Estas raíces que profundas
me atan siempre al suelo.
Reclaman de ti un pequeño
y a la vez tierno gesto.
Como los árboles que callados
piden el agua del cielo.
Recostada y leyendo te imagino
con la bata entreabierta
de piel vestida nada más.
En mi mente así te tengo
como si fuera una verdad.
Entre las olas esta noche te deseo.
Desnuda como la luna del cielo.
Tu piel tan blanca yo la venero
como a las estrellas y los luceros.
Como pozos veo a tus ojos.
¿Por qué lloran?
Si de amores los tiene llenos.
¡AY! niña caprichosa,
no me pidas amor que muero.
Rafa Marín
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