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martes, 30 de octubre de 2018

Mi voz

A mí voz que le canta al viento,
que como suave brisa se levanta
y es la aurora que mesa tus cabellos.
No le pongas peros ni trabas,
ella no necesita urgentes gestos.
Le basta con ser libre y destapar,
un suspiro ilusionado en tu pecho.
Ella gusta de dejarse ilusionar.
Mi voz no canta para ti en concreto,
es susurro de la noche en el maizal;
canto del arroyo por los vericuetos,
palabras sencillas y poco más.

Rafa Marín

El local misterioso (relato corto)

Aquella noche se acercó a la puerta, iba decidido a llamar. Recordó la contraseña; tres golpes espaciados por tres segundos entre ellos. Toc ... toc ... toc. Luego llegaría la pregunta y eso era una incognita. Llamó, se abrió un ventanuco, dime el número dijo la voz.
El 13, se oyó decir a sí mismo. Tras la puerta sonó el chasquido metálico de un cerrojo al ceder y una oscuridad se abrió ante él. Titubeó un instante, luego respiró hondo y dio un paso adelante. Al final de lo que parecía un pasillo, una tenue luz fosforecía.
Al llegar al final se sorprendió. No esperaba encontrarse con lo que allí vio. El local estaba lleno de gente corriente, no había nada extraordinario, incluso las mujeres tenían el aspecto del tipo mujeres que él conocía y frecuentaba. Casi fue una desilusión.
Se acercó a la barra y el camarero le puso una copa, no tuvo tiempo de pedir lo que quería, pero era exactamente lo que había deseado; un vodka con zumo de naranja. El camarero, lo miró sonriendo y le dijo, todo lo que deseas de verdad se cumplirá. Levantó la copa e hizo un saludo con la cabeza. Se apoyó en la barra y miro alrededor, algo había cambiado. Las personas seguían siendo las mismas, pero sus actitudes no. En una mesa a su derecha, un joven de unos veintipocos, miraba con ojos tristes a un vacío al que hablaba. En un rincón del fondo, una señora mayor parecía bailar con alguien y reía llena de felicidad.
De pronto, una joven muy hermosa y vestida con un sugerente vestido de noche se le acercó. Lo miró a los ojos y sus labios se entreabrieron como si quisieran ser besados. Sacudió la cabeza, había algo que no entendía y buscó al camarero con la mirada, pero no había ningún camarero.
Se volvió para mirar a la joven y en su lugar estaba su amigo Enrique. Este lo miró con esa profundidad con la que miran los ojos a los que ya no les queda nada por ver. Le preguntó, ¿Enrique, qué haces tú aquí, hace años que has muerto?
El viejo amigo le tomó la mano y le dijo, ven, no temas, he de mostrarte algo.
El local cambió de repente, ahora estaba inundado por una luz lechosa y ante él había una puerta abierta. Mira, le dijo su amigo. Se vio a sí mismo, sobre una mesa de mármol, mientras alguien preguntaba a su madre si lo reconocía.

Fin

Rafa Marín

lunes, 29 de octubre de 2018

Mis razones

Mil razones tiene mi boca para gritar,
mil noches perdidas entre el barro;
fuimos frutos maduros de la soledad,
almas que saben del tiro  a bocajarro.
Callejones oscuros y manos con puñal,
empujones sin conciencia y cigarro.
Ladrones de vergüenza y honestidad,
más que hombres fueron engaños.
Piedras que gritaron a la libertad,
mientras llenaban sus manos en el cazo;
me pregunto si alguien ya los seguirá,
si de las mentiras no quedaron hartos.
Rafa Marín

El esclavo (relato corto)

El hombre corría campo a través, el ritmo con que marcaba sus zancadas era constante y rápido; como el de un cazador acostumbrado a seguir a sus presas durante días. En ningún momento miró hacia atrás, sabía que le perseguían, no podía aflojar un solo momento.
Mientras corría hacia las montañas y el bosque en el que jamás sería encontrado, pensó en su vida y las circunstancias que le habían llevado a esta situación, porque corría para salvar su vida, eso lo tuvo presente cuando saltó del carro que lo llevaba al mercado.
Era un esclavo, nació esclavo, su madre fue violada por el hombre que la compró. Fue educado en el trabajo de sol a sol, en la obediencia y el castigo. Dada su complexión y su tamaño, era un hombre de 1'90 m y 80 kg; siempre le tocaron los trabajos más extenuantes.
El día anterior, tras pasar 14 horas talando árboles, fue llevado a la casa del amo. Este se encontraba ausente y su joven esposa quería darle otra utilidad a ese cuerpo musculoso. No era la primera vez, nunca osó negarse, podría acusarlo y ser castigado sin motivo.
Mientras el ama abusaba de él, le dijo que su marido había muerto y que algunas cosas cambiarían. Pensaba trasladarse a la ciudad, quería vida social, bailes y fiestas y todo lo que ella se merecía. Pondría al cargo de la enorme finca a capataces competentes, de esos que supieran sacar partido del esfuerzo de los esclavos. A él, lo llevaría a la ciudad, para ser adiestrado en la lucha, al parecer se sacaba mucho dinero con esos modernos gladiadores.
Cayó la noche y buscó refugio en una zona arbolada, calculó que ya tendría ventaja suficiente para tomarse unas horas de descanso. Recordó a su madre, capturada en el norte, cuando era tan solo una niña. Siempre le fascinaron las historias que ella le contaba. En ellas, él era un elegido y estaba señalado para dirigir los ejércitos que liberarán a su pueblo; rió amargamente. Recordó las palizas que recibió, a veces sin motivo, o por tomar un trozo de pan. Allí, en la soledad de la noche se juró no volver a ser esclavo.
Mucho antes del amanecer emprendió la marcha, durante el día encontró árboles frutales y arroyos de agua pura y fresca. Desde la Copa de un árbol grande y solitario miró en dirección a sus perseguidores; pero no había ni rastro de ellos.
Continuó su carrera, sin desfallecer, como si sus perseguidores estuviesen cerca.
Una noche, se aventuró a encender una fogata, durante el día se topó con una cría de ciervo y la mató. Sería la primera comida decente en muchos días.
Mientras comía la carne asada se sintió feliz, las montañas estaban ya al alcance de la mano, como mucho a 5 días de buena marcha. Esa noche durmió y soñó con las historias que le contaba su madre.
Al amanecer partió de nuevo, ahora el camino ascendía y cada vez eran más numerosos los grupos de árboles. Sobre el medio día buscó un sitio donde acampar, necesitaba hacer un arco, con el viejo cuchillo cortó una buena rama de tejo, había conservado un trozo de cuerda, y por el ligar crecían arbustos con los que poder hacer flechas.
Descansó un día entero, la carne del cervatillo le ayudó a recuperar fuerzas. No estuvo ocioso, terminó el arco y media docena de flechas a las que puso remachó de plumas negras que encontró.
Reemprendió la marcha, está vez con un paso que aunque seguía siendo vivo, no era el de los días anteriores. Ya se veían claramente el bosque y las montañas, en su corazón sintió la felicidad de ser por fin libre.
Un par de horas más tarde, llegó a un río ancho y caudaloso, era la frontera del norte, los esclavistas nunca pasaban de ahí.
Se arrojó a las aguas y poco a poco se fue acercando a la otra orilla, la corriente le fue arrastrando y cuando hizo pie, vio que se había alejado unos 2 km corriente abajo.
Salió del agua y se dispuso a disfrutar de su libertad. Murió allí mismo, alcanzado por varias flechas disparadas por hombres ocultos entre la maleza. Estos también eran esclavos fugados, pero al contrario que él, eran de raza negra.

Fin

Rafa Marín

domingo, 28 de octubre de 2018

La noche se recrea

La noche ahora se recrea,
luces lejanas las horas traen,
sueños donde mis ojos te vean,
como sombra entre los soportales.
La noche que con su frío llega,
céfiro soplando en los ventanales.
Suspiros con sabor a hembra
y de macho los machitos males.
Noche de invierno que se acerca,
noche como no habrá dos iguales.
La locura se vistió con sedas,
para desnudarse de los encajes.
Rafa Marín

viernes, 26 de octubre de 2018

El demonio (relato corto)

Él, como cada noche, llegó borracho a casa. Se sorprendió a ver toda la casa iluminada y como si  se celebrara una fiesta. Se van a enterar pensó...Ya tenía una bonita excusa. Se apeó del automóvil y poniendo la más feroz de sus miradas se dirigió a la entrada.
Abrió destempladamente la puerta, la cual golpeó la pared. De repente su esposa e hijos gritaron con alegría ... ¡SORPRESA!
Él se sintió desconcertado, mientras tomaba la Copa de ron con cola que le ofrecía su mujer con una sonrisa llena de audaces promesas.
Del techo colgaba una pancarta, que con letras de distintos colores anunciaba:
ESTO ES SÓLO EL PRINCIPIO
Satisfecho de si mimo, se sentó en el sofá. Uno de sus hijos le acercó solícito las zapatillas de andar por casa, mientras su hija de ofrecía la segunda copa.
Se arrellanó en su sitial y se aflojó el nudo de la corbata. Por su mente perversa, comenzaron a circular las más atroces fantasías, y una sonrisa maligna se dibujó en su cara, se sentía un demonio en su infierno, un dios con poder absoluto. Y pensaba disfrutar de ese poder, vaya si lo haría.
La habitación estaba en penumbra, en la cama, desnudas, estaban su mujer y su hija. Sonrió, de repente una punzada de dolor le despertó. Estaba atado a la pared con unos grilletes de acero, frente a él, su hija de 15 años y su hijo de 14, lo miraban sonrientes. Ella tenía en las manos unos alicates. El padre aún estando atado, pudo ver sobre su pecho la marca que había dejado la herramienta al apretar su carne.
La niña lo miro audaz y a la vez mensualmente, se acercó y apretó sobre un pezón con saña, él grito, pero sabía que nadie le iba a ayudar. Se sintió tremendamente solo y desvalido. Haciendo un esfuerzo y entre sollozos,  preguntó ... ¿Por qué? Contestó su hijo -  tranquilo padre, esto es sólo el principio. Los niños apagaron la luz al salir.
Del piso superior le llegaba el rumor de música y algunas risas.
Había perdido la noción del tiempo cuando apareció su esposa. Iba desnuda y llevaba un vaso con agua, le dio un sorbo y luego le ayudó a beber. Sabes querido, le dijo susurrándole al oído. - vas a desear no haber nacido.
Le trajeron comida y se durmió.
Cuando despertó, estaba en una atado a los barrotes de una pequeña jaula, sintió ganas de orinar y defecar, pero allí no había donde hacerlo.
Llamó y Llamó, primero a su esposa, luego a sus hijos e hijas. Durante un tiempo que le pareció interminable, nadie acudió. Por fin, entró su hija de 10 años, y tras escuchar sus súplicas, le contestó: Háztelo encima cerdo.
Los días iban pasando, ya no sabía cuantos. Unas veces despertaba atado a un poste y recibía latigazos, otras le aplicaban hierros candentes. Se sentía abotargado y a la vez resignado a su suerte. Un día apareció su mujer, traía una denuncia por desaparición y le explicó que la policía había recibido información que confirmaba que había abandonado el país.
Lloró y supo que su suerte estaba echada. Algún tiempo después y tras sufrir indescriptibles torturas, despertó atado a una camilla; todos estaban presentes y todos tenían cuchillos en las manos.
La familia prosperó tras la desaparición del padre, la esposa encontró un buen empleo y sus hijos mejoraron en el colegio. Eso si, un día al año celebraban la fiesta del demonio derrotado.
Fin
Rafa Marín

martes, 23 de octubre de 2018

Las sombras (relato corto)

Miró al suelo y sintió que el miedo lo inundaba; bajo sus pies estaba la sombra. Comenzó a correr dando alaridos, casi sin mirar por donde iba. Tropezó con varias personas, cayó al suelo, se levantó y miró a sus pies, ahí seguía. Cegado por la locura corrió otra vez.

Varios meses antes...

Cristóbal, se dirigió a su nuevo puesto de trabajo. Tras varios meses en el paro por fin la suerte había cambiado, hoy empezaba como ayudante en el archivo de la biblioteca de su pueblo. El trabajo era cómodo y no trabajaría los festivos.
Alberto, el titular lo recibió con una sonrisa a la vez que decía, menos mal que al fin me mandan a alguien que me ayude con el archivo. Le explicó a grandes rasgos su co metido y le recalcó, pregunta lo que no sepas y sobre todo que todo esté muy bien iluminado.
Pronto observó, que su "jefe" era un poco especial, pues en algunas zonas del archivo sólo entraba con varias linternas alumbrando al suelo. Allí, se demoraba lo mínimo y salía nervioso y a la vez aliviado. Estuvo tentado a preguntar, pero como no lo conocía calló.
Era viernes por la tarde y Cristóbal ya soñaba con el descanso. De repente sonó un alarido, era Alberto, se asomó al pasillo y vio como este, corría hacia él entre las sombras, se derrumbó a sus pies y entre palabras sin sentido y balbuceos, murió.
La muerte de Alberto, dejó muy marcado a Cristóbal, aunque le supuso un ascenso y un contrato indefinido. Por otra parte, la extraña muerte de su jefe, hizo que su curiosidad se desatase. De repente se vio trasteando entre las cosas y notas del fallecido.
Entre otras cosas, encontró unas notas antiguas, de personas que habían trabajado allí desde la creación del puesto varios siglos atrás. Todas hacían referencia a una sombra que crecía bajo los pies, se les llamaba gente sombra y eran una especie de demonios que te robaban el alma.
Estudió libros que la biblioteca poseía.
Al poco ya había descubierto que los cimientos del edificio estaban sobre una gruta y que esta en su día fue considerada la entra da a los infiernos.
Un día decidió compartir sus conocimientos con el alcalde, pero temiendo ser tachado de loco...calló.
La biblioteca era muy frecuentada, y para dar sitio a los lectores, la mayoría de los volúmenes se depositada en los sótanos, al poco se vio con linternas que iluminaban sus pasos.
Empezó a dormir mal y temiendo involucrar a alguien más no solicitó un ayudante.
Al finalizar la jornada, bajaba a los pasillos subterráneos con todos los volúmenes, había fabricado un carrito provisto de potentes focos que alumbraban al suelo y no dejaban crecer ninguna sombra. Un día, algo falló y se apagaron las luces, casi de inmediato el pasillo se llenó de susurros y sombras que iban creciendo. Huyó despavorido y decidió poner remedio a aquello como fuese. Consiguió rescatar el carrito de las luces y mejoró su funcionamiento. Además, con metódica obsesión fue robando agua bendita de la pila de la Iglesia, colocando depósitos de esta por todos lados del sótano. Incluso convenció al párroco para qué bendijera el edificio.
En su decisión por acabar con estas gentes sombra, se aferró a la fe católica y estudió exorcismos y varias formas de lucha contra los demonios.
Un día, decidió experimentar y se aisló en una zona del sótano, una vez estuvo todo preparado, apagó las luces y las gentes sombras acudieron, cuando lo rodearon, Cristóbal pulverizó agua bendita y a la vez encendió los focos; un horrible grito de agonía se dejó sentir. Ahora tenía una forma de combatir a esos demonios.
Dejó de relacionarse con los demás y cada noche la dedicaba a luchar con los demonios en los sótanos del edificio, poco a poco su salud se deterioró y cayó enfermo.
Cuando abrió los ojos, quiso moverse, se dio cuenta de que estaba atado con una camisa de fuerza y en una habitación de paredes acolchadas. Del techo perdía una sola fuente de luz y esta hacía que su cuerpo creara una sombra bajo sus pies...grito con todas sus fuerzas.
Entre tanto, en el edificio de la biblioteca, se descubrieron graves daños estructurales, por lo que se decidió ubicar la en otro edificio, mejor acondicionado y mucho más amplio.
El edificio de la antigua biblioteca quedó abandonado y nadie reparó nunca en las sombras que crecían en sus sótanos.

Fin

Rafa Marín




domingo, 21 de octubre de 2018

Domingo

Desta nube que navega el azul del cielo,
lluvia y sus conciencias sin medida y dolor.
Desta mañana que no pasa y es recuerdo,
Azucenas que perdieron en su belleza el color.
El ayer enterrado, sombra de lo que quiero;
cipreses azules que nacieron sin olor;
gritando en mis oídos que son fatal tiempo,
campesinas manos y piel bañada en sudor.
Miro al día, juguete de perdido pasado,
escalera vieja que cruje entre el polvo,
de estos libros de niños ya tan olvidados.
Se filtra la luz ante mis dañados ojos,
domingo gris que de vida he robado,
sin olvidar que otrora fue un sueño roto.
Rafa Marín

El castillo (relato corto)

El castillo se recortaba bajo la luz de la luna. Era presa de la vejez y de la falta de mantenimiento, pero aún se podía pasear por sus murallas y torreones, por sus amplias salas. En el patio de armas crecían los matorrales y las artemisas de flores amarillas.
El pequeño grupo de jóvenes llegó justo antes de la media noche. Cargaban con sus mochilas y linternas, con sus ganas de divertirse y porqué no, con la urgente necesidad de correr aventuras. En un rato montaron las 4 tiendas y una alegre fogata iluminaba el lugar.
La noche avanzó con lentitud y poco a poco se fueron apagando la fogata y las risas. La mañana amaneció entre espesas nieblas y los bostezos felices del grupo de chicas y chicos. Reavivado el fuego, todo se llenó con olor a café, tocino frito y pan tostado.
Durante el día, adecentaron el entorno, prepararon los equipos de grabación y diseñaron los experimentos que harían por la noche; si había fantasmas, los descubrirían y los grabarían, serían famosos y se les reconocería la dedicación y la investigación realizada.
A media tarde visitaron el castillo, recorrieron su soledad y dibujaron planos sobre él, para qué en la oscuridad de la noche no se perdiera nadie y todo fuera según lo programado, a estas alturas, nadie quería inoportunos accidentes y sustos.
La niebla se levantó, pero quedaron, como desvaídas telas de araña y algunos trozos del campamento continuaba entre la niebla sin despejar. El sol no calentaba y el frío parecía querer robarles la alegría.
Llegó la tarde noche y todo estuvo dispuesto en el castillo, se dejaron equipos listos y funcionando y todos se replegaron al campamento. Allí, al cobijo de la hoguera y entre susurros dejaron pasar la noche, nadie quiso o nadie pudo dormir.
De repente, en algún lugar de la oscuridad circundante, sonó un toque de tambor y sin más se desató el horror.
Aparecieron por doquier descarnados guerreros envueltos en raídos y descoloridos harapos, armados con hachas y espadas tan viejas y oxidadas como la luz de sus ojos muertos.
La jóvenes se tiraron al suelo, con los ojos cerrados e intentando acallar el fragor de la espeluznante visión.
Nadie supo decir cuánto duro aquello, pero cesó tan repentinamente como surgió.
Alimentaron con leña la fogata, hasta que las llamas se elevaron como un gigante enfurecido, en sus miradas y rostros, el miedo y nada más. El resto de la noche transcurrió silenciosa y lenta. Al amanecer fueron todos al castillo a recoger los equipos y sus resultados, pero no hallaron nada. Perplejos regresaron al campamento y allí otra sorpresa; todo estaba recogido y embalado, las mochilas dispuestas y una nota escrita sobre la tierra desnuda:
"Huíd, está es una tierra maldita habitada por malditos espectros"
En silencio tomaron todas sus pertenencias y se fueron.
Algún tiempo después, una tormenta azotó el castillo, se derrumbó parte de la muralla y los torreones se desvanecieron. Nadie visitó más aquel lugar y pronto quedó olvidado en la memoria de los hombres. Eso si, cada noche de luna llena, dos ejércitos de muertos recorrían el paraje entre aullidos y choques de armas.
Fin

Rafa Marín

sábado, 20 de octubre de 2018

El paparazzi (relato corto)

La noche había caído y Paco, estaba recostado sobre la pared del oscuro callejón; no fumaba, pero de sus labios colgaba una colilla de puro apagada. De cuando en cuando miraba al local del otro lado de la calle, es pronto, se dijo para sí, aún quedan varias horas.
El tiempo se había vuelto un fastidioso paso de gentes y sus privados asuntos. De pronto, como si fuera una señal, la puerta del restaurante se abrió. Dos mujeres salieron riendo, seguidas por dos hombres con caras satisfechas y ojos enrojecidos. Paco se tensó, las mujeres coincidían, pero los hombres...algo no le cuadraba. Les dejó avanzar por la acera y luego les siguió a unos 30 metros. La calle estaba animada, pululaban por ella chicas jóvenes y soldados del cuartel que alimentaba a la pequeña ciudad con su sangre.
A la vuelta de la esquina, las parejas se separaron; por un lado los dos hombres tomaron un taxi y las mujeres siguieron caminando despreocupadas. Paco las siguió, aunque ahora un poco más de cerca. La calle, poco a poco se fue vaciando de risas, como una botella en manos de viejos borrachos.
Bajo la luz de las farolas, las aceras se volvieron cada vez más oscuras y sucias, pero a las mujeres no pareció importarles mucho, ellas siguieron riendo y mirándose de forma cada vez más intensa. Paco, ya disfrutaba con el momento, se sentía orgulloso y excitado.
La iluminación fue cambiando, ahora las farolas empezaron a ser más decoradas, rodeadas por pequeños chalets con zonas de césped y parterres con flores. Los árboles ensombrecían grandes zonas de la calle, todo tenía un aspecto espectral y triste.
Las mujeres eran sólo dos sombras delante de él. Paco, preparó la pequeña cámara digital, al levantar la vista, las mujeres ya no estaban. Miró en todas direcciones con gesto urgente y preocupado, nada. De repente creyó oír unas risas a su derecha, en una zona umbría. Suspiró y se dirigió hacia allí.
Se apoyó contra el tronco de un gran árbol, volvió a revisar la cámara y súbitamente lo bordeó con la cámara por delante. En su cara se pintaron a partes iguales, la sorpresa y el miedo. Allí estaban las mujeres, con sus sonrisas de labios rojos y colmillos afilados, con sus miradas sedientas y la soledad del lugar.

Fin

Rafa Marín




Día de los muertos

No tengo a donde llorarte,
porque ni esto me dejaron;
tristes almas que apuraron,
para corriendo quemarte.
Que solitaria fue la tarde,
un sol rojo mis ojos cegaron,
gestos que no me consolaron,
ver fingir a los cobardes.
El niño quiere que vengas,
sentirte a mi lado quiero,
que no seas dolorosa pena.
Llorando este amor sincero,
derramando lágrimas negras,
te pedimos que bajes del cielo.

Rafa Marín

miércoles, 17 de octubre de 2018

El parque

La luz se derrama bajo las hojas del sauce,
el parque parece derrotado por la desidia;
todo tiene un reluciente verde descuidado.
Sólo los bancos permanecen blancos,
como si alguien los quisiera así, pulcro,
relucientes bajo la luz de este día nublado.
El canal canta la ausencia de los patos,
las barcas están amarradas y no cabecean,
todo ha adquirido el aspecto otoñal
de las cosas tras un día de tormenta.
La humedad de la tierra destapa olores,
incluso se ven lombrices entre la hierba.
Miro a mi alrededor y sacó un viejo libro,
Lo rescaté ayer al intentar escapar.
Las preguntas son como las respuestas;
a veces impertinentes y otras inoportunas,
casi siempre se quedan en palabras vacías.
Me levanto y dejo el parque atrás,
no me vuelvo para ver su aspecto abandonado;
mañana seguirá ahí, con sus bancos relucientes
y sin niños que en él quieran volver a jugar.
Rafa Marín

El agujero (relato corto)

Se miró las puntas de las botas, estaban manchadas de barro. Sonrió con el desdén con que sonríe el condenado camino del patíbulo. Se apoyó en el tronco caído y tomó aire tres o cuatro veces, luego corrió en zigzag. El muro estaba a unos 5 metros...no llegó a él.
Bajo sus pies se abrió el suelo, como una inmensa boca que se lo tragaba sin masticar. La caída, aunque corta, posiblemente le salvara la vida. Se puso de rodillas y miró hacia el túnel que se adentran en el subsuelo; no sentía miedo, hacía mucho que ya no sentía nada.
Recordó que en su equipo había una linterna, la tomó y se adentró en la oscuridad. De poco en poco se abrían pasadizos a derecha e izquierda, pero el intuitivamente decidió seguir siempre recto, algo le decía que el final ya no estaba lejos. Llegó a una gran sala.
Casi inperceptiblemente, el túnel iba descendiendo, así que no le sorprendió la magnitud del recinto. Vio varias puertas abiertas y una luz salía de ellas. Había perdido la noción del tiempo, se sentó junto a una puerta y buscó bebida en su mochila. Se sentó y allí sentado, se preguntó ; a dónde iba? Qué buscaba en esa oscuridad subterránea? Las respuestas le llegaron con naturalidad; no buscaba nada, solo se escondía como un ratón, estaba cansado de pelear una guerra que no era suya, estaba cansado de matar y de odiar.
Se quedó dormido, por una vez en varios meses, no necesitó de pastillas ni de compañía, sólo se durmió allí sentado. Cuando despertó, sabía cual era la puerta que debía tomar, sonriendo se dirigió hacia ella y la atravesó.
Varios compañeros miraban el cuerpo caído.
La lucha había sido breve y feroz. Robert, cayó a solo 2 metros del muro que le habría salvado el pellejo. Sus camaradas miraron su cara, entre sorprendida y feliz. Alguien pregunto: Qué pasa por nuestra cabeza cuando muere uno sargento? No lo sé, contestó; quizás nada.
Fin
Rafa Marín




martes, 16 de octubre de 2018

El adiós (La jaula)

La jaula muestra dos plumas amarillas,
el recuerdo de un canto que ya se fue.
La jaula, con su eterna puerta abierta,
con barrotes dorados, un silencio que grita.
La jaula vacía y sus plumas caídas,
con el piso pulcro y la nada incierta,
corazones huyendo de ataduras,
voces que quieren ser eco y vida.
La jaula, eternidad colgada en la viga,
es un suspenso que dejó el ayer,
interludio de cualquier concierto,
sueño que jugó a ser vida y perder.

Rafa Marín

En tus ojos

En tus ojos veo pintada la soledad,
en ese rímel que se derrama,
con cada lágrima que dejas volar.
En tus ojos veo mil montañas
que nunca vendrán,
los sueños fueron sueños y nada más.
En tus ojos y su nostalgia me quiero mirar,
despertarles una risa y hacerlos cantar;
ser el pinzón en la rama,
el tibio abrazo de un mar tropical.
En tus ojos, pobre niña cansada,
mil momentos que poder dibujar,
una ventana al horizonte,
y en su ladera una cabaña.

Rafa Marín

Luces al alba

Que larga y fría
se hizo aquella madrugada,
cuando al llegar vi,
dos sombras en tu ventana.
La noche se vistió de añil,
luces que morirán al alba.
Cigarrillo a cigarrillo,
mi oscuridad consumí.
Mientras una sombra se acostaba,
a la otra una acera vio morir.

Rafa Marín

La dama y el corsario. Acto 1; escena3°

La dama y el corsario.
Acto 1, escena 3°

La joven desde su alcoba contempla la tempestad y cree ver un barco a la luz de los rayos.

Se sienta frente al espejo...murmura.

Viste aya, el azul frío de su mirada, viste como se volvió fuego.

El aya.
No vi nada niña, pero puedo imaginar como tornan su mirada los hombres ante una presa.

La dama.
¿Crees mi fiel custodia que vendrá a Cádiz por mí?

Aya.
La locura de la lujuria, a muchos necios hizo matar.
Se va el aya.

La dama se tumba en un diván y piensa en el corsario...recita.

Que dulce imagino el amor en su boca;
tierna fantasía de humedad y caricias,
que en sus manos es el jardín de las delicias,
cada vez que sus osados dedos me rozan.

Así penan mis sentidos que no lo nombran;
aquí callados mis brazos y pecho que lo atraerían,
para sentir de él el placer que se hace avaricia,
cuando su cuerpo a mi cuerpo sin medida toma.

No me queda más que amores tener que imaginar,
porque presa del celo de mis padres este fortín me huarda,
junto a una aya, que es más vieja que sabia y no sabe hablar.

Y lo digo con mi boca, no me importa que mi alma arda,
con tal de sentir en mi ser el suyo y que me haga gozar,
hasta que la noche olvide la luz de las estrellas y el sol nazca.

Rafa Marín

lunes, 15 de octubre de 2018

La mañana (relato corto)

La mañana, aunque fría y ventosa, le invitaba a salir. Tomó capote, sombrero y bastón y enfilando la calle, bajó en dirección al puerto. Desde su perspectiva se veían los cabeceantes mástiles y las olas rompiendo contra el malecón. Un mar blanco y azul que lo llamaba.
El descenso entre las callejuelas le descubrió tesoros olvidados, la fuente de la esquina rota, siempre mamando cristalina y fresca agua, los geranios de los balcones, las muchachas entre risas camelando. Se sonrió para sí, con la timidez de un niño que despierta.
Al torcer la calle Nueva, con ella casi se tropieza; tras el primer instante de sorpresa, se descubre cortes y de su boca como un suspiro, un ahogado buenos días. Ella, lo mira, entre curiosa y añorante y le responde con un "cuanto tiempo Miguel", que él saborea.
Así, plantados frente a frente y mudos, dejan madurar el minuto y él, ofreciéndole un brazo la invita a tomar un café. Ella prende de sus ojos una sonrisa y de su brazo se deja guiar hasta ese viejo café de ventanas de marco rojo y letras amarillas.
Él siente que revive 20 años y ella a su lado, casi se vuelve una chiquilla. Nadie hace gestos raros, porque nadie ya recuerda aquellas comidillas y sentándose al fondo, él se pierde en los ojos de ella y ella los de él mira. Cuánto tiempo más he de esperar? le pregunta.
Ella lo mira triste, como miran las mujeres viudas y asiendo esa mano curtida de años calla. Hablan de tiempos pasados y de noches de temporal y angustia; de marineros perdidos y capitanes de la fatiga.
Alargan el café más de lo necesario, él aferrado a una esperanza muerta y ella al anhelo de un ya lejano pasado. Se despiden, con una mueca torcida él y ella con la urgencia de unos nervios que la llenan.
Él decide bajar hasta el puerto y ella, se pierde entre las calles vacías hasta su encierro.
Fin
Rafa Marín

Miro la calle desierta

Miro la calle desierta,
se pierde en un fondo gris;
luces naranjas y niebla.
Miro el banco solitario,
la ambulancia que llega,
la muerte siempre despierta.
Todos miramos desde aquí,
cristales blindados y opacos;
seguridad en cifras y letras.
Ayer, bosques y humedad,
vida contada, horas inciertas;
el hoy es una cruel soledad,
sueños vacíos, camas deshechas.
El amanecer entre nubes llega,
tierra perfumada de lluvia,
un momento de grueso cristal
y la dichosa calle desierta.

Rafa Marín

domingo, 14 de octubre de 2018

La noche se hunde

La noche se hunde,
es un mar que se derrama,
como la melodía de un piano,
como este sentir que no cesa.
Yo no te pido nada,
pues la nada te habita,
eres mujer y me llamas,
porque tú ser es el mar,
que desde el cielo se precipita.
Serás lluvia en mi cara,
yo seré grito en la quebrada;
anhelo roto que se disipa,
girón de niebla en la madrugada.
Rafa Marín

Sobre mi cabeza

Sobre mi cabeza,
la eterna duda,
el conocimiento vano,
la sed espúrea
que nunca se sacia.
En mis manos,
un cuaderno infinito
y un lápiz agotado;
¿de qué sirve escribir,
para qué expresarnos?
Es mi post verdad artera,
la de quien nunca va a cambiar;
porque se abandonó a los años.
Rafa Marín

Amarga esta poción

Amarga esta dulce poción,
de mi boca en canto mana;
fuente de lúbrica pasión,
siempre esperanzas vanas.
Versos que son mera ilusión,
palabras vacías sin magia;
un juego hacia la perdición,
escondido entre las cañas.
Noches entre luces de neón,
amores al filo de la guadaña;
quienes estén buscando amor,
protéjanse bien las espaldas.
De mi boca maravilla y dolor,
bien medidas están las varas;
rojo sangre será nuestro color,
al pintar tus labios cada mañana.
Rafa Marín

sábado, 13 de octubre de 2018

La planicie (relato corto)

La tarde se llenó de niño, protestas vacías y chantaje. Era un sábado cualquiera y estaba intentando dejar de fumar, nada le salía bien y el niño aprovechaba cada ocasión para exasperarle. Yo no pienso subir a ese coche - dijo con jactancia y seguridad infantil.
Él levantó la vista un instante, lo justo para que el crío percibirá el gesto. Rompió a llorar, lo que faltaba -pensó- una escena así es más de lo que quiero aguantar. Se puso se pie y tomando las llaves anunció - estaré en el coche, no tardéis. Nadie respondió.
Sólo fue un parpadeo, pero algo había cambiado, notó aque zumbido especial en el ambiente, algo no iba bien. Sé giró hacia la casa, pero allí no había ni casa ni barrio ni nada, solo una meseta desierta y a lo lejos en el cielo, lo que parecían dos lunas enormes.
Sé sintió abrumado, de inmediato pensó en varias posibilidades, era profesor de física teórica y algo debía pensar se dijo. Alucinación, raedura espacio-tiempo, otra dimensión...un sueño? Seguro que estoy dormido y esto es fruto de los sueños. Sé impone la razón.
Tenía un truco para despertarse de los sueños, se echaba a dormir y al despertar el sueño no estaba. Se tumbó, pero el terreno pedregoso y polvoriento no le dejó dormirse. Sé levantó y miró alrededor, todo era inusualmente real, demasiado nítido y detallado dijo.
Sin saber aún como, se vio caminando hacia el horizonte, es raro, pero no hay un sol que ilumine, salvo estás dos lunas de aspecto fantasmal y lechoso. No hacía calor ni frío, pero el insistente zumbido era agotador. Sacudió la cabeza y busco un sitio al que ir.
Pero la planicie era uniforme e infinitamente vacía, nada que sirviera de referencia. Sin montañas, solo aquel horizonte lejano y estéril. Comenzó a sentirse otra vez extraño, no sabía cuanto tiempo llevaba allí, pero no sentía ni sed ni hambre ni cansancio.
Por un instante pensó en la muerte, y si estuviera muerto? Nadie sabía que pasaba después del óbito, se sintió triste al instante. Le habría gustado hacer tantas cosas, pero aquí estaba, posiblemente muerto y pegando por su comportamiento en vida, sonrió cansado.
Siguió caminando, sin interés y sin prestar ninguna atención, tropezó y cayó al suelo, quiso levantarse y no pudo. Una fuerza misteriosa le ataba al terreno, forcejeo y nada. Sintió miedo y gritó con todas sus fuerzas, algo se Rompió, lo noto al instante, se alegró.
Cerró los ojos, al abrirlos vio los ojos de su hijo, sonrió. Estás bien papá?
Has tropezado y caiste al suelo.
Se sintió confuso y feliz.
Di a mamá que nos quedamos en casa, dijo mirando a la ventana.
Fin
Rafa Marín



Me gusta sentir la tierra

Me gusta sentir la tierra
mojada bajo mis botas.
Mirar la vereda que zigzaguea
entre las acequias llenas
y el olor de la hogueras.
Cuando camino bajo la lluvia,
no busco refugio,
sino el abrazo del agua,
la plenitud de la vida.
Llevo mi gorro de cazador,
mi abrigo impermeable,
la ilusión que me acompaña.
Camino despacio mientras fumo,
como si al final estuviera la parca;
como si cada paseo fuera la meta.
Miro los pájaros que escarban,
los tractores silenciosos
y las mujeres que ríen.
Me dejo llenar con la paz otoñal,
olvido el triste invierno que viene;
de nada sirve llorar ahora,
siempre tuve la vida que quise.
Rafa Marín

Hay tristeza en la lluvia

Hay tristeza en la lluvia que cae,
un gorrión en su rama callado,
una brizna que en el suelo verdea.
Hay charcos con ondas suaves,
reflejos que no son historia.
Hay luces de farolas entre la niebla,
sueños de amanecer,
que entre miedos esperan.
Hay en la lluvia deseo y saber,
tierra perfumada e insatisfecha;
manos de agricultor implorantes.
Hay esperanza en el cauce,
entre el carrizo y la ribera.
Hay en la lluvia un sueño de verdad,
alimento que será si es cosecha,
cielos grises y azules en soledad,
cuando pasan los días de otoño.

Rafa Marín

viernes, 12 de octubre de 2018

Quizá esta noche

Quizá está noche escriba sobre la tristeza,
ese deambular de sueños que sólo conocen aceras.
Quizá está noche deba dejar mi boca quieta,
sellar con silencio y dejar que las palabras mueran.
Quizá está noche deba llamar a tu puerta,
mirar a tus ojos y decirte que sigues siendo bella.
Quizá esta noche deba ser lo que tú ser espera,
un hombre nada más, libre de honor y vergüenza.
Rafa Marín

En tu piel

En tu piel terrosa dejo mis besos,
en tus hombros olivo duermo.
Tú, a veces madre o hermana,
otras esposa y amante y dicha;
siempre refugio de mi locura.
Tú, a ratos cansancio y dolor,
a ratos ocio y entrega,
siempre mar y su oleaje.
Tú, corazón libre que ama,
Tú, alma que vive su amor salvaje.
Rafa Marín

jueves, 11 de octubre de 2018

Me aventuro

Me aventuro por este camino,
húmedo de lluvia y llanto
y por la hierba flanqueado.
Ahí, donde la encrucijada se despierta,
comienzan mis mejores pasos.
Miro con mi vieja sapiencia,
con mis ojos torturados
y mi voz al fin acierta,
es la mismísima musa conectando.
Me sonrío feliz,
la poesía se decide a escribir.
Caen del cielo unas gotas para celebrarlo
y yo, me descubro otra vez aquí.
La mañana ante mis pies se va destapando
y del día al fin me llegan unos trinos;
son estos pájaros azules cantando.
Unos con sus pieles desnudas
y otros con sus sueños despertando.
Rafa Marín

miércoles, 10 de octubre de 2018

La musa

Languidece la musa,
hoy nadie escribirle versos quiere.
Escondida en su rincón,
abrazada a sus costados se estremece.
Ella, que ya nada quiere,
mira los callados labios,
de pasión se estremece.
Grita y a la vez con ilusión,
le dice al poeta que escribir,
cuando a ella se la quiere.
¿Quizás la pudo el amor?
Pues aunque musa es y se cree,
no está a salvo de la boca que hiere;
pues el poeta en su dolor silencia;
palabras, sentires y honor.

Rafa Marín

martes, 9 de octubre de 2018

El chico (relato corto)

Correteaba entre las rocas y de vez en cuando asomaba sonriente la cabeza; sobre ella un deshilachado gorro de paja y una gran sonrisa sin miedos. Ella lo mira desde la distancia, se le ve tan hermoso y feliz, aún recordaba cuando lo vio por primera vez, tan asustado.
El camino del monte estaba cortado y un gran incendio iluminaba la noche, de entre los arbustos emergió como un pobre perro hambriento de amor y cuidados. Hicieron falta 4 ó 5 bomberos y varios policías para atraparlo. Sólo por el relato de una anciana supieron de él,
que su padre, o al menos eso se creía, era el pobre borracho que murió esa noche en el incendio y de su madre, nadie supo nunca nada. Se crió por así decirlo salvaje y libre como un lobezno. Ella, como responsable del dispositivo lo llevo al juzgado y pidió cuidarlo.
De aquella noche hacía ya 6 meses, ella había intentado por todos los medio llevarle a la escuela, pero aparte de no pronunciar palabra, él se escapaba cada vez. Los días iban pasando y el niño parecía feliz a su lado; en servicios sociales la dejaron ir haciendo.
Una noche, mientras preparaba el mágico momento del baño, un toma y daca que podía alargarse varias horas, notó en el niño una mirada triste y a la vez confusa, pero pasó y como él se dejó bañar sin protestas ni bufidos ni carreras, pronto cayó en el olvido.
Llegó el verano y el primer aniversario de aquel encuentro, el niño era capaz de pronunciar algunas frases y por lo demás ella sentía un amor tan grande por él, que ninguna madre podría superarlo, y sólo por esto ya veía en los ojos del chico lo que pronto llegaría.
La noche era calurosa y muy ventosa, todos los retenes estaban en alerta. El niño dormía intranquilo y ella estaba de guardia. Sobre la media noche, llegó el aviso, un fuego con varios focos se estaba descontrolado y hasta allí acudían las dotaciones disponibles.
El fuego pronto alcanzó proporciones dantescas y algunos aseguraron después que un niño corrió hacia las llamas gritando y bailando.
Algún tiempo después en otro continente, en otro incendio, apareció un niño que parecía un perro hambriento de amor y cuidados y que se necesitaron varias personas para poder atraparlo, aunque esta vez no tuvieron suerte.

Fin

Rafa Marín


Alejándote

Si desprendida ya de tu mano, mi mano va,
apuñando entre los dedos otras bellas flores;
si de nuestro otoño ya no quiero sus rigores,
¿para qué quieren tus lindos oídos mi cantar?
Las hermosas letras y sus dulces amores,
mil mentiras que te hicieron ayer soñar;
que no haría por desprenderte de estos dolores,
por en tu ardiente pecho sembrar la paz.
Mas entre el ir y venir del inmutable tiempo,
se ensaña tu dolor en su propia gallardía,
para sacarme a la cara mis remordimientos.
Que de mi vida no pasa ni noche ni día,
sin que sienta el corazón latir en el pecho
y de estas ganas por las calles tu nombre gritaría.
Rafa Marín

lunes, 8 de octubre de 2018

Amanecer

Ya se filtra gris y fría esta luz del amanecer,
Me levanto entre temblores y voy al baño;
tras mearme encima,
miro mi ridícula hombría.
Para esto pusimos tanto empeño en envejecer?
Me tiembla la barbilla,
como tiemblan las tazas,
cada vez que pasa el tren.
Los dolores de espalda,
esta tos exasperante y ver;
que del espejo soy un esperpento,
el reflejo de un uniforme a rayas,
que no lleva a nadie dentro.
Tengo frío y me digo que,
al menos siento la crueldad,
la satisfacción de estar vivo.
No tengo ánimos para un café,
ni siquiera para la media tostada.
Ella me mira y yo a ella también,
sonreímos y nos damos la mano;
de algo ha servido está larga amistad.
Con esta certeza nos acercamos,
apoyo mi cabeza en su hombro
y le digo que soy muy feliz.
Abrazados lloramos un rato,
luego pongo de comer a los peces,
nunca pensé que vivirían más que yo.

Rafa Marín

sábado, 6 de octubre de 2018

Desde mi lecho

Desde mi lecho miro,
una gota de lluvia
que recorre el cristal
jugando a ser río.
Me acerco cansado,
con mis manos el vaho limpio,
la humedad fresca en mi piel,
se vuelve reconfortante alivio.
Esta mañana de otoño,
me habla de momentos
que serán olvido.
Tus manos inquietas, mi voz de niño.
Se filtra la luz por los cristales,
con un perezoso gesto,
la magia de lo cotidiano.
Hoy es una mañana triste,
desde mi lecho más que ver miro,
las gotas de lluvia sobre el cristal,
el reflejo de sus ojos preocupados,
mi piel amarillenta y mis manos sin brío.
Rafa Marín

jueves, 4 de octubre de 2018

Fue en otoño

Bajo la mimosa en flor,
sentados unían sus bocas.
Ella toda entera dulce amor
y él, sin enterarse siquiera.
En otoño a sus labios un beso le robó,
no quiso darse cuenta.
De sus ojos enfermos ella se enamoró
y también de sus torpes letras.
Que rápido el tiempo pasó,
más de lo que el reloj demuestra;
así otro otoño a sus labios llegó,
como hojas que decoran las aceras.
Hoy debo pedir tu perdón,
no me deja vivir la conciencia;
tú querías empaparte de amor
y yo solo soy un sinvergüenza.
Rafa Marín

Necesidad

A la flor de tu secreto,
en una resma de papel,
mil canciones y versos,
tributo de este querer.
Hay una voz en el viento,
un eco contra la pared,
necesidad de ser sueño
ahora que sé que me ves.
Canto en los desfiladeros,
eterno y duro recitar
de este ser o no ser.
Hay flores que por ser las quiero,
insaciable boca de mujer;
pasión donde saciar mi verbo,
letanías que son siempre ayer.

Rafa Marín

lunes, 1 de octubre de 2018

Manto de pieles

Te imagino sobre un manto de pieles tumbada,
en mi templada tienda de los cuarteles de invierno;
sonriente ninfa de los palacios
secretos del agua,
de las elevadas colinas donde sopla el céfiro.
Te imagino ahora, presta a la dulce batalla,
a la que sucumbiran nuestros cuerpos.

Rafa Marín