Tenía tanto que decirle aquella tarde.
Las palabras como espigas
de trigo en la boca se atascaban.
La miraba a los ojos y sentía
que de nada cada excusa serviría.
Ella no quería seguir oyendo
las batallas de su pensamiento.
No quería comprender que hay diferencias
entre el verso y el simple juego.
Cómo decir lo que en la boca es lamento.
Cómo callar al corazón que partido,
sigue versos componiendo.
Cruel mordaza es el remordimiento;
que atenaza en su oscura prisión,
toda la expresión del amado verbo.
¡AY! que no es mentira se decía,
que de amor se estaba muriendo.
Mas ella nunca entendió eso;
que él siempre en poesía escribió.
Nunca fue un juego, pero ella no lo vio.
Rafa Marín
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