Despertó en la oscuridad de su cuarto y sintió miedo.
¡mamá! ¡mamá! ¡papá!
Gritó al no encontrar el interruptor de la lámpara.
Sólo el silencio le contestó; espeso y apremiante.
Con pies torpes buscó las zapatillas, Nada, no conseguía encontrarlas.
Como pudo abrió la puerta a la penumbra menos densa del pasillo. No sé veían las habituales puertas, sólo esa semioscuridad tenebrosa.
Avanzó a tientas y, rompió a llorar. ¿Dónde estaban su casa y sus padres y su hermana?
Se sentó en el suelo gimoteando y se durmió.
Volvió a despertar, sentía frío y descubrió que una luz verdosa y tenue iluminaba el pasillo. Ahora se percibía su monótona ausencia de puertas, sólo muy al fondo, parecía haber un recodo. Se levantó y descalzo dirigió sus pasos hacia allí.
La monotonía poco a poco venció al miedo y cada paso que daba iba ganando en resolución. El recodo era ya prácticamente visible y, una duda fue creciendo en su mente. ¿Qué habrá a la vuelta de la esquina? ¿habrá monstruos, insectos gigantes...fantasmas?
Haciendo de tripas corazón, se dijo ... cualquier cosa mejor que este vacío.
La esquina a torcer se acercaba con una lentitud exasperante, decidió correr hasta esa desconocida aventura.
Tras un rato de estar corriendo, se sintió potrillo y creyo galopar; una risa feliz e infantil inundó aquella hoquedad, despertando brillos de las paredes. También quiso ser piloto de carreras y aviador, hasta sentía la fuerza del viento contra su cara.
Al poco llegó al codo misterioso y se detuvo. Tomó aire y de un salto se plantó al otro lado; una puerta le cerraba el paso. Volvió a tomar aire y giró el elaborado pomo, empujó la puerta y la luz entró a raudales. Se protegió instintivamente los ojos y una voz tan infantil como la suya le saludo.
Hola, chaval, ¿de dónde sales?
El chico sonrío y preguntó a su vez ...
¿quién eres?
Eso no vale, dijo el otro chico; yo pregunté primero.
Se miraron y rompieron a reír.
No lo sé, estaba dormido y me desperté.
Bien, porque yo soy tu guía de los sueños.
Pero estoy despierto, repuso el chico.
¿Que más da, nunca has soñado despierto?
Ven, vamos a aprender.
¿Cómo?
Pues jugando, ¿cómo sino?
Volvieron a reír y corrieron hacia un prado cercano.
Estaban a punto de pisar la hierba y el olor fragante de la misma le saludo como un abrazo; se sentía feliz. De su memoria habian desaparecido las puertas y los miedos y el interminable pasillo. Todo era diversión y giraba como un carrusel, cuando empezó a sentir cierto mareo, notó una mano sobre su hombro y aquella voz...
¿Estás bien Antonio?
Se sintió aturdido por un momento, luego vio la cara de Helena y sonrió.
Si, si, muy bien. Estaba soñando.
La mirada de Helena se iluminó con una interrogación.
Sabes...dijo Antonio, de niño, hace ya muchos años me olvidé de soñar.
Fin
Rafa Marín
Simplemente genial
ResponderEliminarGracias Ana.
ResponderEliminarSigues siendo muy generosa.
Lo he retocado, pues estaba en un tren y temía perder el hilo.
Un abrazo.