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jueves, 22 de abril de 2021

Sin ser

Y sin ser diosa,

te vuelves incorpórea presencia

y mi mente de ti se llena.

Y sin ser,

pues solo eres sombra,

mi boca versos te canta

y mis sueños tú desvelas.

Y vivo, rogando,

que no te vuelvas ausencia.

Que seas junco en mis manos

y en mi boca el más dulce néctar.

 

Rafa Marín


viernes, 16 de abril de 2021

La noche se desliza

La noche se desliza,

sombras sobre las aceras.

Un sonido que quiebra,

está mirada que no mira.

Caen del cielo mil estrellas,

te imagino tan divina,

como la brisa en las esquinas.

Luz intensa que ciega.

Pero las horas te alejan,

como se alejan las risas,

en una noche de querellas.

 

Rafa Marín

 


martes, 13 de abril de 2021

Su boca

La miro,

como mirando sin mirar

y de sus labios imagino,

un beso que en mi boca

se vino a posar. 

Ya sé que, quizás no es mi destino,

que otro su boca besará,

pero hoy la miro como ayer

y como el mañana que vendrá.

Con su boca queriendo ser beso,

y la mía queriéndola besar.

 

Rafa Marín


miércoles, 7 de abril de 2021

Recuerdos

Recuerdo cada momento,

cada temblor, cada suspiro.

Recuerdo mi nombre en sus labios,

los besos y cada locura que nos atrapó.

Recuerdo el doloroso adiós

y una mañana de lluvia.

Recuerdo su dolor, su mirada

y esa lágrima que cree que no vi.

Recuerdo y es todo lo que de ella poseo.

 

Rafa Marín


lunes, 5 de abril de 2021

Una noche asomada

Se asoma mi mirada al silencio,

de una noche que grita.

El pasar de una ambulancia

y su presagio de flor marchita.

Una farola siempre luce,

en esa esquina maldita,

donde los sueños no bailan,

la muerte es quien invita.

Se asoma la luna a un edificio

y hay luz en aquella oficina.

Ella, con su cara cansada

y la blusa que todo lo indica.

La noche,

se asoma a mi mirada,

mi alma sin sueños

y tras este cristal,

una boca que suspira.

 

Rafa Marín


Fluir

Fluir,

sin otro fin más que el mar,

que me verá morir.

Arrastrar la hoja,

y en mi caudal,

como un carrusel despoblado,

hacerla girar.

 

Rafa Marín


domingo, 4 de abril de 2021

Trémula

 

Trémula la brizna tiembla,

con la brisa de la mañana,

que el sol hoy despierta.

Momento que mi vida extraña;

mis ojos cuando aciertan,

a ver los tuyos y su mirada.

 

Rafa Marín 

sábado, 3 de abril de 2021

El nigromante (relato corto)

 En la última ventana del torreón, oscilaba una tenue luz amarillenta. La noche avanzaba y cuando ya parecía que el alba iba a romper la oscuridad, de esa ventana, como una exhalación, partió un haz de luz y una risa siniestra. Fue la señal. El grupo de campesinos reunidos al de aquella ruina, encendieron sus antorchas y con un improvisado ariete, arremetieron contra la puerta. No hizo falta un segundo intento. Se jalearon unos a otros, en un intento de encontrar el primero en traspasar el umbral de aquel viejo torreón. Un gélido soplo de brisa los hizo retroceder, parecía que ante todos se hubiera abierto la boca del infierno. Asustados y como si en ese instante la vida les hubiese cargado de años, huyeron de allí, para no volver nunca más.

El tiempo pasó y unos siglos más tarde, otra noche como aquella ya olvidada, otra luz amarillenta volvió a iluminar aquella ventana. En la fría habitación del viejo torreón, tres chicas, se afanaban en dibujar un pentáculo en el suelo. En sus ojos brillaba la luz de lo prohibido y mientras una encendía una barritas de incienso, las otras dos miraban en derredor ostensiblemente nerviosas.

-         ¿Estás segura de que el incienso nos protegerá?

Preguntó la más joven.

-         No lo sé –contestó la otra- Pero creo que leí algo sobre eso una vez.

La tercera permanecía callada y ausente, solo sus ojos nerviosos demostraban temor a lo que estaban haciendo.

Cuando terminaron con los preparativos, Ana, la que al parecer era la “experimentada”, sacó de su regazo un pequeño y mal impreso libro. A la luz mortecina de una de las velas buscó una página en concreto y se dispuso a leer. En ese momento un soplo helado de viento apagó las velas y recorrió sus pieles como una mano soez y experta.

Una risa se dejó oír y una voz las reclamó.

-         ¿Qué queréis de mí? ¿Por qué perturbáis mi sueño?

Las chicas intentaron huir, pero fueron incapaces de moverse.

La mañana las sorprendió tiradas en un rincón, acurrucadas y doloridas, delgadas líneas de sangre seca, descendían de sus sexos hasta las pantorrillas.

De sus ojos había desaparecido la juventud, y aunque no recordaban nada, las tres sabían que había sucedido.

Se miraron en silencio, y una rompiendo a llorar, se arrojó al vacío saltando por la ventana. Era la más joven, quizás también la más sensata.

Las otras dos, se resignaron a su suerte, al salir del torreón vieron el cuerpo de la que hasta hacía unos minutos era su amiga, les pareció nada más que una pequeña muñeca rota y sin mirar atrás, iniciaron la vuelta a casa. Juraron nunca hablar de lo sucedido y se pusieron a imaginar una excusa, para justificar la muerte de su amiga.

Al llegar a las primeras calles, una de las jóvenes, sin previo aviso, se arrojó bajo las ruedas de un autobús que pasaba. El autobús no aminoró la marcha y se perdió calle abajo, como un sueño en la madrugada.

-     Ahora ya sólo quedas tú – se dijo Andrea ­– pero al mirar el cuerpo de su última amiga, vio que este no estaba.

Se sintió sola y asustada, perdida en una mañana de una noche que nunca podría explicar. Deambuló por las calles solitarias, y sin saber bien como, se encontró otra vez frente al torreón maldito.

-         ¿Por qué yo? – gritó a la oscuridad de la entrada –

-        Porque eres la única que ha creído en mí – respondió la brisa helada envolviéndola otra vez –

Los días pasaron y luego las semanas. Ella, embarazada, dio a luz a un niño, al que no pudo conocer, pues murió en el parto. Quizás se hubiese sentido orgullosa de aquel niño, pues con el paso del tiempo, se convirtió en la cabeza de la Iglesia Católica.

 

Fin

Rafa Marín

 

 

viernes, 2 de abril de 2021

Dice el sol

Dice el sol,

que no quiere que le escriba.

Que silencie mi voz,

que no sea viento en las esquinas.

Dice, eso lo sé yo,

que callar debiera,

mas, tengo preso el corazón,

ser libre tal vez quisiera.

Dice el sol,

que cada mañana es incierta,

que sueñan los reflejos,

con ser la verdad cierta.

¿Pero, qué puedo hacer sin voz,

sin su eco entre las piedras?

Una triste y dolida canción,

sin el trino de sus labios en primavera.

 

Rafa Marín