Me arrojo a los brazos abiertos
del día que amenaza pasar otra vez
sin más compañía
que este montón de papeles
que crece cada día.
Esperé en el café
al que cada mañana acudías
y no te vi.
Como podría ser de otra forma,
ahora que al fin acumulé el valor
para dirigirme a ti.
Tú te escapas
y vas a desayunar a otra cafetería.
Yo, ya no sé si es destino
o simplemente tontería.
Pero cada vez que me enamoro
acabo como un lobo,
solo y aullando a la luna.
Rafa Marín
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