El frío de la mañana,
olvidado verso, me saludó
como lo hacía ella.
Con un paisaje turbio
de la humedad y niebla
chorreando por las ventanas
siempre ausente de todo.
Se cruzo mi mano
con un viejo cuaderno.
Con amores lejanos
de letras estaba lleno.
Sólo por leer apareció,
uno con tu recuerdo.
Callado miro las brillantes
calles de ociosa humanidad.
Entre mis manos este cuaderno
canto eterno para la vanidad.
En él dejo versos que nadie
en el tiempo jamás leerá.
Como esta sed que me mata
que la producen tus versos.
La visión de tus labios
que como versos quiero míos.
Las aguas de ese mar
que en tu flor es puro rocío.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario