordaba ni la tapia ni las fotos que le hizo. Sentado ante la tele, empezó a mirar las fotos del finde, aparecieron las dos de la tapia extrañamente blanca, en las que misteriosamente no había puerta alguna.

Fin

Rafa Marín

Cegado por la luz

Cegado por la luz
de un duro amanecer, 
pequeños ojos que miran, 
hundidos en un río profundo.
Los halcones que llegan 
con su cruel canto,
no dejaron a las palomas 
ni respiro ni llanto.
Allí, cegado por la luz
de un duro amanecer, 
amparado por las grises sombras
que no te vieron nacer. 
Las manos tiemblan
de miedo y frío,
son tan pequeños los cuerpos
y tan profundo este caudaloso río.
Tanto, que mis ojos quedaron...
cegados por la luz de aquel duro amanecer.

Rafa Marín

lunes, 12 de marzo de 2018

Dolorosa carne

No son hombres,
ni mujeres o niños,
son carne ultrajada
por la guadaña,
insensible muerte. 
Ilusiones,
sueños baldíos,
el erial sufrido
que la tierra ahora acoge.
Un ayer que ya
no quiere el mañana, 
tiempo finito,
dolorosa maraña de carne
inocente y sagrada. 
Míralos! Ves, tienen paz,
por eso amigo mío
sus voces no se levantan. 
Son bolardos que protegen
el ascendente camino,
un seguro contra la barbarie
que juró ser impía venganza.
Son esa bolsa
llena de monedas de plata...
son tres mil perdidas
y solitarias almas.
Rafa Marín

La verdad (relato corto)

Aquel lunes amaneció pronto, quizás demasiado, según cuentan hoy las crónicas.
A las cinco de la mañana el sol surgió de los mares, como señal de mal augurio. España había expulsado a los embajadores de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. El rey convocó de emergencia a los líderes políticos, a los representantes sindicales y a toda la prensa nacional. Se había cometido un crimen contra el honor patrio; Europa en pleno declaró ilegal tomar el sol en las costas españolas, era algo intolerable.
Tras una jornada de intensos debates, y por una vez se consensuó una respuesta para tamaño insulto. El mensaje del rey fue rotundo, los partidos políticos unánimes, los sindicatos lo apoyaron y la prensa lo proclamó. Era la guerra contra la dictadura europea.
Se organizaron marchas multitudinarias, el pueblo entonó canciones sobre la férrea grandeza de sus gentes. Los niños, los ancianos, las mujeres; todos acudieron a las estaciones, puertos y aeropuertos a vitorear a sus jóvenes soldados.
Aquella mañana España entera salió a la calle para decir:
- ¡BASTA!
No somos como ellos, ni estamos sujetos a la tiranía de sus pieles enfermas. Queremos playas y terrazas y toros y chiringuitos y vivir libres nuestra grandeza.
Como cabía de esperar, los victoriosos ejércitos patrios, pronto ocuparon Francia y Alemania. Italia se rindió sin luchar y el Reino Unido, se vio abocado a pedir un armisticio. Pero lo que nadie dijo, lo que nadie pensó, es que en todo momento se faltó a LA VERDAD.

Fin

Rafa Marín

El observado (relato corto)

Abrió los ojos y miró desorientado, de repente, cayó en la cuenta, se había dormido, Era el segundo día que se quedaba dormido. Corrió escaleras abajo y por suerte, llegó a la parada al mismo tiempo que el autobús. Se notaba extraño, como si todo el mundo lo mirara y rehusaran acercársele, se sentía observado.
Cuando llegó a la oficina, todos se callaron, algunos incluso apartaron la mirada, otros le saludaron tímidamente y siguieron a lo suyo, incluso vio como murmuraban descaradamente y ocultaban la sonrisa con la mano; sentía, como no, observado.
Decidió no hacer caso a nadie, total, en cinco años era la  segunda vez que se quedaba dormido, y algunos de los risueños lo hacían cada lunes y nadie les prestaba la menor atención. Para silenciar bocas, renunció al descanso para la comida, pero se sentía observado.
A las cinco de la tarde, se levantó y dejó la oficina, caminó hacia la salida con la cabeza bien alta y sin mirar a nadie. Incluso cuando todos rompieron en una sonora carcajada, se limitó a levantar una mano en forma de peineta, aunque si, se sintió observado.
Ya en la calle, vio como el autobús llegaba y volvió a correr hasta la parada. El conductor le miró, y sin decir nada, meneo la cabeza condescendientemente; todos los pasajeros se apartaban, pero él los ignoró, aunque se sabía observado.
Cuando llegó su parada se apeó, entonces un niño señalándolo dijo a gritos a su madre.
- Mamá, mira, ¡un señor desnudo!

Fin
Rafa Marín

La corredora (relato corto)

Siempre se había considerado una mujer fea, una especie de monstruo que nadie echaría en falta si desapareciera. Sus amigos y familia le repetían que no, que era una persona normal, pero ella siempre pensó que lo decían por caridad y tomó una decisión.
Comenzó a estar pendiente de los partes meteorológicos, incluso se compró un anuario de las mareas. Cada mañana, antes de desayunar, corría los 5 km que había de su casa al faro, realizaba una tabla de ejercicios y se volvía también corriendo; no falló ni un día.
Tomó esta decisión a principios de abril, se dijo.
- Para cuando lleguen las mareas vivas de otoño y las tormentas, estaré lista.
Cada día se tomaba su rutina como si fuese una promesa a la que no podía faltar. Empezó a llevar una cámara, y busco el sitio ideal. Comenzó a impacientarse, cada vez tardaba menos en el recorrido y el sol, el ejercicio y la brisa marina, le estaban dando un aspecto que no era el más adecuado para su propósito. Pero aún y así, no pensó nunca en abandonar, más  bien todo lo contrario.
Por fin llegó el esperado otoño, con las lluvias, la carrera diaria y su tabla de ejercicios, la obligó a hacer un mayor esfuerzo, mejor, pensaba mientras corría ida y vuelta hasta ese faro que nunca vio encendido.
Esa mañana, era el día perfecto; una profunda borrasca azotaría el litoral y para colmo coincidía con la mayor marea del año. Tomó la pequeña mochila y puso la cámara dentro, cerró la casa y salió corriendo. La lluvia caía con fuerza y la empapó al instante. Qué más da, pensó mientras corría. El día tenía ese aspecto gris perfecto y poco a poco se acercaba a ese faro que por primera vez veía encendido, una sonrisa brillaba en sus ojos. Había merecido la pena el sacrificio y la larga espera.
Llegó. Colocó el trípode y la cámara, se auto enfocó y mientras grababa el video con su explicación, reparó en un joven que asomado al acantilado, miraba abstraído a las enormes olas que rompían con pavoroso estruendo.
Gritó.
- ¡NO SALTES! Y corrió hacia él.
El chico se volvió sonriendo, y con voz suave le dijo.
- No temas, estoy aquí para que no saltes tú. Soy tu ángel de la guarda.

Fin

Rafa Marín

El cilindro (relato corto)

El soldado se acuclilló junto al cadáver, era el cuerpo de un hombre joven, muy fuerte y musculado, destacaba el tatuaje en su brazo izquierdo, típico de soldados, él llevaba uno igual.
Junto al cadáver había varias armas abandonadas y mucha sangre, la lucha pensó. Con gesto mecánico registró sus ropas, como esperaba sólo encontró dinero y un arma y munición. Iba a marcharse cuando reparó en algo que sobresalía del dobladillo del cuello de la camisa, se agachó y lo tomó con curiosidad; era un cilindro que parecía contener algo.
Con voz divertida llamó a un compañero.
¡Hey! mira, tenemos un muerto con historia.
El otro soldado se volvió sonriendo y dijo.
- Sólo es otro mercenario más, recoge sus cosas y vámonos, por cierto, la pasta a medias y no oses engañarme que ya sabes quién soy.
Todo hubiese quedado ahí, pero el joven soldado sintió curiosidad por el cilindro y decidió que cuando librara del servicio miraría dentro de aquel extraño cilindro.
Subieron al vehículo y emprendieron el regreso a la base.
En ese momento, una explosión destrozó el vehículo.
La mañana era fría y lluviosa, el funeral, como todos, fue triste y a ratos muy emotivo. De vuelta a casa, la mujer apretaba contra su seno la pequeña caja marrón. En su interior los objetos personales que tenía su hijo muerto en combate, dos chapas y un pequeño cilindro.
Ya en casa, depositó la caja en un cajón y allí quedó olvidada.
La guerra, como todas, dio paso a la paz y fue pasando el tiempo que acaba por mitigar el recuerdo y el dolor por los seres queridos que en ella perdieron la vida, la pequeña caja seguía olvidada.
Pasaron los años y la mujer ya anciana murió en soledad y sin otra compañía que la vieja herida de su hijo muerto en una olvidada guerra en un olvidado país por una olvidada afrenta que costó mucha sangre y arruinó a toda una generación de jóvenes inocentes.
El servicio de mudanzas limpió la vivienda, toda lo que en ella había útil sería destinado a los servicios sociales, lo que no, iría al vertedero.
El chico abrío el cajón y vio la pequeña caja marrón, miró dentro y tomando las dos chapas y el cilindro salió.
El chico, guardó las chapas y el cilindro en un bolsillo. Conducía camino de su casa, un camión se salto un semáforo e impactó contra el vehículo del joven matándolo en el acto.
Su madre, recibió de manos de la policía una pequeña caja con los efectos que llevaba...dos chapas y un cilindro.
Como ya imaginaran, la pobre mujer depositó la caja en un cajón y la olvidó.
Allí sigue la caja, con las dos chapas y el extraño cilindro, esperando a que un joven encuentre  la caja y se apodere de él.
Fin
Rafa Marín



domingo, 11 de marzo de 2018

El olivo (relato corto)

Estaba de pie, mirando al suelo, junto a él, estaban amontonados los restos del viejo olivo, ya sólo eran leña, alimento para el fuego nada más. Le inundaron los recuerdos, tantas noches de miedo y lágrimas.
- ¿Qué será de mí ahora? Pensaba.
Sintió una mano en su hombro, con gesto agradecido se dejó guiar.
El cortijo había visto tiempos mejores.
Mansamente dejó que sus amigos le llevaran hasta él.
Mientras caminaba se fijaba en la alambrada de la linde, no estaría de más cambiarla, esto le despertó una tenue sonrisa.
- ¿Qué vamos a hacer? Preguntó al llegar a la entrada.
En la casona todo parecía estar como él recordaba que estaba, salvo quizás las viejas fotos, las que ahora ocupaban el anaquel eran en color y los rostros no parecían tan severos y viejos.
Ana se acercó sonriendo, le tomó las manos y lo beso en las mejillas. La recordaba más joven y menos mujer, en sus ojos ya no había inocencia y sus manos eran duras y enjutas, como recordaba eran las de su madre.
- Que mala suerte, dijo dando un paso atrás, todos sentíamos algo especial por ese árbol, ¿recuerdas cuándo éramos niños?
Él, asintió con una sonrisa triste.
Ella lo miraba y una lágrima brilló un instante en su ojo.
- ¡Venga! ¡venga! Se oyó decir a alguien, solo es un viejo olivo alcanzado por un rayo, además sus aceitunas eran demasiado amargas y encima pocas. Todos miraron al hombre que había hablado.
El pobre hombre enrojeció y una muda pregunta quedó en su mirada.
Rafa lo miro y con voz amable le dijo.
- Después, con el café, entonces hablaremos del olivo y de las noches y de esas cosas ya casi olvidadas y no te preocupes hombre, tú no lo podías saber.
- ¿Comemos? Dijo alguien.
Por suerte, la buena mesa y el vino de la cosecha propia alegró pronto la reunión y entre recuerdos alegres y miradas cómplices se fue diluyendo el amargo encuentro de la mañana.
Rafa, preguntó.
- ¿Qué vais a hacer con la leña? me gustaría quedarme con un trozo o dos. A Pedro, que así se llamaba el desconocido, se le notaba muy interesado en la historia de aquel viejo árbol y para acentuar mas su curiosidad, Rafa, habló de nuevo.
- Conozco a un artista y quiero que haga dos tallas con la madera, para que siempre esté con nosotros.
A todos la idea les pareció bien, pero el señor Pedro no aguantó más y dijo. - Me van a disculpar, pero o cuentan lo del olivo o yo reviento de curiosidad.
Se hizo el silencio, fue un solo instante, pero recorrió la estancia como un viento gélido y tenebroso.
El pobre hombre temió haber metido la pata, pero antes de que una disculpa partiera de su boca, Ana se adelantó y con una voz que se quebró mientras miraba a Rafa dijo.
- Verá usted, Pedro, hace muchos años aquí vivía un ogro que no sabía trepar a los árboles.

Fin

Rafa Marín

El monje (relato corto)

El camino, poco a poco se hacía más angosto entre las enormes rocas, era la herida que dejaron el tiempo y las lluvias torrenciales en aquellas montañas olvidadas por Dios y los hombres. Pero el monje, no cejó en su empeño y lastimosamente arrastraba el pesado fardo.
Poco a poco, el esfuerzo iba haciendo mella en él, la tarde avanzaba y el hecho de pasar la noche en una quebrada no lo animaba, así que busco un sitio algo más abierto y elevado para pasar la noche. Al poco le sonrió la suerte y descubrió una terraza arbolada. Trepó como buenamente pudo, en un principio pensó en dejar el bulto en el camino, pero recordó las palabras del abad.
- Protégelo con tu vida.
Sudaba y jadeaba, pero consiguió subir el paquete y se dejó caer sobre la hierba. La temperatura está bajando, pensó.
- Necesitaré hacer una hoguera grande, se dijo a sí mismo. Amontonó leña y sacando un pedernal y un cuchillo prendió la yesca y al poco una alegre fogata le confortaba. Buscó en su pequeño zurrón y junto con el odre de agua había cecina y queso, todo u banquete pensó elevando los ojos a un cielo que ya se decoraba de luces.
Alimentó la fogata con tres grandes ramas secas, mirando por última vez al cielo estrellado se dispuso a dormir. No sabía qué hora era, pero todo estaba oscuro y hacía frío. Alimentó de nuevo el fuego y sentado recordó retales de su reciente pasado, ya no era joven. No entendía el porqué fue elegido para llevar tan misterioso fardo hasta ese monasterio del que nunca oyó hablar en la cima de las montañas. No destacaba por ser un hombre fuerte o intrépido, reconocía que era buen gestor y sonriendo otra vez, una persona honrada.
Se despertó sobresaltado, el día amaneció con una niebla muy densa y sintió hambre.
- Que débil es la carne, dijo recordando una lectura del pasado y se sirvió un trozo grande de cecina, fue feliz en ese instante. Luego miró el dichoso bulto y meneando la cabeza soltó una carcajada limpia.
Poco a poco el camino se hizo más ancho y ya se vislumbraban algunas cimas, suspiró, nunca le habían dado una tarea tan pesada, pero a la vez se sintió más vivo y más capaz, como si una fuerza se apoderase de él y le animara a continuar avanzando hacia su objetivo.
Había pasado ya el mediodía y a lo lejos vio el monasterio, una oscura construcción de piedra sobre una cima redondeada y rodeada de árboles que imaginaba altos y majestuosos. Avivó, por decirlo de alguna forma el paso y al caer la tarde llego a la puerta.
Le sorprendió que la puerta se abriera antes de que él llamara, así como el montón de monjes que salieron a recibirle. Él hizo el intento de explicarse, pero no le dejaron, le quitaron la pesada carga y casi en volandas le llevaron adentro, todos parecían felices.
Le llevaron ante el abad, un anciano moribundo que al verlo dibujó en su cara la paz y la esperanza. Una vez a solas, este le preguntó.
- ¿Sabes que hay en el fardo?
El pobre monje negó sorprendido. El abad asintió satisfecho y le dijo.
- Tú serás mi sustituto.
Al día siguiente el viejo abad, como si la llegada del monje fuera una señal, murió.
El monje que había llevado el pesado fardo hasta el monasterio, tomó el relevo en el mandato del monasterio. Al acabar la ceremonia, le llevaron a los sótanos de la abadía. En una sala oscura y húmeda descansaban amontonados entre 15 o 20 fardos como el suyo, todos sin abrir.

Fin

Rafa Marín




El juego (relato corto)

Habían quedado a través de la red social, uno depositaría un libro en el lugar de su elección, indicaría el lugar y alguien lo recogería. Una vez leído, este último lo  volvería a poner en otro lugar y repetiría la acción. La idea era que el libro "El viajero", recorriera la mayor distancia posible.
En esos momentos, en un parque de la misma ciudad
Otro hombre, esperó a que el bullicio de la calle se amortiguara, entonces con un ágil y rápido movimiento depositó el paquete entre los matorrales. Miró varias veces hacia todos los lados, no se veía a nadie. Sonriendo caminó por unos de los caminos, hasta desaparecer anónimamente.
El hombre que jugaba a encontrar el libro, observó la imagen del teléfono móvil, no había dudas, ese era el lugar, introdujo la mano y palpó dentro del matorral, allí estaba...sonrió. Tomó el paquete y lo ocultó con el abrigo. Inmediatamente se oyó una voz que gritaba:
- Alto policía, póngase de rodillas.
Con aire satisfecho el detective alargó la mano.
- Démelo, dijo.
- ¿Qué? Preguntó el hombre arrodillado.
- Que va a ser, repuso el agente, el paquete que oculta bajo el abrigo.
- Es un libro, protesto el individuo, se titula el jugador y alargo el paquete con desgana.
El policía tomo la bolsa y con una navaja la rasgó, al suelo cayeron varias joyas y otras bolsas más pequeñas.
- Conque un libro, verdad. Aseveró socarronamente.
- Llévenselo, ordenó.
El hombre arrodillado palideció, pero guardo silencio.
La habitación olía a heces y a sudor, sobre la mesa había un libro destrozado; junto a ella un hombre atado a una silla estaba siendo torturado. Otro le golpeaba y preguntaba insistentemente.
- ¿Dónde están las joyas y la coca, dónde están?
Era el tercer día, el hombre que estaba siendo torturado, sólo repetía la misma frase.
- Puse la bolsa donde acordamos, escondida en el matorral.
La casualidad, había querido que coincidieran en el lugar donde depositar ambos paquetes.

Fin
Rafa Marín

sábado, 10 de marzo de 2018

La mujer (relato corto)

Abrió la ventana y dejo que el frío de la montaña acaricíara su cuerpo desnudo. Desde el refugio se veía el valle copado por la niebla, pero en las alturas brillaba un sol espléndido y el cielo se mostraba azul. A su espalda el hombre dormía plácidamente. Se volvió y miro al hombre que despertaba, él sonriendo se sento en la cama...ella levantó el brazo que sujetaba la pistola y con una fría sonrisa disparó. Todo había comenzado un par de días antes, ella había oído un disparo, asombrada abrío la ventana y lo vio tirado sobre la nieve.
Una semana atrás...
La cafetería en Geneve, estaba muy ambientada, los estudiantes parloteaban despreocupados y él, sentado en una mesa del rincón leía un diario despreocupádamente. Señor Smith, oyó y levantó la mirada. El otro hombre depositó un sobre sobre la mesa.
Su moto de nieve se caló, hacía mucho frío, no importa penso, solo quedan 10 km y el camino no es muy complicado. Al poco se levanto viento y la ventisca le sorprendió por su dureza, se aferró a su instinto y caminó obcecadamente, paso a paso, como un automata. Le venció la fatiga a pocos metros de la cabaña, tenía las luces encendidas y una silueta se movía dentro. Cayó de rodillas e intento gritar...nada, ningún sonido. En un último y desesperado esfuerzo saco el arma y amartillandola disparó, se derrumbo de bruces.
Se despertó descansado y caliente, vio a la mujer desnuda frente a la ventana...al parecer oyó el disparo, sonrió. La mujer se giró y vio el arma en su mano, casi lo esperaba...
Fin
Rafa Marín

viernes, 9 de marzo de 2018

El señor (relato corto)

Esta historia comienza como quizás comiencen todas, con una mirada por la ventana y un recuerdo. Buenos días, me llamo...bueno me llaman, para que engañarnos, Rafa, aunque hace ya varios años que nadie pronuncia mi nombre. Nací en el seno de una familia azotada por la incertidumbre del efímero poder; sin tiempo para ser niño y con mucho que demostrar y aprender. Nadie apostó nunca en mi favor, pero puedo decir con orgullo que por sobrevivir luché. De mis primeros recuerdos, conservo algunos que aún hoy me entristecen; la eterna pugna por sentir la caricia de una madre que siempre estuvo ausente y el de esquivar las iras de un padre insatisfecho de mis parcos logros. También recuerdo con alegría las clases de esgrima y matemáticas y los viejos libros de la sala de lectura; las largas noches de invierno entre rudos soldados y sus aventuras, siempre por demostrar y sus disputas. En aquellos días en los que ser el futuro señor no era más que una maldición me crié. Sobre la gran mesa del salón de armas, descansaban mudas; las piedras de afilar, espadas, aceiteras y trapos y un gran jarro lleno de vino a rebosar, para que nunca olvidaramos que el poder se sustentaba en la fuerza y no en la razón. Era joven, aunque no tanto como para no conocer el perfume íntimo del cuerpo de una mujer. El paso de los años me habían hecho fuerte, osado, brutal e instruido; pero esa noche en la que el cielo anunciaba bramando el fin del mundo, mi vida cambió. Como digo, aquella noche estaba borracho y perseguía a las criadas, mi padre ya anciano no era capaz de frenar los instintos que de él heredé. Sonaron golpes sobre la puerta, apremiantes y agoreros; de mala gana deje ir a la muchacha y a medio vestir abrí. El capitán de la guardia me miró y con una mueca, entre complice y sumisa me dijo...ha muerto.
Recuerdo que ese fue el último día que oí mi nombre, pero es curioso, no recuerdo quien lo pronunció.

Fin

jueves, 8 de marzo de 2018

Ilusión

Condenada al nacer,
por el simple hecho
de no ser y no tener.
Ora acusada y mutilada,
sin derecho a tu placer,
dioses y sus machadas,
solo sierva te quieren.
Pero cada día te levantas,
el sol y sus amaneceres
te ven con la cara bien alta,
sin arredrarte en los deberes;
que sola no se hace la casa.
Tan amante te quieren
y que poco te respetan,
estos malditos seres
de la mano siempre levantada.
Pero hoy es tú día MUJER,
de ilusión se pintó tu cara.
A la huelga cien a la huelga mil,
Tú por ellas compañera
y ellas siempre por ti.
Rafa Marín

miércoles, 7 de marzo de 2018

Me sumerjo

Me sumerjo en el recuerdo,
mañanas de sol en las terrazas,
escaleras que vienen del cielo,
tras gozar de tu piel blanca.
Me sumerjo, labios y sus placeres,
que se volvieron para mi lágrima,
mientras una canción nos dice;
la pasión es tiempo y nunca acaba.
Me sumerjo en tus gemidos,
cuando mis manos a tu sexo hablan,
orgasmo que en mi boca he sentido
y que la tuya gritó con un Rafa.
Me sumerjo en los placeres,
la visión de tu vulva que me atrapa,
cuando el demonio de mi mente
en ti cual corcel salvaje se desata.
Me sumerjo en tu boca, con mi sexo,
con mi lengua que no para,
con cada uno de los movimientos,
puta para mí se hizo tu garganta.
Me sumerjo en este deseo,
en esta urgencia que mi voz desata.
Me sumerjo en tu recuerdo,
que un día hizo nudismo en la playa.

Rafa Marín

Hay una luz

Hay una luz que brilla, 
para bien o para mal,
a todos nos ilumina.
A veces melancólico gris 
que bajo la lluvia se imagina,
otras bajo un ardiente sol de justicia,
incluso a la luz de la luna yo diría.
Luz que en nuestros ojos se pinta,
yo hoy la llamo vida...
y tú, como la definirías?
Amplitud de color,
arcoíris y sutil melodía,
verde de grama y oro,
para el mirlo que mira.
Rafa Marín

Flor de Opuntia

Como flor de Opuntia, 
tan hermosa y salvaje, 
delicada a mis ojos
y de mis manos sueño inalcanzable.
Amanecer anaranjado
que imagino brisa suave 
y coronada de mil espinas 
que mi piel con su roce rae.
Rojo tu fruto carnoso,
dulce cual almíbar nace,
delicada humanidad
que la más hermosa
de las mujeres te hace.
Flor de cactus, desértica,
solitaria y tan amable.
Rafa Marín

sábado, 3 de marzo de 2018

Triste mami

Ya no soy el niño que se marchó,
huyendo de tu tristeza y su soledad.
Ya no soy aquel retoño torcido
que tú quisiste enderezar.
Del suelo brotaron las piedras,
largo camino hasta regresar.
Ya no soy aquella dulce mirada,
ni tengo una vida de paz.
Pobre y triste mami,
hoy me verás ahorcar mami,
ya dejé de ser tu triste chaval.
Del mundo y sus aventuras,
elegí revolcarme en este lodazal,
calles cubiertas de fuego,
dinero facil para gastar.
Así, que no llores por mí mami,
deja que tus ojos se llenen de paz,
hoy encontraré ese reposo
que la vida nunca me dará.

Rafa Marín

De ti y mi pasado

Tengo frío y hambre,
no hay en este agujero
un dios que a mi me ampare?
Quizás de todo mi dolor,
sea el no poder hablarte,
el único que encoge mi corazón.
Tiempo atrás,
cuando los amaneceres eran
nieblas y fuego solo habitaba
el hogar de los miserables,
cuando no era más que súbdito
de aquella barbarie
por ti y tus ojos supliqué yo.
Perdidas las almas brillan
y del cielo el amor no cae,
plateadas frutas del mal,
y es el rojo de mi mirada
la señal que las atrae.
Rafa Marín

Te imagino

Te imagino ahora,
no tengo más remedio, 
entregada voluntad
que va a velar tus sueños;
entre dormida y soñando
o distraida y leyendo.
Pero te imagino ahora
y en mis ojos su brillo,
tú vas despertando.
Imagino que duermes,
ninfa de puro riachuelo.
Diana que caza corazones,
tus manos sol y señuelo.
Te imagino, voladora rapaz,
te imagino hada y pañuelo.
Te imagino, playa y arena,
cañaveral que luce sus penachos,
con el color del trigo viejo.
Te imagino y quiero poner,
si tú lo dices, a esto remedio.
Rafa Marín

viernes, 2 de marzo de 2018

El jardín

Caía perezosa la nieve
cubriendo de blanco armiño
el suelo en el que vivian
centenarios los olivos.
Duermen ahora las rosas,
olvidado su perfume
y de sus pétalos el brillo.
La noche oscura y callada,
va pasando con sus duros fríos;
nadie verá esas dolorosas lágrimas,
que ya vuelan hacia el olvido
y en su cara se pinta sin razón
una sonrisa que dice ...
Mi mundo es ahora mío.
Rafa Marín