Enredado en esta fiebre,
que obliga a mi mente
a recordar los días ya lejanos.
Aquellos casi olvidados
en los que una vida
no valía un puto chavo.
Cuando apurábamos
de un trago los días
y las noches de pura pesadilla,
eran obscenas correrías
con la muerte de la mano.
Los amores que no llegaron
y las amantes de pago,
empecinadas en quitarnos
con sexo el miedo de los ojos
y la voluntad de las manos.
Voy pasando la tarde aquí,
encogido apuñalado
por un remordimiento
que sólo llega cuando la fiebre
me invita a recordar
aquellos días ya lejanos.
Rafa Marín
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