Te imagino ahora
que la distancia nos separa.
Arrodillada en
aquella camilla de cuero negro.
Con tu cuerpo
bañado en aceite u los grilletes puestos.
La mordaza que
en tu boca resalta como un corazón
y tu piel que
tiembla con el delicado roce de la vara.
Apéndice que en
mis manos cimbrea
justo antes de
caer sobre tus desnudas nalgas.
Y mi alma se
eleva con el gemido callado que sueltas.
Cuando me
desafías con la mirada y se pinta una sonrisa
en tu cara al
verme levantarla de nuevo.
Tu mi esclava y
yo soy para ti amo.
Mi ser que a ti
está atado, confundido en este rol
que aceptamos
por el simple hecho de ser un juego.
Rafa Marín
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