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viernes, 30 de noviembre de 2018

Se alza pura la noche

Se alza limpia la noche,
entre el despertar de las estrellas
y el viento que sopla de levante.
Hay una voz que prefiere callar,
sus ojos son un mirar constante.
Tiene la mirada roja de tanto llorar
y esa pena en su alma esconde.
Hay una voz que no me quiere hablar,
no sabe que la mía hoy  responde.
Sus sueños, ¿quién los pudiera abrazar
entre el raso de sábanas sin nombre?
Febriles miradas queriendo gozar,
como si aún fueran felices jóvenes.

Rafa Marín

El camino

Pérdidas entre la niebla están,
se quedaron allí mi juventud
y mis verdes y amadas laderas.
Abierto a mis pies hoy otra vez,
el camino cruel y puro quisiera;
avanzar fatigado y temeroso
de ese sol que me mira
y mi carne no calienta.
Pero se pasó la edad feliz,
ahora, sólo esperar queda;
canto de las hojas caidas en tierra;
un susurro tan cruel y vano,
que la brisa más leve lo despierta.
Cada noche me invita a soñar,
el día con la dura verdad me despierta.
Ya no hay hambre ni soledad,
pero mi mente a saciarse no acierta.
Algún día la negra parca vendrá,
con su sonrisa me hará carne muerta.
Rafa Marín

jueves, 29 de noviembre de 2018

Yo quisiera ser dócil,
como un caballito de carrusel.
Pero me corre ícor por la venas
y los dioses quieren verlo correr.
Tengo siempre hambre,
esa es mi condena
y por eso te quiero conocer.
Donde la paz para otros es familia,
hijos y carrito de supermercado;
para mí está en mirar a los ojos,
besar sin tiempo, pedirlo todo.
Tú, que no me quieres creer,
acabarás en mis brazos,
sintiéndose bella y mujer.

Rafa Marín

miércoles, 28 de noviembre de 2018

La mirada silenciosa

La mirada silenciosa se posa,
un punto verde más allá de la ventana.
No hay gritos, ni miedos, ni demonios...ni hadas.
Sólo esa paz que es instantanea
atrapando el tiempo,
un imborrable y feliz silencio.
La veo mirar y sin querer pensar pienso;
¿en que pensará en ese momento?
Percibir un mísero cambio en la brizna,
atrapar el aire en una habitación con reja.
Ver el jardín como quien ve la pubertad
que audad despierta y sonreir.
Anoche los demás dormían y él,
con el tris tras de sus tijeras,
decoraba con amor la perfección de la belleza.
Rafa Marín

lunes, 19 de noviembre de 2018

Hay

Hay heridas que nunca se cierran,
como sueños que jamás se alcanzan.
Hay verdades que son tan amargas,
noches que no tienen estrellas.
Hay, quizás la pena valgan,
personas que nos hablan de conciencia;
rumores entre las peñas pulidas
por el tiempo pasado y por agua.
Hay una fe y una esperanza
que los ojos nos ciegan.
Hay amores que son toda una vida
y momentos que una entera llenan.
Me asomó sin querer,
para eso abrí esta ventana y veo,
que las cosas no son siempre tan claras.
La niebla en el arrozal
y la sangre que chorrea.
A veces con querer ser no nos basta.

Rafa Marín

sábado, 17 de noviembre de 2018

El mar

Entre espumas se debate hoy el mar,
lucha con denuedo contra la tierra;
¿acaso cree que vencer valga la pena?
saltan al aire airadas sin callar.
Son las olas rugiente y su vagar,
pasión desatada que no se frena,
contra el arrecife estoico
se estrellan;
¿quien con su canto las calmará?
Hoy desde esta ventana veloz,
mis ojos asombrados lo miran,
mi boca quiere alzar pura la voz.
Sólo el viejo cuaderno la inspira;
letras que despiertan con dolor,
sirenas que no leerán mis rimas.

Rafa Marín

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Soledad

La soledad desbordando
cada poro de tu piel,
de ese sueño perdido
en las brumas del ayer.
Un corazón tan zurcido
que ya no se deja ver.
En los muros del olvido
quiso colgar su querer,
cada noche vuelve divertido
para ponerte todo del revés.
Ojos de llorar cansados,
vida que se fue yendo,
como del polvo los pasos.
En la ventana viendo,
ojos tristes reflejados,
la vida están perdiendo.
Rafa Marín

domingo, 11 de noviembre de 2018

Tristeza

Sabes amor, estoy triste,
me siento triste sin ti;
de ver que pareces que eres;
la que se equivocó.
No me malinterpretes,
me gusta verte salir;
es sólo que te imagino
triste también a ti.
Los sábados que descanso,
a veces quisiera salir,
pero miro tus ojos cansados
y lo que añoro es sentirte dormir.
Hoy cuando te has marchado,
la envidia llegó hasta mí;
mirando esta negra cartera
que cada día es más pesada
y que me lleva tan lejos de ti.
Estos años que nos han dado,
la confianza y la fe para seguir,
Pero hoy quisiera estar a tu lado
Y no tener que ir a trabajar;
Me siento a veces tan cansado,
pero ya ves, sin ti no se vivir.
Me duele más tu ausencia,
que las malditas mil heridas
que en la vida recibí.
Por eso hoy este canto,
que sepas que pienso en ti.
Te quiero
Rafa Marín

sábado, 10 de noviembre de 2018

No lo vi

No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Con una mano vacía tendida
y sobre las aceras sus pies descalzos.
Los transeúntes ciegos,
los que miran para otro lado.
Con su cuerpo herido y su alma,
que no sé por lo que habrá pasado.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo;
rota quedó mi conciencia,
la que no tengo,
en más de mil pedazos. Adulamos al poderoso
que nos escupe cuando pasamos
y somos insensibles ante su presencia,
del débil somos la crueldad,
con nuestro desprecio nos jactamos.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Su imagen me me llevo otras calles,
con sus miserias y sus calvarios.
Rafa Marín

La tarde

La tarde, como sombra pasajera,
trae un segundo de oscuridad.
No es que mi mente lo quiera,
es sólo que no para de pensar.
Las horas, como mariposas violentas
que solo quieren verte gozar;
pasan como nubes rápidas,
sin tiempo para soñar.
Del ayer que más quisiera,
sólo el recuerdo quedará,
cuando ante mis ojos cual hada estuvieras;
desnuda y entregada,
para mí sed al fin saciar.
Rafa Marín

miércoles, 7 de noviembre de 2018

El asesino (relato corto)

Caminaba sin parar, con esa constancia incansable que da la determinación. Solo, de tarde en tarde, tomaba un vaso de agua y se sentaba unos minutos. Aquella tarde fue distinto, apenas dio unos miles de pasos, se sentía cansado. Nadie notó que se moría en silencio.
El solitario banco de piedra entre la fronda del parque lo ocultaba de las miradas indiscretas. Permanecía encogido como un niño aún por nacer; como se encogen los soldados en la trinchera, tembloroso y asustado. Hacía frío, pero él no lo notaba, solo miraba al suelo.
Entre las hojas del otoño había una carta llena de letras emborronadas por las lágrimas de quien la escribió. ¿Cómo podía ayudarla? Esa era su pregunta sin respuesta, su mayor y único miedo, su impotencia. La noche comenzó a caer y al fin se decidió, tenía que actuar.
Durante la noche ideó un plan, sabía dónde vivía y conocía bien aquella ciudad. Se tomaría unos días de fiesta en su trabajo, era cartero; y así tendría la posibilidad de elegir el momento más  oportuno. Aún hacía algún "trabajito", esas cosas no se olvidan.
Durante la mañana se dedicó a limpiar y acondicionar su rifle de francotirador. Luego llamó a su jefe y le contó una historia sobre un familiar enfermo, le dieron 8 días, más que suficiente.
Mientras conducía hacia su destino pensó en ella, recoreana aquellos días felices, como se conocieron y como los separó la vida. La amistad que mantuvieron y los breves y furtivos encuentros. La recordaba hermosa, fresca y sobre todo libre. También recordó el día que eligió una vida cómoda y un marido mayor y rico. La tristeza veló sus ojos un instante, luego sonrió con tristeza, quizás él habría hecho lo mismo.
Ya en su destino, buscó un punto de observación frente a la casa de ella. No fue difícil, a unos 400 metros había un edificio de oficinas abandonado, todo un golpe de suerte.
Desde la seguridad de la penumbra que le daba la habitación observó la rutina de ella, quien entraba y salía, cuando estaba sola y cuando no.
En dos días ya estaba todo dispuesto, a la mañana siguiente actuaría.
Montó el rifle, eran las 9 de la mañana, ella acababa de desayunar. Apuntó meticulosamente, la veía tan guapa, observó cada habitación con la mira telescópica, volvió a ella, la tenía tan cerca. Apretó el gatillo, no se quedó a mirar el resultado, ya sabía cual era.
Con tranquilidad abandonó el edificio, tras él no quedó nada que pudiera ser de ayuda a la policía. Fue a su hotel y permaneció en él un par de días más. Luego tomó el camino de regreso s su ciudad.
Mientras volvía, recordó la carta, el horrible cáncer de huesos y el dolor, la heroína que la mantenía abotargada y su deseo de terminar cuanto antes.
Lloró, con el desconsuelo con el que lloran los que han perdido todo, con la amargura del enamorado, en la soledad de su viaje.
La policía estuvo acosando al marido de ella durante meses, pero no encontró nada que lo vinculase con el crimen organizado, y dada la enfermedad de ella, tampoco le creyó capaz de asesinarla por otra. Fue otro caso sin resolver, quizás una equivocación, quizás un error.
Fin
Rafa Marín

martes, 6 de noviembre de 2018

El puente (relato corto)

La noche estaba neblinosa, las farolas del viejo puente metálico derramaban sus conos anaranjados de luz sobre el negro de la noche, de la calzada y sobre el negro viejo del puente. El coche de policía iba despacio, el agente miraba todo con aire distraído y ausente.
Algo le llamó la atención en el otro petril del puente, entre la cada vez más espesa niebla. Era un blanco más compacto, más...opaco y sustancial. Aceleró el vehículo y al salir por otro lado, dio media vuelta y condujo hasta aquella blancura tan densa y extraña.
Al llegar creyó ver que la blancura se deslizaba fuera del puente y tomando la radio llamo a la central. Con voz profesional dijo:
Patrulla N3 a central. Adelante N3.
Central, posible salto de suicida en el puente de la calle Soledad.
Enviamos apoyo, dijo la radio.
Poco después varias sirenas se oían en la noche, al rato las luces azules las acompañaron. Se cerró el puente y los agentes orientaron unos focos hacia el lecho seco del río.
Sólo la lechosa presencia de la niebla pudieron ver, pero uno de los agentes gritó  - allí, al mirar todos en esa dirección sólo vieron un girón de niebla y nada más.
Se recorrió el Pedregal bajo el puente con la luz del día, pero no se encontró nada.
En el informe se hizo constar como falsa alarma.
No había pasado una semana y la niebla lo volvía a invadir todo. Esa noche el coche patrulla N3 era conducido por otro agente; al llegar al puente metálico la misma escena, sólo que está vez el agente pudo ver con cierta nitidez a la mujer que vestida de blanco saltaba al vacío.
El agente llamó a la central, esta vez la cosa se tomó con más tranquilidad. Se informó al agente de lo ocurrido días antes y se le preguntó si estaba seguro. El agente dudó, pero aún así, dijo que iba a mirar bajo el puente.
El reconocimiento del policía no obtuvo un resultado positivo, por lo que en él informe se hizo constar otra falsa alarma.
Estos hechos se repitieron cada vez que había niebla; pronto por el departamento de policía se empezó a hablar del fantasma del puente.
Sin embargo, en la otra punta del mundo, la abadesa de una congregación religiosa, ponía en conocimiento de la policía, la extraña desaparición de varias novicias mientras cruzaban un viejo puente de hierro; simpre los días con niebla.
Fin

Rafa Marín

Voz y silencio

De la voz y del silencio,
cuales duros enemigos
cuando se enfrentan,
la una va pregonando
todo a los cuatro vientos,
amores que no lo son
y el otro ahí callando
que está insatisfecho;
sin hacer aspavientos.
Sólo mira, como la luna;
tan linda desde el cielo.
Dice la voz que es boca,
labios esparciendo besos.
Nada dice él, es silencio,
a veces se rompe y gime,
rumor de hojas y viento.
Rafa Marín

Sobre la rama desnuda

Sobre la rama desnuda
quieta la paloma está;
en su pico no trae
una pizca de olivo y paz.
Sobre la rama desnuda,
muerta de frío se quedará;
de sus ojos insensibles
las lágrimas no borrarán.
Sólo es un pájaro perdido,
un montón de plumas
que engorda con pan,
sobre la rama desnuda.

Rafa Marín

lunes, 5 de noviembre de 2018

La caza (relato corto)

La noche envolvía al entorno como un mal presagio, solo las luces del automóvil iluminaban un estrecho trozo de la pista forestal. El hombre, permanecía atento al camino, se diría que casi no parpadeaba; como si buscara una señal, como si esperase una sorpresa.
Cuando llegó al cruce, se detuvo. Consultó el mapa un buen rato y no muy convencido giró a la derecha. Ahora avanzaba más despacio, casi con cautela, aunque todos los animales del bosque ya sabían de su presencia. Al fin vio lo que buscaba, paró el motor y esperó.
Poco a poco la oscuridad se fue llenando con la humedad de la niebla, el hombre sintió un escalofrío, estaba bien mediado el otoño y se empezaba a dejar sentir el frío. Se apeó del vehículo y tomó del asiento trasero abrigo, guantes y gorro...y la escopeta del 12.
Sacó una linterna del bolsillo del abrigo, sólo consiguió alumbrarse los pies y poco más; pero siguió con su decisión y comenzó a caminar. Se le tenía por un cazador experto, paciente y tenaz; de buena puntería y mejor intuición.
Pasaron varias horas hasta que descubrió la primera huella, pero su meticulosidad había dado su fruto.
El horizonte pasó de un negro impenetrable a un gris casi opaco, pero eso no le detuvo, ya tenía una pista, ahora todo era cuestión de seguirla.
El rastro se adentró en el bosque y aunque la niebla persistía, el suelo bajo sus pies era perfectamente visible, como las huellas, como las ramitas rotas, como olor que percibía cada vez con más nitidez.
Pasó buena parte del día, sentía hambre y la sed le mortificaba, pero esos eran los requisitos, ni agua ni comida.
La niebla se fue diluyendo y sobre las 4 de la tarde vio el afloramiento rocoso, se agachó entre unos matorrales y comprobó que la escopeta estuviera cargada.
Sigilosamente se fue acercando, paso a paso, sin hacer ningún ruido. Ahí estaba el ser, enroscado sobre si mismo y al parecer durmiendo. Levantó el arma y mientras apuntaba dio varios pasos, una rama crugió, el extraño ser levantó la cabeza y lanzó un feroz aullido. El cazador apretó los dos gatillos de la escopeta, el silencio y el ataque de la bestia fueron las únicas respuestas.
Habían pasado varios meses, la primavera empezaba a nacer y el bosque nocturno estaría el perfume de los árboles florecidos.
El hombre paró su automóvil junto al que allí estaba y que sabía llevaba varios meses abandonado.
Se apeó del coche, abrió el maletero y miró el rifle, dejó escapar un largo suspiro y tomó el arma entre sus manos; soy el siguiente pensó mientras se adentraba en el bosque sin ninguna esperanza.
Fin

Rafa Marín

domingo, 4 de noviembre de 2018

Ejecución inminente (relato corto)

Despertó, era la quita vez que lo hacía aquella noche. Miro a la ventana enrejada, la luna iluminaba el cielo. Que cosas, pensó; la última jodida noche de su vida y el plenilunio llena el cielo con toda su belleza. Desistió de dormir, se acercó a la ventana y miró.
Más allá del muro, podía ver el despejado verde del campo, la incipiente niebla, la línea difusa de árboles del fondo. Una lágrima resbaló por su mejilla, que más da, quedan menos de 24 horas y todo sa habrá acabado. Recordó la noche y lo acurrido, con frialdad.
No se arrepentía de nada, es más; como dijo al juez, lo repetiría cada vez que se le presentara la ocasión. Todos estuvieron de acuerdo; era culpable. Su confesión, las pruebas y los testigos no dejaban lugar a dudas. Pero en la soledad de esa última noche lloró.
Habían pasado más de 15 años ya, entre recursos y apelaciones, como corría el tiempo pensó con tristeza. Era una chica joven y bella, simpática y también dulce, pero con un carácter algo fuerte, así se disimulada su tendencia a la violencia.
Salía del bar, como siempre sola, aquellos dos jóvenes la miraron desde la otra acera, ella vio el codazo de complicidad y aceleró el paso. Sin mirar hacia atrás callejeo, No sé fijaba a donde iba, sólo caminaba cada vez más deprisa. De repente, en una esquina, los dos chicos y su sonrisa, no recordaba bien que le dijeron, pero si recordó el codazo cómplice. Lo tuvo claro, la querían a ella, pero estaban cometiendo el error de su vida. Sin mediar palabra sacó la navaja y con veloz gesto apuñaló a uno en el pecho, fue un acto medido y mortal. El segundo chico se giró para huir, ella se abalanzó sobre él y sujetándolo le rebajó el cuello. La calle estaba iluminada y concurrida, se quedó inmóvil y al poco se oyó una sirena con su urgencia.
No lamentaba lo ocurrido, ella sabía que querían y solo se defendió.
Pero lo que nunca supo y nunca sabría, era que los chicos que mató no vestían como los otros dos que calles más atrás se dieron un codazo cómplice y que ninguno de ellos pensó nunca en atacarla.
Fin

Rafa Marín

viernes, 2 de noviembre de 2018

Camino nocturno (relato corto)

Prendió la antorcha y la arrojó dentro de la choza. Al poco las llamas devoraban el techo de paja y las paredes de madera, el fuego se reflejaba en su mirada. A su espalda el grupo de hombres la miraba. Ella se volvió, dejó caer su ropa y desnuda sonrió tristemente.
En ellos la lujuria se desvaneció, quién quiere poseer a una mujer que ya está muerta. Ella caminó hacia ellos desafiante, como lo hace quien ya no teme a nada. Los soldados subieron al camión, el silencio se rompió con el traqueteo sordo del motor al arrancar.
La mujer rompió a llorar, el camión se alejaba y atrás quedaba un paisaje de destrucción y muerte. La mujer tomó sus ropas y tras vestirse comenzó a caminar en dirección  contraria a la del camión. El camino le pareció infinito y frío, como la noche que se acercaba.
Caminó toda la noche, ajena a cualquier sentimiento y al cansancio; atrás quedaban su familia muerta y sus recuerdos. El amanecer la hizo estremecerse de frío y cansancio, sintió sed y antes de darse cuenta cayó de bruces y todo se volvió negro.
Cuando abrió los ojos todo estaba en penumbra, sintió el cálido abrazo de las sábanas y el olor a flores que llenaba la habitación.
Sobre una silla que había junto a la cama había ropa doblada y limpia, se vistió y salió. El lugar estaba desierto, pero se notaba la presencia humana en cada rincón; las paredes estaban decoradas y las flores llenaban el lugar. Vagabundeó hasta encontrar la cocina. Allí una mujer se afanaba entre pucheros y viandas, la saludó con una sonrisa y le preguntó si tenía sed o hambre. Pidió agua y bebió con avidez.
Un rato después empezaron a llegar más mujeres, todas jóvenes y hermosas como ella, todas parecían felices y vestían igual. Preguntó que lugar era ese y la miraron sorprendidas. Una de ellas la tomó de la mano y la guió hasta el exterior, en un cielo color violeta, brillaban dos lunas verdes. La mujer Preguntó - ¿Estoy muerta?
La otra mujer la miró y le dijo - No, sólo has abandonado un lugar de muerte y ahora habitas otro mundo.
A lo lejos se veía el ir y venir constante de grandes naves espaciales.
En ese momento supo que sería feliz, que los recuerdos irían desapareciendo, como desaparece la niebla bajo un cálido sol primaveral.
Miró s la mujer y sonriendo dijo; me llamo Laura.
La otra mujer le devolvió la sonrisa y contestó: ven, que te presento al resto.
Fin

Rafa Marín

jueves, 1 de noviembre de 2018

Te recuerdo madre

Sólo tengo para llorarte,
un rincón en mi pecho.
Para las flores dejaron,
solo tierra en barbecho.
Ya sabes lo que digo madre,
con vida llenó mi recuerdo.
No está bien que yo hable,
de aquello que te han hecho;
sin paz quiero a los miserables,
sin descanso y sin un techo.

Rafa Marín