Saltas al asiento del conductor
y aceleras sin cerrar la puerta,
arrollando con urgencia esas líneas,
tan amarillas y quietas.
Buscas tu curva fatal,
la profundidad de la sima.
Enciendes otro cigarrillo de hierba.
Vamos!
No hay tiempo para pensar,
ahí tienes la curva y una esquela.
Qué te dio la vida,
no lo paras de preguntar,
mientras miras a los ojos,
de tu chica que se va.
Ya no quieres nada,
ya todo te da igual,
solo quieres tu curva
y una solitaria lápida.
Rafa Marín
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