Metida en un baño de agua
y espuma, que te llega al cuello.
Sientes en tu espalda su pecho.
Él cariñoso tiene sus manos
sobre tu firme y plano vientre,
jugando de vez en cuando tus senos.
Consumada la tarde de lujurioso sexo
das rienda suelta a los recuerdos.
Ves como te ataba con las piernas abiertas
o como azotaba tus nalgas con mano firme.
Y su pene iniesto, duro e hinchado
que penetró tu cuerpo con inagotable fuego.
Ahora no es más que un cachorro,
de juguetones manos y susurros quedos.
Te sientes segura y confiada.
Y le diste a tu dueño todo lo que él
sólo imaginaba en oscuros sueños.
Rafa Marín
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