Me llegan los
recuerdos
de aquellas
calles de fuego.
Las veo ahora,
me miran
abrazadas.
A los restos
sangrientos.
A los cuerpos
mutilados
que sólo ellas
reconocen
entre el hedor a
muerte.
Me miran con
ojos vacios.
No hay rencor en
sus miradas,
sólo desconsuelo
y miedo.
Son madres, como
la mía
como la tuya
como todas las madres.
No soy capaz de
aguantar esas miradas
y levanto los
ojos al cielo.
Orgulloso ondea
el trapo
que se lava con
sangre
entre las ráfagas
de balas
que hieren la
carne.
Por qué, si es
un país tan lejano
que no le
importa a nadie.
Rafa Marín
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