Ahora aquí sentado pienso
en el día que por fin te pude ver.
Llevaba días oyendo tu voz
sumido en las tinieblas
de la venda que cubría mis ojos.
Por fin una mañana anunciaste
que a la mañana siguiente
me liberarías de la oscuridad.
No dormí, pensando en si volvería a ver
y en como sería tu cara que tanto imaginé.
La mañana me sorprendió
con el sonido de tu voz.
En la penumbra protectora que creaste
pude ver primero tus manos
y tus ojos verdes después.
Y la sonrisa más hermosa
que el cielo pudo crear.
Casi agradecí estar allí herido
y haberte podido conocer.
Nos separó el destino cruel.
Tú sigues cuidando heridos
y yo sigo recuperándome.
Rafa Marín
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