De todo lo malo de su padre, Rafa, sólo
añoraba las salidas al campo de madrugada. Esos sábados de lluvia y frío en los
que podía llevar su navaja de cachas negras y una pequeña ancla dorada.
Aquel día, se despertó sin ayuda, en la
cocina olía a café y pan tostado y tabaco.
La cocina de carbón o leña, según
aventurara la fortuna estaba encendida. Su madre, por una vez no tenía los ojos
rojos y la mirada de su padre era tranquila, se permitía incluso una media
sonrisa de lobo. Desayunó leche y pan con manteca y zurrapa de lomo.
Con la boca mascando a dos carrillos
miraba, la mochila de lona verde gris, la silueta de la escopeta en su
interior, los bocadillos y el agua al lado y una botella de vino. Miró
desconcertado, vino tinto y de marca...
El padre le sonrío.
- Hoy vienen Pepe y tu tío Rafael. ¿A ver cómo
te portas?
Estaba aún con las manos grasientas y la
boca llena cuando sonaron los golpes de la aldaba. Se levantó y mientras acudía
a abrir, se limpiaba en una bayeta manos, boca y sonrisa.
Abrió, allí estaba.
- Buenos días, tito.
El tío Rafael le sonrío, con un.
- ¿Qué tal niño? A la vez que le daba con
disimulo un billete azul de 500 pesetas.
La mirada se le iluminó y la exclamación
atrajo las miradas de madre y padre, aunque este, disimuló no haber visto nada.
Se saludaron todos y el tito Rafael se
sirvió café con chorrito y un poco de lomo. Pepe llamó desde fuera con su voz
segura y potente y, ¡OH! Como si el día fuera un milagro, el padre le dijo. - Niño,
ve y dile que entre.
Corrió a la puerta y mientras guardaba el
billete arrugado en un bolsillo, intentó imaginar que estaba pasando.
Pepe entró y toda su seguridad se perdió
bajo la mirada de la madre.
Tito Rafael, lo miró con detenimiento y
asintió a su hermano, satisfecho de lo que veía.
Rafa, dijo a la vez que le tiraba una
llaves, ve al coche y trae la maleta negra del maletero. Corrió y dejo a los
cuatro allí, en un silencio embarazoso, aquello le gustó.
Abrió el coche y junto a la mochila parcheada
y las fundas de las escopetas, había una maleta. La tomó y supo que era un
arma, sonrío con envidia, pero no con mucha. Ya le tocaría su turno, él era un
niño todavía.
De vuelta en la cocina, Pepe, masticaba un
pedazo de pan con manteca y la zurrapa de lomo tan buena que hacía la madre,
ella ya no estaba y su padre y su tío tomaban anís en vaso.
Le dio la maleta al tito y este le espetó
a Pepe,
- Tú, esto es para ti; las cosas de las
que se entera uno.
Pepe, como es normal no entendió, yo
tampoco. Pero la tomó en sus manos y sonrío al sentir el peso. La abrió y ahí
estaba; una Grilla con su canana y los papeles.
Subieron al coche y el tito le alargó a
Pepe una caja de cartuchos marca Remington.
El viaje estuvo lleno de miradas y
silencios, por su parte, Rafa; ya soñaba con su escopeta mientras miraba al
lluvioso amanecer.
Llegaron al sitio escogido por Antonio, su
padre. Un verdadero conocedor de la tierra que habitaba.
El sitio era precioso, una ondulación de
tierra, salpicada de palmitos y verde y abundante hierba. Al pisar ese trozo de
cielo, lo primero que vio Rafa, fueron los enormes caracoles burgados que su
madre cocinaba. Inmediatamente, se desentendió de todo lo demás. Su padre rió
al verlo y le dijo.
- Deja eso para después, ahora hay que
aprender cosas.
Rafa miró sorprendido, la cara de
satisfacción del tito Rafael prometía sorpresas agradables.
Ellos con escopeta y Rafa con mochila,
como se dice, a la descubierta, comenzaron a caminar. Rafa observó la
"chivata" que su padre llevaba en la mano. De pronto se detuvo, se
agachó y miró a lo lejos. Todos se pararon y él comenzó a caminar con su paso
siempre cansino e infatigable. Desde donde estábamos lo vimos caminar, desviándose
un poco a la derecha. De improviso, se giró veloz y descargó un golpe en el
suelo. Se agachó otra vez y en sus manos mostró una liebre. Tito Rafael, soltó
una carcajada y un.
- ¡Cabrón! ¿Cómo lo haces?
Su padre no respondió, que era un secreto
que sólo conocían; él y Pepe.
Tras la exhibición, ellos siguieron a lo
suyo y él tuvo permiso para recolectar caracoles.
Rafa oyó los disparos, supuso que sería
Pepe y la escopeta nueva. Se enderezó y los vio a lo lejos, se volvió hacia el
poniente y por el momento se sintió feliz.
Fin
Rafa Marín
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