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domingo, 20 de enero de 2019

La liebre (relato corto)


De todo lo malo de su padre, Rafa, sólo añoraba las salidas al campo de madrugada. Esos sábados de lluvia y frío en los que podía llevar su navaja de cachas negras y una pequeña ancla dorada.

Aquel día, se despertó sin ayuda, en la cocina olía a café y pan tostado y tabaco.

La cocina de carbón o leña, según aventurara la fortuna estaba encendida. Su madre, por una vez no tenía los ojos rojos y la mirada de su padre era tranquila, se permitía incluso una media sonrisa de lobo. Desayunó leche y pan con manteca y zurrapa de lomo.

Con la boca mascando a dos carrillos miraba, la mochila de lona verde gris, la silueta de la escopeta en su interior, los bocadillos y el agua al lado y una botella de vino. Miró desconcertado, vino tinto y de marca...

El padre le sonrío.

- Hoy vienen Pepe y tu tío Rafael. ¿A ver cómo te portas?

Estaba aún con las manos grasientas y la boca llena cuando sonaron los golpes de la aldaba. Se levantó y mientras acudía a abrir, se limpiaba en una bayeta manos, boca y sonrisa.

Abrió, allí estaba.

- Buenos días, tito.

El tío Rafael le sonrío, con un.

- ¿Qué tal niño? A la vez que le daba con disimulo un billete azul de 500 pesetas.

La mirada se le iluminó y la exclamación atrajo las miradas de madre y padre, aunque este, disimuló no haber visto nada.

Se saludaron todos y el tito Rafael se sirvió café con chorrito y un poco de lomo. Pepe llamó desde fuera con su voz segura y potente y, ¡OH! Como si el día fuera un milagro, el padre le dijo. - Niño, ve y dile que entre.

Corrió a la puerta y mientras guardaba el billete arrugado en un bolsillo, intentó imaginar que estaba pasando.

Pepe entró y toda su seguridad se perdió bajo la mirada de la madre.

Tito Rafael, lo miró con detenimiento y asintió a su hermano, satisfecho de lo que veía.

Rafa, dijo a la vez que le tiraba una llaves, ve al coche y trae la maleta negra del maletero. Corrió y dejo a los cuatro allí, en un silencio embarazoso, aquello le gustó.

Abrió el coche y junto a la mochila parcheada y las fundas de las escopetas, había una maleta. La tomó y supo que era un arma, sonrío con envidia, pero no con mucha. Ya le tocaría su turno, él era un niño todavía.

De vuelta en la cocina, Pepe, masticaba un pedazo de pan con manteca y la zurrapa de lomo tan buena que hacía la madre, ella ya no estaba y su padre y su tío tomaban anís en vaso.

Le dio la maleta al tito y este le espetó a Pepe,

- Tú, esto es para ti; las cosas de las que se entera uno.

Pepe, como es normal no entendió, yo tampoco. Pero la tomó en sus manos y sonrío al sentir el peso. La abrió y ahí estaba; una Grilla con su canana y los papeles.

Subieron al coche y el tito le alargó a Pepe una caja de cartuchos marca Remington.

El viaje estuvo lleno de miradas y silencios, por su parte, Rafa; ya soñaba con su escopeta mientras miraba al lluvioso amanecer.

Llegaron al sitio escogido por Antonio, su padre. Un verdadero conocedor de la tierra que habitaba.

El sitio era precioso, una ondulación de tierra, salpicada de palmitos y verde y abundante hierba. Al pisar ese trozo de cielo, lo primero que vio Rafa, fueron los enormes caracoles burgados que su madre cocinaba. Inmediatamente, se desentendió de todo lo demás. Su padre rió al verlo y le dijo.

- Deja eso para después, ahora hay que aprender cosas.

Rafa miró sorprendido, la cara de satisfacción del tito Rafael prometía sorpresas agradables.

Ellos con escopeta y Rafa con mochila, como se dice, a la descubierta, comenzaron a caminar. Rafa observó la "chivata" que su padre llevaba en la mano. De pronto se detuvo, se agachó y miró a lo lejos. Todos se pararon y él comenzó a caminar con su paso siempre cansino e infatigable. Desde donde estábamos lo vimos caminar, desviándose un poco a la derecha. De improviso, se giró veloz y descargó un golpe en el suelo. Se agachó otra vez y en sus manos mostró una liebre. Tito Rafael, soltó una carcajada y un.

- ¡Cabrón! ¿Cómo lo haces?

Su padre no respondió, que era un secreto que sólo conocían; él y Pepe.

Tras la exhibición, ellos siguieron a lo suyo y él tuvo permiso para recolectar caracoles.

Rafa oyó los disparos, supuso que sería Pepe y la escopeta nueva. Se enderezó y los vio a lo lejos, se volvió hacia el poniente y por el momento se sintió feliz.





Fin

Rafa Marín


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