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domingo, 28 de julio de 2019

Mujer

Mira mujer, no soy tímido,
sino todo lo contrario,
mas no sé como decirte,
que quisiera sentir
tu aliento en mi oído,
Ver la risa de tu mirada
y quizás fumar un cigarrillo.
No te pido que vengas,
pero si quieres hacerlo,
ven, cuenta conmigo.
La pasión no siempre acierta,
la duda de saber si tú,
lo mismo desear quisieras,
va a acabar conmigo.
No te prometo noches enteras,
ni quizás dos días seguidos,
pero si la desbordada entrega
con la que todo lo consigo.
Aleja de tu corazón esas penas,
los malos recuerdos,
que sean sólo olvido.
Ya llegarán las mortajas,
con eterna oscuridad
y siempre vestidas de lino.
Rafa Marín

sábado, 27 de julio de 2019

Insistir

Insistir:
contra el muro de su voluntad,
con las manos vacías,
con el corazón lleno
y una verdad incierta.
Insistir:
contra la roca de la razón,
mente que la gobierna.
Insistir:
como el herrero en la fragua,
fuego que ablanda al acero
y lo moldea y lo templa.
Insistir:
porque no tengo nada más,
un corazón que a rendirse,
con una sonrisa se niega.
Rafa Marín

miércoles, 24 de julio de 2019

Roja es la sangre

Roja era la espuma
que del mar se despertaba,
como rojas eran las rocas,
de aquella pulida muralla.
Rojas eran arena y agua,
tan rojas se veían,
como roja fue la sangre derramada.
Roja era la cruel mirada,
de una parca que sentía,
en su honor la matanza.
No se contaron por cientos,
miles fueron la tumbas cavadas.
Sangre de jóvenes guerreros,
que la ambición de su rey,
como a los perros azuzaba.
Luego la historia y sus cuentos,
por los ausentes fue contada.
Rafa Marín

Las Lamias ( relato corto)


Desde su más tierna infancia, sus padres se lo habían inculcado, pero mientras miraba amorosamente a la pequeña flor, se preguntaba el porqué. Los animales del bosque nunca le rehuían, es más, cada mañana la alondra se acercaba y con su canto le despertaba.

Una mañana de verano, mientras se acercaba al remanso perezoso que el río dibujaba entre abruptos acantilados y una pequeña playa escondida entre los sauces centenarios, vio como una joven se desnudaba y se metía en el agua.

Se ocultó y desde las aneas la miró, era tal la belleza y perfección de su cuerpo, que quedó paralizado de amor.

La chica, después del baño, se quedó tumbada un rato al sol, luego se vistió y desapareció entre la fronda.

Él, recuperado ya de su éxtasis, disfrutó de su baño, pero en su mente la belleza y juventud de la mujer, se negaban a pasar al olvido.

Durante la noche, incapaz de conciliar el sueño, trazó un plan y así, feliz se durmió al fin.

Se levantó temprano, tanto que la alondra no llegó a su cita diaria, desayunó con prisas y sin decir nada, se dirigió a su rincón en el río.

Se ocultó y pacientemente esperó. Para su sorpresa, a la misma hora que el día anterior, apareció la joven, pero ... ¡Oh! Sorpresa, la acompañaba otra chica. Ambas, desnudas y hermosas se lanzaron al agua y chapotearon entre risas y juegos. Al final, tendidas en la playita, se amaron entre caricias e impúdicos besos.

Por un momento, él, pensó en salir de su escondite, pero prefirió no interrumpir la magia que rodeaba aquel momento.

Se sintió confuso al principio, pero al recordar horas más tarde aquella visión de dos mujeres amándose, decidió que debía dejar su timidez y actuar.

Al día siguiente se volvió a ocultar, pero tras un día entero de espera, nada. No apareció nadie.

Lo mismo ocurrió los siguientes cuatro días.

Empezaba a pensar que ya no volverían, pero mientras se bañaba, oyó voces de mujer y fue a ocultarse. Demasiado tarde, cayó en la cuenta de que su tosca ropa, estaba donde la había dejado, en la playa.

Las dos chicas, repararon enseguida en las prendas y al no ver a nadie, lo llamaron.

- Ven, dijo una.

- No te vamos a comer, soltó la otra entre risas.

Tanto insistieron, que nadando se acercó a la orilla.

Ellas al verlo sonrieron maliciosamente, se desnudaron y se metieron en el río. Durante un rato él se sentía tímido y no se acercó a las chicas, poco a poco y viendo que ellas le incitaban, fue ganando confianza.

Un de ellas le preguntó.

- ¿Nunca has estado con una mujer, verdad?

El asintió con la cabeza.

- Esta noche ven aquí, nos tendrás a las dos, dijo una de ellas y ambas salieron del agua.

El día parecía no pasar, entre la impaciencia y el deseo, las horas eran eternas. Por fin, declinó la tarde y él se dispuso para el encuentro.

Caminaba feliz, excitado y, entonces le vino a la mente aquel consejo que le repitieron hasta la saciedad: "No te fíes de nadie en el bosque"

Desecho el pensamiento y siguió, la noche nacía y la luna asomaba, pálida y llena.

Cuando llegó al remanso del río, las dos jóvenes esperaban, casi vestidas e iluminadas sus miradas por una hoguera.

- ¿Saben tus padres que estás aquí? Preguntó una a modo de saludo.

Él respondió tristemente.

- Mis padres murieron, vivo solo desde entonces.

No pudo ver el cruce de miradas entre ellas.

- Ven, bebe y se feliz con nosotras, dijeron las chicas a la vez.

Se llevó la copa a los labios y cayó al suelo inconsciente.

Cuando despertó, se sentía entumecido y muy cansado. El lugar estaba oscuro y la atmósfera le parecía sofocante. Enseguida supo que estaba atado, miró los grilletes y cadenas y sintió miedo.

Pasaron horas, quizás días, no sabría decirlo.

Por fin entró una de aquellas, ya no tan hermosas muchachas, su cuerpo perfecto relucía bañado en aceite.

Le dio de beber y de comer, siempre en silencio y tal como llegó se fue.

La comida y el agua le hicieron sentirse mejor, pero seguía sin entender que querían de él. ¿ Por qué le habían secuestrado?

No pasaron ni dos horas, cuando volvió la misma mujer, esta vez traía un cuenco con fruta. Se acercó a él sonriendo y tomando un poco de esa

de esa fruta la mordió, luego acercó sus labios a los suyos y besándolo, le puso el jugo en su boca.

Sintió que su deseo despertaba de inmediato.

La joven entre caricias y juegos le llevó al clímax. Cuando esta se sintió satisfecha, se dirigió al muro, de allí, descolgó un látigo y lo azotó mientras él suplicaba en vano. Perdió el conocimiento, al volver a despertar, las heridas palpitaban por todo su cuerpo.

La otra mujer llegó entonces, con voz triste, le hablo en un susurro.

- Lo siento, dijo. Mi hermana es malvada y me obliga a hacer estas cosas que yo no quiero.

Después aplicó cariñosa bálsamo por su piel desgarrada.

Enseguida se sintió mejor.

La chica le dijo que tomara una poción.

- Te ayudará a bajar la fiebre.

Él se dejó hacer, sintiendo que la chica podría ser su única salvación.

Le pidió agua, ella, solícita fue a por ella, al poco reapareció, con agua fresca y un plato con carne asada.

Le ayudo a comer y le prodigó caricias y besos. Se amaron, con dulzura, sin prisa, parando el tiempo.

Volvió a dormirse, volvió a despertar y volvió a repetirse todo otra vez.

Latigazos, hierros al rojo...

La hermana malvada, saciaba y saciaba sus apetitos carnales y luego lo torturaba. Después, la otra lo curaba amorosamente y se amaban.

El tiempo fue pasando y las atroces torturas fueron llenando su cuerpo de cicatrices.

Ya no sabía cuánto tiempo había pasado, pero después de una sesión especialmente cruel, su torturadora le obligó a tomar otra pócima, se sintió morir, notaba como su cuerpo se iba transformando, sus músculos, sus extremidades, todo crecía y a la vez le provocaba un dolor irresistible. Presa del pánico forcejeó con sus cadenas y las arrancó de sus anclajes, derribó la puerta de su celda y huyó.

Vagó por el bosque, pero los animales huían de él, así que acabó por cazarlos para sobrevivir. Al fin, una noche acabó frente a la puerta de su casa. Estaba abandonada y oscura, entró en ella y el espejo de la entrada le devolvió el reflejo de un ser deforme y monstruoso.

Lloro desconsolado, luego prendió fuego a la casa y se internó en el bosque para no volver.

Nunca supo que había sido presa de unas Lamias, a las que su madre robo un peine de oro.

Fin

Rafa Marín


martes, 23 de julio de 2019

Tu perfume

Si el dulce perfume de tu ser,
por un momento yo sintiera,
en mis labios y su insaciable sed;
nadie más feliz que yo hubiera.
De tu risa carmesí su palidez,
cual infierno que te quema,
gotas de pasión en su correr,
que menos yo, besa cualquiera.
Tú, eres mi desdicha mujer,
dulces cantos de sirena,
siempre ahí,
sin decir ni prometer.
Sin dar a mi aliento y su quimera,
ni esperanzas ni tierra,
en las que mi amor verter,
cual manantial que te riega.

Rafa Marín

A veces pienso

A veces pienso y, sé,
que mi mundo nunca será perfecto.
Para mentir, la facilidad del gesto,
una mano tendida,
que sólo señala con el dedo.
Mi verdad, está tan escondida,
nunca mis problemas cuento.
Ya me cansé de luchar,
ya por fin me hice viejo;
cartas del lupanar,
perdidas marcas de guerrero.
El ayer me invitó, me dijo ven,
ahí tienes otra oportunidad.
Pero ni por eso, quise más y más,
marejada desarbolando veleros.
Una furia furiosa,
el vendaval de los cuatro vientos.
Rafa Marín

sábado, 20 de julio de 2019

Perdido en la tarde

Y mientras la tarde pasa, imagino,
porque sólo eso me dejan tus ojos.
¿Por tu cabeza qué pasará?
Sueños sin cumplir, en esta hambre,
que voraz incitan mis demonios.
Miro la carretera, ¿a dónde no llevará,
si una noche nos sorprende
entre casuales insomnios?
A veces, la puta curiosidad
y otras, este siempre buscar binomios,
un juguete para destrozar,
una hermosa flor olvidada en el otoño.
Pero la tarde insiste en pasar,
dragones entre rosas blancas,
manos vacías y un árbol talado.
No trae retoños, sólo sombras y soledad.
Simulando que es otro antojo y así callar.
Rafa Marín

Mirada

De este mar solitario,
que son tus ojos al mirar,
se encienden por un momento
los delicados pétalos de sal.
Quizás estén ya lejos;
aruroras sin manantial,
los más bellos recuerdos,
de una playa en Trafalgar.
Hoy, cuando visitas al espejo
y éste se negó a mirar,
quisieras ser playa que invita,
con un susurro a naufragar.
Mil soles del descontento,
sueños rotos nada más.
Un quejido que nació muy dentro,
como tan profundo es tu mar.
¡Ay!
De amarte nadie se quiere acordar.
Niña en tu sufrimiento,
dulzura de mujer al despertar.
Rafa Marín

La esperanza

Perder la esperanza siendo un niño,
morir entre el barro y las alambradas,
con el reflejo lejano y nítido
de una hermosa noche estrellada.
Trepar hasta las copas buscando nidos,
para romperse entre las ramas bajas;
juventud que al nacer ya se ha ido,
como se fueron miedos y madrugadas.
La verdad como brote de frágil hierba,
que al despuntar es cubierta de bosta,
pero que ni el tiempo y su pasar entierran.
Ayeres que en el recuerdo se agotan,
luchando para que no se pierdan,
rezando cada noche para que vuelvan.
Rafa Marín

Los mastines ( relato corto)

Encendió la luz del porche y salió desnuda al fresco de la noche. Los dos mastines que guardaban la casa acudieron dóciles y fieles. Ella miró la profundidad de sus ojos. Sintió un escalofrío al pensar como sería el ataque de estos dos imponentes ejemplares.
Como movidos por un resorte, ambos animales giraron la cabeza hacia la oscuridad circundante y de inmediato corrieron hacia negrura, en silencio, como dos fantasmas.
La mujer sintió miedo y se refugió en el interior de la casa, cerró con llave y fue a buscar el revólver que guardaba en el cajón del escritorio. Un aullido feroz rompió el silencio nocturno.
Se agazapó en un rincón, a oscuras, vestida con el pavonado revólver negro. De afuera llegaban aullidos y lastimeras quejas, barullo de pelea y después el silencio.
La mujer no se movió, poco a poco fue clareando el nuevo día. Más cansada que asustada, se vistió. Siempre con el arma en las manos, salió al jardín. Caminó por los alrededores, descubrió un rastro de sangre, y un poco más adelante a los mastines muertos. El rastro de otro animal se alejaba. Ella, amartillando el arma avanzó, unos metros adelante había un enorme lobo, estaba malherido, los mastines hicieron su trabajo. Se acercó con precaución, la invadió un sentimiento de lástima. Disparó a la fiera a la cabeza y se volvió a la casa, abatida, casi llorando.
Se metió bajo la ducha y se frotó con furia, como queriendo arrancarse la sensación de culpa.
Llamó a la policía y comunicó el suceso. Al rato, apareció una patrulla rural, se hicieron cargo de los animales muertos y se marcharon.
La mujer descolgó por segunda vez el teléfono, esta vez llamó a la tienda de animales, dio su nombre y número de cliente. Luego el encargo: dos mastines ya adultos y adiestrados.
Fin
Rafa Marín

martes, 16 de julio de 2019

Si por gozar sus encantos

Si por gozar sus encantos,
que mentirla yo tubiera,
no habrá mayor bellaco,
de boca tan zalamera.
Pues son sus dulces labios,
los que los míos desean;
un premio a mi descaro
y que el infierno me pierda.
No es mentira lo que digo,
es la verdad de mi corazon,
en cada uno de sus latidos.
No me impulsa otra razón,
sentir sus quedos suspiros,
mientras nos devora la pasión.

Rafa Marín

El carrito ( relato corto)

Se acercó desorientada, y con voz torpe y trémula, dijo:
- Joven, creo que me han robado el carrito de la compra. Es azul y tiene ruedas blancas.
El chico que atendía la caja del supermercado, miró con cansancio a la encorvada figura de la anciana.
- ¿Está segura?
Pregunto sin interés.
La pobre mujer no lo recordaba, pero cada día desde hacía dos semanas, se acercaba a su puesto de trabajo con la misma historia.
Por alguna razón, el chico que apenas llevaba un mes en ese trabajo, mientras miraba como se alejaba la señora, reclamó la atención de la encargada. Le informo de la anciana y su queja diaria.
La encargada, lo miró entre sorprendida y risueña.
- ¿Qué anciana es? Preguntó mientras señalaba el local completamente vacío.
- Esa, comenzó a decir, mientras miraba al largo pasillo sin clientes.
-No entiendo, continuó diciendo, estaba aquí, hace un momento y ... decidió callarse.
La encargada se alejó, negando con la cabeza.
Llegó la hora del cierre, hoy le tocaba cerrar, el chico, accionó el interruptor que bajaba las persianas y luego, fue recorriendo los pasillos uno a uno. Por un momento creyó ver a la vieja, pero no. Mientras iba apagando luces, pensó en lo curioso de la situación y de cómo poco a poco aquella señora confundida se había transformado en una vieja chiflada que le había hecho quedar mal.
Salió a la calle por una pequeña y pesada puerta blindada de la parte trasera. Esta daba a un callejón estrecho y mal iluminado, en el que para su mayor congoja, se hacinaban aquellos seres olvidados por dios.
Recorrió aquel trozo de infierno casi a la carrera, pero nadie le molestó, ni siquiera se percataron de su temerosa y urgente figura.
Justo antes de llegar al final del callejón, descubrió una luminosa apertura en la alta pared que rodeaba un solar, que soñaba con ser algo más, pero que aparentemente, nunca sería nada más.
Miró un instante a aquella grieta de luz, pero no se decidió a asomarse.
- Otro día, casi dijo en voz alta.
El joven, no volvió a ver a aquella señora, el trabajo del supermercado le ayudó a terminar su carrera y años más tarde, ya asentado como un detective de homicidios, recibió aquel aviso.
Se dirigió al callejón donde las luces azules y naranjas le señalaron el lugar del macabro hallazgo.
Sacó su placa y cruzó la cinta amarilla que demarcaba el lugar. Un agente uniformado, mediante señas le indicó la abertura en el muro, casi al final de aquel callejón que le había despertado miedos en su juventud.
Asomó la cabeza y notó el olor, dulzón y pegajoso de un cuerpo en descomposición.
Los técnicos forenses, había unos 10, se afanaban en su trabajo. Uno de ellos se le acercó, se saludaron por el nombre y, ambos sonrieron con desgana.
- ¿Todo esto, por un cadáver? Preguntó el policía.
El técnico lo miró sorprendido.
- ¿No te han informado? Hay un cadáver por carrito, dijo dibujando un arco con brazo.
El solar, iluminado a penas por varios focos, mostraba a primera vista unos 40 ó 50 carritos de la compra, todos azules y con ruedas blancas.
En un rincón apartado, custodiada por dos agentes, había una anciana, en cuyos ojos brillaba diabólica la luz de la locura.
Fin
Rafa Marín

domingo, 14 de julio de 2019

La miro sonreir

La miro sonreír mientras se aleja.
Ella, constantes arenas del tiempo,
única verdad que a todos nos acerca,
me hace un guiño, como diciendo:
tú espera; porque mañana seré vereda,
un camino solitario que recorrerás.
Pero hoy saluda y como siempre,
sonriente y misteriosa se va.
Me quedo quieto y la saludo cortés
y extasiado y temeroso y vacio.
Otro día más de estar para ser,
otro para levantarme y caminar.
Quizás uno menos para saber,
¿quién sabe que pasará?
Sólo ella con su magia,
con su presencia inagotable
y constancia diaria.
Ayer, entre vidas la olvidé,
pero hoy ella me ha recordado.

Rafa Marín

sábado, 13 de julio de 2019

Locuaz

Locuaz como una niña,
que caprichosa invita a soñar.
Como aquella tierna ninfa,
que en su arroyo,
dejó sus lágrimas brotar.
Locuaz, mi dulce chiquilla,
dejándote sólo amar.
Sin dar a tus labios el gusto,
de los míos querer besar.
Locuaz, como esta mañana,
que tanto añoras amar.
Locuaz, como esas promesas,
amenazas que sé, que no cumplirás.

Rafa Marín

viernes, 12 de julio de 2019

Me atropella

Me atropella el silencio de su boca,
esa mirada incierta,
que sin decir me nombra.
El temblor de sus labios,
es como ese volcán
que quiere ser por un momento,
ardiente fuego que explota,
pero baja los ojos
y se afana en otras cosas.
¿Qué podría decirme,
que mis ojos no supieran?
Amores sin tregua ni cordura,
de San Juan mil hogueras.
Rafa Marín

jueves, 11 de julio de 2019

Rompen mis palabras

Rompen hoy mis palabras,
tu paz y sutil sosiego,
como rompe la tempestad
con su trueno el silencio.
De esta virtud que es el callar,
sólo pueden decir tus besos,
esos que nunca van a llegar,
pues te parieron muy lejos.
Mundos que quise cruzar,
vidas que nunca viviremos.
Mañanas y noches en su viajar,
este mundo que se hace viejo,
playas que no se paran de mirar,
horizontes para el desaliento.
Rafa Marín

Pasó la mañana

Pasó triste la mañana,
un azul que fue gris,
un tiempo y unas ganas,
que se quedaron sin ti.
Estas letras sin llamas,
no son un corazón juvenil,
sino la fantasía apagada,
de quien sueña verte venir.
Bajo la sombra preclara,
de este limonero gentil,
pienso en esas sábanas,
que nos hicieron sentir.
Que cortas las madrugadas,
entre caricias sin fin;
juegos y besos sin calma,
con el canto de nuestro gemir.
Para de eso ya no queda nada,
pienso, si llegó a existir.
Porque mi memoria se afana
y ya no recuerda si lo viví.

Rafa Marín

martes, 9 de julio de 2019

Mis vidas se van acabando

Entre azules los altos cipreses,
mis ojos los miedos regateando,
que mido esta vida en meses,
porque se me está acabando.
Hora es ya de que empiece,
lo que tanto llevo pregonando,
acciones que me entristecen,
todo lo tengo mal calculado.
Esta vida que vivo de prestado,
tres veces me perdonó la parca
y las tres las fui desperdiciando.
La primera porque me dio la gana,
la segunda porque la creí un regalo
y esta última porque se acaba.
Rafa Marín

sábado, 6 de julio de 2019

El trío ( relato corto)


Pablo era un tío bueno, ya me entienden, de esos que son altos, con una sonrisa blanquísima y unos bíceps que hacían temblar a las mujeres. Simpático, conversador y educado.

Corría por el parque, cada mañana lo hacía, cuando de repente cayó de bruces al suelo. No había sido un infarto, sino un perro que inesperadamente se metió por en medio.

Iba a soltar un juramento, pero dos pares de larguísimas piernas femeninas le despertaron una sonrisa.

Las dos mujeres, de unos treinta y pocos, lo miraban asustadas.

- ¿Se encuentra bien? Dijo una de ellas.

- Pepe, se nos ha escapado, se excusó la otra.

Para compensar el tropiezo de Pablo con el perro, las mujeres le invitaron a un zumo de frutas en una terraza cercana. Allí, se presentaron y hablaron durante mucho rato. Intercambiaron los teléfonos y quedaron para picar algo el viernes siguiente.

La semana pasó, con la lenta rutina de hombre soltero y noches vacías. Por un lado queriendo ver a las dos mujeres y por el otro, sabiendo que no habría más que unas risas y un deseo que se quedaría en eso, una fantasía sin cumplir.

Le sorprendió la llamada de una de ellas, eran las 5 de un caluroso viernes.

- Hola, Pablo. Recuerda que esta noche hemos quedado. ¿Te apetece, verdad?

- Claro, dijo él, ¿quién no tendría ganas de volveros a ver?

Quedaron para cenar en un pequeño restaurante del puerto, era un sitio tranquilo y poco frecuentado, pero del que había oído hablar muy bien. Un sitio "exótico", le había comentado un amigo.

A las nueve y media entró en el local. Apenas media docena de mesas estaban ocupadas. La música sonaba triste y melancólica, con sabor a fado y a historias con tragedia.

Le atendió un joven con delantal negro y camisa a rayas. Él dio su nombre y el camarero le llevó a una discreta mesa al fondo del local, le ofreció una copa de vino y se alejó silencioso.

Las mujeres, se hicieron esperar, lo justo, como para que la sorpresa se dibujara en sus ojos al verlas acercarse. Hermosas, bronceadas y felinas.

Con gesto torpe, se levantó y al saludarla con un beso en la mejilla notó el embriagador perfume de ellas. Dulce y con ese aroma que invita al pecado.

Cenaron poco, pescado y ensalada y ese vino blanco que casi sabía a fruta prohibida.

Después, él propuso un bar del centro, pero ellas riendo le dijeron que no. Tenían una sorpresa, subió el coche de ellas y se dejó llevar. Salieron del pequeño pueblo y por la carretera de los montes cercanos, en un rato, que entre charlas y risas se le hizo corto, llegaron al inmenso portón de hierro forjado. Este se abrió lento y silencioso, el vehículo se adentró en la finca avanzando por un cuidado camino bordeado de setos altos, al fondo se recortaba una mansión bajo la luz de la luna.

Pablo, entre excitado y algo preocupado, no paraba de pensar como acabaría la aventura, pero sus gestos y su voz, no dejaron que asomará el mínimo atisbo de miedo.

En la escalinata de entrada, aguardaba otra mujer, vestía uniforme de guardia de seguridad. Nada más parar el coche, abrió la puerta a Pablo y después, tras apearse las dos mujeres, se llevó el coche a un lugar desconocido.

La mansión estaba iluminada con la confortabilidad de la penumbra y las mujeres guiaron al hombre directamente a una alcoba.

Desnudos los tres se dejaron arrastrar al infierno de la pasión desatada y poco a poco el placer los hundió en el plácido sueño.

Pablo, despertó sobresaltado, como si algo no funcionara bien. Contemplo a las dos mujeres que dormían a su lado.

Todo está bien, pensó. Al poco volvía a dormir plácidamente. Entonces, ellas abrieron los ojos, el brillo de la hoja del cuchillo iluminó sus miradas y una copa que vacía, aguardaba para llenarse con sangre.

Fin

Rafa Marín



Siempre la noche

La noche se ensaña en lecciones,
inútiles formas de decir: odio.
La noche que se alarga solitaria,
como un camino hacia la nada,
entre estrellas fugaces sin fuego,
persiguiendo mi alma que está callada.
¿Acaso entre las multitudes vacías
no hay razones para este adiós?
Son como imágenes de papel,
instantes que ya no quiero recordar.
La verdad amurallada de mi ser,
escogiendo de entre las manos,
las que están tan puras y vacías.
La noche me dice sin palabras,
que todo puede parecer tan normal
como tú quieras que parezca.
Ángeles y demonios mezclados al azar,
como se mezclan azúcar y café,
para que así lo podamos tragar.
Rafa Marín

Regreso

Medra la luminosa tarde,
en este verano que arrecia,
cuerpos llenos de sudor y arena.
Labios de sal con sabor a penas;
como queriendo olvidar,
aquellos que el tiempo les recuerda.
El dorado de un cañaveral
y el joven amor que atrás,
como este paisaje de ventanilla,
entre traqueteo se queda.
Rafa Marín