Atrapado en tu mágica poción.
Abocado a la servidumbre que exiges.
Sin remedio ni razón.
Poco a poco voy llegando a tu final.
Me libero de ti con pena en el corazón.
Y al fin siento alivio al saber
que en un tiempo tú no regresarás.
Que equivocado estaba.
Al volver la mirada atrás,
te encuentro aferrada a mi espada.
Como un mandril hambriento
que sólo devora almas.
Tanto penar por qué.
Tú que no aportas nada
y que siempre estás ahí,
esperando que baje la guardia
para saltar de nuevo sobre mi espalda.
Rafa Marín
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