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viernes, 26 de febrero de 2021

El repartidor (relato corto )

El invierno parecía retirarse al norte, a sus perennes cuarteles. La gente, a pesar de la pandemia, lo tomó con alegría, el sol y las tardes que empezaban a notarse más largas, se agradecerían.

Como de costumbre, Alberto, tomó la furgoneta y se dirigió a la central de reparto. El edificio bullía de actividad, por primera vez se había retrasado. Su sector de reparto, tenía apenas una docena de paquetes, todos pequeños.

- Mal día, se dijo.

Se encogió de hombros, tomo la carga y se dispuso a la faena.

Cerraba la puerta de su furgoneta cuando un paquete le llamó la atención. Apartado en un rincón, sucio y solitario, según entendía Alberto, había un pobre paquete abandonado.

Se acercó a la oficina de logística para indagar, y sin saber bien cómo, de vio con la tarea de llevar el paquete a un lugar apartado de las montañas, muy lejos de su ruta.

 

El día fue generoso, todos los clientes estaban en casa y en apenas una hora, ya solo le quedaba el triste y sucio paquete. Al menos le pagaban kilometraje y un almuerzo de carretera.

Tras configurar el navegador del automóvil, animado y feliz, se dirigió a su destino, saltarse el cerramiento perimetral de la ciudad, se le antojó una aventura que merecía la pena.

Después de recorrer unos 50Km y ya a los pies de las montañas, el GPS, le indicaba como ruta más rápida una carretera comarcal, estrecha y mal señalizada.

Le encantaba conocer nuevos caminos, así que volvió a sonreír.

- Un día perfecto, gritó.

La carretera avanzaba en sinuoso y constante ascenso, de tarde en tarde, como si de venas menores se tratase, de izquierda o derecha, otros caminos partían. 

Casi por sorpresa, apareció un caserío con un cartel añoso que decía: COMIDAS.

Aparcó junto a la entrada del edificio, un refresco la vendría bien y de camino, podía preguntar sobre la dirección. 

Mientras tomaba una coca cola, preguntó al señor que atendía la barra.

- ¿Conoce usted esta dirección?

- Si, contestó, añadiendo, a unos 15 Km, encontrará un desvío a su derecha y casi enseguida, un camino de grava a la izquierda. Sígalo, al final está la casa que busca.

Pagó la consumición y cuando salía, creyó oír un -Yo no iría-

Se volvió, pero el señor de la barra ya no estaba.

Reemprendió el camino y tal como le dijeron, ahí estaba el desvío y en seguida el camino de grava.

De las laderas de las montañas, empezó a descender una densa niebla y Alberto borro su sonrisa.

Lo que me faltaba, niebla, dijo.

La visibilidad se redujo  una veintena de metros, pero el camino de grava tampoco estaba para prisas. Avanzando cada vez más despacio y en completo silencio, al fin, se abrió una explanada casi libre de niebla y en medio, la casa.

Era una casa solariega, que hacía mucho perdió su renombre. Tenía 3 pisos de altura y en sus abuhardillados tejados, destacaban las ventanas de las mismas.

Tomó el paquete y recorrió la decena de metros que le separaban de la entrada. En la misma, adherida a la puerta había una nota.

La entrada por la parte de detrás, informaba.

Aunque la gran puerta estaba situada en mitad de la fachada, eligió rodear la casa por la izquierda, parecía que había menos niebla por ese lado.

Torció la esquina y se vio envuelto en una densa y blanquecina nubosidad que no le permitía ver más allá de un metro.

Extendió su mano derecha hasta tocar la pared y sujetando el paquete con la izquierda avanzó decidido. Se sentía extraño, avanzaba, pero se le hacía un recorrido interminable. Paró y escudriñó a su alrededor, pero siempre sin separar la mano del muro.

Volvió a ponerse en marcha, toda noción del tiempo o del espacio recorrido, carecía de sentido, la impaciencia lo atrapó. Aceleró el ritmo de sus pasos y de repente, vio la esquina, casi gritó a modo de triunfo. Al torcer la, descubría la explanada, su furgoneta y la fachada de aquella maldita casa.

Asustado corrió hasta la entrada, arrojó el paquete contra la puerta y subió al automóvil. Mientras recorría el camino de grava hasta la carretera comarcal, se sintió observado por algo de poder inconmensurable. Aceleró hasta el límite de la prudencia, luego enfiló la comarcal cuna un único deseo en mente; interrogar al señor del caserío.

La niebla parecía levantarse y al poco vio el cartel. COMIDAS, estaba descolgado de uno de sus anclajes. Se detuvo y lleno de pavor, descubrió que llevaba años abandonado.

En este punto se dejó arrastrar por el pánico, condujo de vuelta a la ciudad al máximo de velocidad que le permitía el motor del vehículo. 

Una vez en casa, ya tranquilizado su espíritu sonrió.

- Buff, soltó sonriendo.

Se preparó una cena temprana, su reloj se había parado a las cuatro y no tenía idea de que hora era.

Mientras cenaba, cayó en la cuenta de que no había visto a nadie, ni peatones, ni tráfico. Lo achacó al estrés, pero al asomarse a la ventana, vio la ciudad desierta y una densa niebla lechosa que avanzaba.

 

Fin

Rafa Marín


martes, 23 de febrero de 2021

Oda

No pidas tal cosa, bella dama.

Si por un instante, al atardecer,

fuese niebla que te reclama.

¿Vendrías a mí, para perecer?

¿O como paloma asustada,

el vuelo habrías de emprender?

Que no llame tu boca a la parca,

en su mirada es todo perder.

La risa del arroyo que salta,

los ojos donde el fuego ves arder.

No pronuncies tal palabra,

deja hoy las cosas crecer.

Quizás una hostil madrugada,

ella, en tu boca vuelva a nacer.

 

Rafa Marín


domingo, 21 de febrero de 2021

En otra vida

¿Para esto hemos quedado,

Sueños, miedos y esperanzas,

escondidos entre las sábanas,

que nunca hemos sudado?

Luz que brilla y no alcanza,

a cruzar este mar helado,

ni acaricia el pelo dorado,

ni la boca roja que no canta.

Estos años que han huido,

viendo crecer al duro coral,

de aquellos versos leídos.

La parca ha de esperar,

a que elijamos el sitio,

donde por siempre descansar.

 

Rafa Marín


Vida perdida

Con los sueños bien pagados,

de ese tren que te vendía,

el perfume de los osados,

a la vez que te dormías,

para no abrir los párpados. 

Noches tahona en Madrid,

días de Cádiz y sus clavos,

en la pared de las utopías,

cada jueves de mercado.

Viviendo del empujón, que ironía,

de tu vida sin pasado.

Quién quiere su nombre en una ficha,

teniendo cartel en comisaría,

por ser de los diez,

el más buscado.

Pero hoy, aquí te ves,

pobre perro desdentado,

que gruñe sin poder morder,

y de entre sus flacas patas,

no puede sacar el rabo.

De esta aventura que has pagado

y que acabó con tantos,

solo te queda hurgar en la basura,

de una casa con criados.

 

Rafa Marín


Oda a mi necesidad

Sin tomar otras medidas,

que de este mundo sus caminos,

puse mis pies a caminar,

para eso solo han servido.

Peregrino fui, de sitio en sitio,

cantando esta eterna trágala,

una canción para los vencidos.

Romper la noche entre gritos,

carreras llamas y cristal,

de esos que se han vendido,

a los más duros del capital.

Corre, corre, malnacido,

que tus sueños quieren robar,

los unos, por no tener sentido

y los otros, que quieren gobernar.

Arriba, en los cielos marchitos,

sólo sopla el viento, nada más.

Ya vale de tantos crucifijos, 

ya basta de reyes y majestad.

Yo aquí, por unos ojos herido

y ella, ahí, sin saber que pensar.

 

Rafa Marín


sábado, 20 de febrero de 2021

Grafiteros

La noche,

callejones de sombra

y pintores de bote y carrera,

se abre como una flor,

que puede cortar cualquiera.

Allí,

donde se funden luz y farol,

columnas entre las piedras,

llega urgente una voz.

¡Alto! ¡Alto!

Todo son carreras de la sinrazón.

Libertad, gritan los ecos,

mientras entre risas, se alejan.

 

Rafa Marín


viernes, 19 de febrero de 2021

A una niña


 Atrapada en el horror,

sin nadie que la defienda,

va conociendo ese dolor,

que ya nunca se cuenta.

Polvo gris sin solución,

allí también hay cunetas.

Tan joven la bella flor

y quizás ya esté muerta.

 

Rafa Marín 


Para que nadie diga

Intento imaginarte al despertar,

con una sonrisa en la mirada,

ojos del color del azafrán,

en esta pérdida madrugada.

Sueño, esa es mi única verdad,

castillos que sin cimientos se izan,

esperando para verte pasar;

porque no quiero que nadie diga.

Adiós, flor de belleza sin par,

fantasma que mi dolor abriga,

hoy quisiera poderte cantar;

pero no quiero que nadie diga.

 

Rafa Marín


Una nube blanca

La miro el horizonte recorrer,

sobre una nube blanca que viaja,

perezosa soledad enquistada,

por no saber cómo poderte querer.

Las montañas, mis puras atalayas,

quién pudiera solo poderse perder,

manos sobre las que quieren arder,

las máculas teclas del piano al alba.

La miro, sé que por fin he llegado,

tras mi oscuro viaje en el tiempo,

para ver lo que siempre he buscado.

Ese momento feliz estar viendo,

el dolor hoy ya se ha terminado,

su amor en mis ojos están mirando.

 

Rafa Marín

 


miércoles, 17 de febrero de 2021

El demonio y yo (relato corto)

 Hace mucho tiempo, vi al demonio. Verán, les cuento.

Todo ocurrió una noche lluviosa de invierno, ya saben, truenos, rayos y lluvia, mucha lluvia. Tras terminar la jornada de trabajo, tomé el coche y me fui a casa, por aquel entonces, vivía en un apartado chalet cerca de la playa. Era un lugar muy agradable. Tenía un seto altísimo que rodeaba la propiedad y protegía el enorme lugar de miradas curiosas. No le faltaba de nada, piscina, frutales, hasta garaje y cenador de verano tenía.

Me sorprendió lo económico su precio de alquiler, pero como estaba apartado no sospeché. El dueño puso como condición, hacerme cargo de dos enormes mastines, cosa a la que accedí encantado. Imaginen, un trozo de edén y encima con dos ángeles guardianes. Los días pasaban bucólicos y los perros y yo, pronto nos hicimos inseparables.

Cada día salíamos a recorrer las soledades que rodeaban todo, y la playa era un hermoso arenal igual de solitario que yo. Llegó el verano, y con él, amigos y familiares, lo que para mí era un incordio, para "Negro" y "Grandullón" fue una aventura. La casa llena de gente y barbacoas a diario. Pero como llegó, se fue.

El otoño trajo la ansiada soledad y los atardeceres más espectaculares que había visto. La vivienda era grande y tenía contratada a una chica, la cual pasaba 2 veces en semana a hacer limpieza. Cada día, dedicaba algunas horas a la rehabilitación, un percance que tuve y que no tengo interés en contar. Pero como les digo, me sentía feliz y satisfecho.

A mediados de noviembre, no recuerdo el día. María, mientras retorcía una bayeta entre sus manos, me dijo que llegaba el invierno y que ella no volvería. Me sorprendió, pero entendí su postura. Nada más lejos de mi intención que obligarla a hacer algo que no quería. Así que, tras finiquitar nuestro acuerdo, me dispuse a contratar a otra persona en el pueblo cercano. Fue imposible, nadie quería pasar por el chalet. Reconozco que me enfadé e incluso llegué a llamar paleta a la dueña de una agencia, la cual me recomendó, dejar el sitio.

En este punto, entran en el asunto varios detalles, ahora los reconozco, a los que no presté atención. Los perros, parecían rehuir una zona, la trasera del garaje e incluso, parecían rechazarme a mí. Aquel día, como les dije al principio, la tarde dio paso a una noche tormentosa h muy desagradable. Recostado en un sillón, mientras los canes dominaban cerca del fuego de la chimenea, o un terrible estruendo y un espeluznante grito. Sobresaltado, tomé el atizador del fuego y me dirigí a la puerta. Los mastines gruñían y ambos empezaron a ladrar a la puerta. Atizador en alto, abrí, pero más allá del porche sólo se distinguía la cortina de agua iluminada cada poco por el brillo cegador de los rayos.

Negro, quizás empujado por su instinto se dirigió a la cochera y desde una prudencial distancia, entre amagos de ataque y ladridos, consiguió que yo me atraviese a salir para indagar. Tome una linterna y armado de coraje y un atizador, obligué a Grandullón a acompañarme. Llegamos a la esquina del garaje y todo sucedió de pronto. Grandullón, aullando lastimeramente, tiró de mí, haciéndome caer, perdí linterna y atizador, e indefenso bajo la lluvia vi como los dos enormes perros se escondían en la casa.

Valiente por necesidad, tanteé el suelo, y tras asir el atizador, con él en alto, torcí la esquina. Dispuesto amatar o morir. Lo que vi, me hizo retroceder de espanto. Corrí hasta la casa, me encerré con llave, alimenté el fuego y abrazado a los perros, pasé la noche temblando de miedo.

Al día siguiente, llamé al casero y tras inventar una excusa, le informe que tenía que dejar la casa. Acordamos que le entregaría la llave esa misma tarde. Al vernos, el hombre me vio muy nervioso y me preguntó si pasaba algo. Lo miré a los ojos y a mi vez, le pregunté si sabía lo que había tras el garaje.

- Caro, respondió rápidamente, allí hay un viejo espejo que heredé hace algunos años.

Me explicó que una tía lejana, con fama de ser una persona excéntrica, había comprado aquel espejo y que este, reflejaba en invierno a quienes llevamos dentro. 

 Fin. 

Rafa Marín

 


martes, 16 de febrero de 2021

Amar

 Si por pedir, perder la vida entera,

en cada súplica de mi boca morir,

en este mundo donde de tanto sufrir,

hace paraíso del infierno que me espera.

Y al final de mi vida poder descubrir,

que toda mi verdad fue verbo que yerra,

el honor metido en la sesera,

por el orgullo de no saber pedir.

Para entretanto haber querido,

como ama el mismo diablo,

a los que en vida han delinquido,

con su lujuria en este teatro,

en el que yo por amor he sufrido,

mientras ella no sabe cómo la amo.


Rafa Marín

sábado, 13 de febrero de 2021

Mi amor

El amor.
Sobre este suelo de sudor y piedras,
que nos dice que el ánimo volverá.
Sobre este andén sin trenes que llegan,
toda la paciencia, toda la vida, se me van.
Como se van las horas despiertas,
esperándote para soñar.
Hoy hundí mis manos en la arena,
buscando tu perfume de mar profundo y sal.
Aún recuerdo el temblor de mis piernas
y un beso y otro y otro y otro más.
Recorrer la calles desiertas y en cada esquina,
pedir que tu casa se alejara como mi tristeza.

Rafa Marín

miércoles, 10 de febrero de 2021

Oda a un bolígrafo perdido

Tú, que sobre el blanco eres,
entre mágicos signos verbo.
Hoy, sin humos, desapareces,
para volver pródigo luego.
Del tiempo eres un recuerdo,
y al perderte sentí  el trece,
de quien sin suerte fue juego.
Ahora que la tarde languidece,
y entre mis dedos te tengo,
serás viejo amigo, presente,
pues en forma de oda,
de tu sangre real, haré texto.

Rafa Marín

martes, 9 de febrero de 2021

Caseta del práctico


Cual castillo de popa,
dibujaron tu figura
y como si fueras ola,
del blanco y del azul,
tus paredes rebosan.
Sólo cuando embravece la mar
y contra tus ventanas choca,
siente el práctico lo que es navegar.

📷 by Susana Pedreira.

 

Rafa Marín

lunes, 8 de febrero de 2021

Una oda

Emulando a una santa,
de tanto morir sin morir,
el corazón se me está muriendo.
Tú, que ante mis ojos te plantas
y sin yo hoy quererlo,
del pecho él me salta,
para caer en los infiernos.
Quizás deba ser así,
pues lo mío es meter la pata
y esté justificado el tormento.

Rafa Marín

domingo, 7 de febrero de 2021

Del derecho y del revés

Del derecho y del revés,
sueño que ahora se despierta,
a veces una verdad que acierta
y que mis ojos no pueden ver.
Perfume de flor abierta,
de la que en otra vida sabré;
mundos que mi ser inventa,
con una insaciable sed.
Esa lejanía de tan cerca,
nube que no se deja querer.
A veces orilla que se aleja,
otras ola que sueña volver,
siempre inocente sonrisa,
que asomada quiere saber.

Rafa Marín

miércoles, 3 de febrero de 2021

Tú, siempre .

La tarde de rosas maquillada,
me habla del triste adiós,
de los sueños que no fueron nada.
Hoy, ya vencido el viejo dolor,
me acerco temeroso a tu playa.
Que inmensos tus ojos y su color,
no veo en ellos sus lágrimas,
sino el más tierno pudor,
de una niña ilusionada.

Rafa Marín