Cada mañana aquí
tirado
y con la mente a
mil kilómetros.
Voy recordando
uno a uno
los malos
momentos
y descubro que
no son tantos.
Sin embargo se
asoman como ardillas,
tantos y tantos
momentos gratos.
Nunca olvido
cuándo nació nuestro hijo.
Cómo lo tomé
y lo puse en
brazos de su madre.
Las lágrimas de
ambos y su claro llanto.
También aquel
primer beso
junto a la casa
de cambio
y los miles que
vinieron después.
La tarde de amor
en aquel piso
y nuestra risa
que asustó a todo el edificio.
¡AY! cuánto la
amo y que poco se lo digo.
Rafa Marín
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