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martes, 22 de enero de 2019

Contacto fallido (relato corto)


A la salida de la terminal, recordó a aquella ciudad sin taxis; la de aceras con escombros, la ciudad con prisa y las esquinas con morbo. Hacia más  de 20 años que salió de allí, jodido pero entero, aunque bien jodido. Ahora plantado ante la parada de taxis vacía, se sintió molesto.
Cómo ha cambiado todo, pensó mientras comenzaba a caminar, muy pegado a la pared, pero no tanto como para despertar curiosidades. Metió la mano enguantada en el bolsillo y releyó otra vez la nota.

"Una calle y un puente, junto a la parada del tranvía, a las 12 del mediodía, lleve abrigo gris y bombín"
Y voila, allí estaba, en una ciudad que sufrió y no pereció, él conocía algunas de estas ciudades, muchas más de las que quisiera.
Mientras caminaba, vio el gran cartel publicitario, mostraba a un periodista, ahora escritor, español al que vio una vez. Fue en otros tiempos, en esta misma ciudad; otra forma vivir y morir. Otras circunstancias.

Era algo natural en aquellos días, algunos se protegían tras la cámara y la palabra press y otros tras un muro de ladrillo nada más. Recordó una escena; se asomaba más de lo debido, es esa curiosidad que lleva al gato a la tumba y al periodista a la fama. Loco, le grito alguien, en un momento de silencio.

Recordó como se miraron, un mercenario y un informador. Recordó el brillo de sus ojos tras el cristal; hubiera valido para el negocio si no fuera un contador de historias.
Pero eso fue hace mucho tiempo, Jerry tenía negocios y los tenía que atender, los recuerdos eran un hándicap que no se podía permitir es esa ciudad llena de viejos rencores, que todos se esforzaba en ocultar y no querer reconocer.
Sentado en un banco a mirar al río. Al poco una mujer se sentó a su lado.

- No se vuelva, me llamo Lucy, camine tras de mí y entre en la puerta que yo le indique.
Con un suave "vamos", se puso de pie.
Él la siguió, la siguió a ella y al golpe de sus caderas durante un buen rato, al fin, ella señaló una puerta y dibujó una peineta a modo de despedida.

No pudo dejar de sonreír, la chica a pesar de ser un bombón tenía su gracia.
Apretó el botón del timbre y la puerta se abrió sin más, el pasillo con suelo rojo y papel pintado en las paredes, estaba desierto. Al fondo otra puerta le invito a caminar hasta ella. No había timbre, así que apretó el pomo y lo giró.

Lo primero que vio fue la gran mesa y a su viejo amigo X, aquí los nombres están de más. Este le sonrió como un tiburón sonreiría a un pez payaso; sabe que es pequeño pero venenoso, demasiados problemas para tampoco premio.
X le invito a tomar una copa.
- Ron... ofreció... sin hielo y en vaso. Luego señaló la silla y el gran sobre que estaba en la mesa.
Este es un trabajo distinto, añadió, bien pagado, no te va a gustar, pero es lo que hay. Aquí no elegimos, no señalan y listo.
- ¿Cuánto no me va gustar? Preguntó mientras daba un tiento al ron y se servía más.
- Digamos que 130 mil, no está mal por un disparo.
- Eso es mucho...incluso para mí.
- Hay prisa e interés, estará en la ciudad dos días nada más. Tiene que ser algo de poco ruido, de muy cerca, a ser posible algo fortuito o un mal encuentro. Tú decides Jerry.
Jerry se acercó al bar y se sirvió el tercer ron.
- ¿Tan importante es? Quiso saber.
- Ya sabes, el nombre viene después del si, pero en este caso no hay un posible no, así como no hay un segundo intento. Qué más da, se acercó a la ventana y señaló al cartel publicitario.
- Vaya, dijo Jerry con una carcajada, joder que putada.
- ¿Le conoces?
- No, pero le vi una vez, ya sabes, la casualidad viene a buscarnos mucho tiempo después.
El señor X, se acercó y le puso la mano sobre el hombro.
- La vida es una puta, así que jódela tú a ella, para qué ella no te jodía a ti.
Jerry asintió en silencio, mientras sentía el ron arden en su estómago. Vaya mierda es esta de joder, pensó.
- Lucy te espera fuera. Es mi hija, no te pases con ella.
- A la mierda X, hoy me has jodido.
Tomó el sobre, apuró el ron y se fue.
En la calle, Lucy esperaba fumando.
- A dónde he de llevarte,  le espetó.
- A catre, le respondió él.
Conozco está ciudad desde antes que nacieras. No te necesito.
- Si quieres follarme, necesito saber dónde te alojaras.
- X, ¿es de verdad tu padre?
- Si, ¿Te sorprende?
- Me sorprende que trabajes para él. Es un trabajo peligroso.
Llévame al hotel Europe.
Caminaron unos pasos y ella sacó el mando del coche negro. Abrió el maletero y mostró su contenido.
Tomó la Glock y el silenciador, la metió en la mochila y miró el cuchillo de caza, un bowie. Lo rozó con los dedos temblorosos. Le guardo junto a la pistola.
El hotel le trajo los recuerdos y su violencia, las noches de interrogatorios en el subsótano y las borracheras. Todo para qué, por una idea. Si, así fueron aquellos 3 putos años.
En recepción se separaron, ella repitió el gesto, pero esta vez le miraba a los ojos. Le brillaban con un intenso color verde.
Estudió el voluminoso informe y las rutas de la víctima, sólo dos días y una conferencia.
Durmió mal y con las pesadillas habituales, le despertó el teléfono móvil y la voz de Lucy sonó fresca y reconfortante.
- En 10 minutos te espero en el restaurante.
- Claro, pide huevos y bacon y mucho café.
Sonó una risotada, es bufet tonto. Colgó.
Se ducho y preparó cuchillo a la espalda y pistola en la sobaquera. Americana holgada y abrigo sobre puesto.
Ella estaba radiante, como sólo una mañana de primavera puede lucir.
Mientras se dirigía hacia ella, vio al cliente dos mesas a la izquierda. Sería tan fácil, pensó. Se detuvo y observó el salón, no había cámaras. Un par de segundos y listo.
Lucy se levantó y lo llamó por su nombre.
- Jerry, aquí cariño. Tengo una mesa, ¿te gusta?
El cliente miró con curiosidad, el español de Lucy tenía un marcado acento bosnio.
El cliente, mientras miraba a Lucy, se llevó distraidamente un trozo de pan a la boca, algo paso entonces, con las dos manos se asió la garganta, ¡se estaba ahogando!
No lo pensó, corrió hacia él y tomándolo por detrás, le practicó la maniobra de Heimlich.
El cliente le miró agradecido, él le sonrió y se sentó junto a Lucy.
Ella lo miraba con asombro,
- ¿Por qué lo has hecho? Era hombre muerto.
- Porque nadie merece morir con una imagen tan bella en sus ojos, contestó.
Lucy tomó el teléfono.
- Contacto fallido con el cliente, dijo y colgó.
Esto anula el contrato, ahora no trabajas para mi padre...zalamero.





Fin
Rafa Marín

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