Atrapado entre
las deudas
de un pasado y
el incierto
futuro, fue
dejando tras de sí,
unas veces
esperanza
y las mas sólo
infortunio.
Siempre dado a
las grandezas
de los gestos
inocuos.
Ya sea porque
de él se espera
o porque no lo
espera ninguno.
El caso es que
su vida canea
como en las
sienes de algunos.
Nunca rogó, ni
por su alma
ni por salir
de los ayunos.
Que la vida lo
forzó, otras no,
a luchar por
mal vivir.
Pendenciero
jugador y amante
de noches de
luna llena.
Enrolado a la
fortuna estuvo
hasta la
mismísima médula.
Hoy temblorosa
la barbilla
y la mirada un
tanto ajena,
cuenta por un
chato de vino
su vida, y de
ellas sus peleas.
Rafa Marín
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