La noche en su
paz
acoge cuerpos
sin preguntar
las
nacionalidades.
Allí, entre
cartones y suciedad
no hay
distinciones.
Todos por
igual,
pobres y
desahuciados.
Miradas
profundas
de resignado
destino.
Una pequeña
cola se forma
ante los
servicios sociales,
un poco de
sopa y pan
que quitan
frío y hambre,
mas no las
desigualdades.
Miro como un
niño,
no mucho mayor
que Ricard,
sonriente
levanta su trofeo.
En su mano
lleva pan...
Pero nadie lo
ve, sólo yo,
y mi callada
conciencia.
Hoy la TV
hablará de ellos,
políticos
satisfechos de ego.
Rafa Marín
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