Te espero con la
impaciencia
de aquel niño
que sabe cierto su regalo.
Tú como culpable
que espera un castigo,
miras anhelante.
Y tus manos a la
espalda atadas
cruzan los dedos
en ritual suplicante.
Mientras mi
deseo se muestra
ante tus ojos
desafiante.
Me pides sujete
del pelo tu cabeza
mientras en tu
boca abierta
busco el placer
supremo
de tus labios
que oprimen mi carne.
Así van pasando
una tras otras las horas
de esta noche de
lujuria, que compartimos.
Tú como sumisa y
yo como tu amo.
Y al filo mismo
del amanecer,
con los ojos de
lágrimas cargados,
desafiantes me
miran.
Mientras con la
boca sujetas la correa.
Rafa Marín
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