Embutido en
este abrigo
que me quita
el frío de fuera,
miro la triste
sonrisa
que en su cara
pinta el vino barato
que la ayuda a
sobrevivir.
Ella, que un día
fue tan guapa
como sólo una
mujer puede ser.
Se ve rodeada
de suciedad y ratas
y la mugre que
de tarde en tarde
le sacan en
las urgencias del hospital.
Con una
historia que ya a nadie interesa
se deja arrastrar
en esa marea
de calles vacías
en madrugadas
de luces
azuladas y carreras
que nadie
puede ganar.
Rafa Marín
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