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martes, 15 de enero de 2019

El niño que olvidó soñar (relato corto)

Despertó en la oscuridad de su cuarto y sintió miedo.
¡mamá! ¡mamá! ¡papá!
Gritó al no encontrar el interruptor de la lámpara. 
Sólo el silencio le contestó; espeso y apremiante.
Con pies torpes buscó las zapatillas, Nada, no conseguía encontrarlas.
Como pudo abrió la puerta a la penumbra menos densa del pasillo. No sé veían las habituales puertas, sólo esa semioscuridad tenebrosa.
Avanzó a tientas y, rompió a llorar. ¿Dónde estaban su casa y sus padres y su hermana?
Se sentó en el suelo gimoteando y se durmió.
Volvió a despertar, sentía frío y descubrió que una luz verdosa y tenue iluminaba el pasillo. Ahora se percibía su monótona ausencia de puertas, sólo muy al fondo, parecía haber un recodo. Se levantó y descalzo dirigió sus pasos hacia allí.
La monotonía poco a poco venció al miedo y cada paso que daba iba ganando en resolución. El recodo era ya prácticamente visible y, una duda fue creciendo en su mente. ¿Qué habrá a la vuelta de la esquina? ¿habrá monstruos, insectos gigantes...fantasmas?
Haciendo de tripas corazón, se dijo ... cualquier cosa mejor que este vacío.
La esquina a torcer se acercaba con una lentitud exasperante, decidió correr hasta esa desconocida aventura.
Tras un rato de estar corriendo, se sintió potrillo y creyo galopar; una risa feliz e infantil inundó aquella hoquedad, despertando brillos de las paredes. También quiso ser piloto de carreras y aviador, hasta sentía la fuerza del viento contra su cara.
Al poco llegó al codo misterioso y se detuvo. Tomó aire y de un salto se plantó al otro lado; una puerta le cerraba el paso. Volvió a tomar aire y giró el elaborado pomo, empujó la puerta y la luz entró a raudales. Se protegió instintivamente los ojos y una voz tan infantil como la suya le saludo.
Hola, chaval, ¿de dónde sales?
El chico sonrío y preguntó a su vez ...
¿quién eres?
Eso no vale, dijo el otro chico; yo pregunté primero.
Se miraron y rompieron a reír.
No lo sé, estaba dormido y me desperté. 
Bien, porque yo soy tu guía de los sueños.
Pero estoy despierto, repuso el chico.
¿Que más da, nunca has soñado despierto?
Ven, vamos a aprender.
¿Cómo?
Pues jugando, ¿cómo sino?
Volvieron a reír y corrieron hacia un prado cercano.
Estaban a punto de pisar la hierba y el olor fragante de la misma le saludo como un abrazo; se sentía feliz. De su memoria habian desaparecido las puertas y los miedos y el interminable pasillo. Todo era diversión y giraba como un carrusel, cuando empezó a sentir cierto mareo, notó una mano sobre su hombro y aquella voz...
¿Estás bien Antonio?
Se sintió aturdido por un momento, luego vio la cara de Helena y sonrió. 
Si, si, muy bien. Estaba soñando.
La mirada de Helena se iluminó con una interrogación.
Sabes...dijo Antonio, de niño, hace ya muchos años me olvidé de soñar.

Fin
Rafa Marín 

2 comentarios:

  1. Gracias Ana.
    Sigues siendo muy generosa.
    Lo he retocado, pues estaba en un tren y temía perder el hilo.
    Un abrazo.

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