Vuelvo a la vieja libreta,
a la soledad negra del yunque,
al ardor de mi corazón;
que es una fragua que arde.
Vuelvo a los días convulsos,
a la muerte ya anunciada,
entre parterres del flores,
por el tiempo pisoteadas.
Vuelvo a las miradas
y a los cambios de acera.
Al gabán con bolsillos y puños,
navajas y pistola en la sobaquera.
Vuelvo a los gritos ahogados,
al cigarrillo en la piel,
a la dulzura de tus labios.
Rafa Marín
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