Recuerdas las tardes de café,
de las charlas despreocupadas
en aquella plazuela de Cádiz.
Al resguardo del levante
con sus sillas plegables
y sus mesitas de mármol.
Cuántos recuerdos,
cuántas risa y cigarros.
Hablábamos del paso de los años
y de nuestra entrañable vejez.
Que poco duraron ¡joder!.
Ahora, nuestro refugio
es sólo una tienda de ropa.
Ya no hay sillas ni masitas de mármol.
Sólo gente vagabundeando.
Pero yo sigo recordando
como si el tiempo no hubiese pasado.
Aprovecho estos momentos
para escribirte estas letras,
que como siempre pondré en una botella
que después al mar le entrego.
Rafa Marín
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