Te recuerdo
aquella noche,
sentados en la
playa.
La luna ni
siquiera
sobre el mar
rielaba.
Pero tus ojos
como soles
llenaban mi
mirada.
Nos mirábamos
siempre
sonriendo
y al tomarnos de
las manos
estallo el
silencio.
Me guiaste a
aquella
vieja barca varada,
testigo fue de
nuestro amor.
La noche nos
llevo
a la madrugada
entrelazando
nuestros cuerpos
y nuestras almas.
El susurro del mar
y los gemidos
fueron la
sinfonía que nos acunó.
La mañana llegó
con el primer
rayo del sol.
Y abrazados nos
alcanzó su reflejo
sobre las aguas
que fueron
testigo de
nuestro amor.
Rafa Marín
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