Su mano se
desliza suave y firme por tu cadera.
Te sorprende,
cuando de un jalón
te arranca el
vestido de noche.
Y te quedas
desnuda.
No ves nada, el
opaco antifaz
te mantiene en
la oscuridad más absoluta.
Sientes el frío
metal de los grilletes
que sujetan tus
manos a la espalda.
La presión de su
miembro en tu costado
y como te
arrodillas cuando poco a poco te dirige.
Todo en
silencio.
Sólo tu nervioso
respirar
y el roce de sus
pies al moverse.
El silbido de la
fusta llega como su azote a tus nalgas,
ligero e
inesperado.
El golpe
despierta tu gemido sofocado por la mordaza.
Con manos
seguras quita el antifaz
y ves la cama al
fondo y en sus ojos el deseo.
Rafa Marín
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