En el suelo parecían la alfombra
que ella creyó que merecía.
Unas de brillante rojo color
otras marrones y mustias.
Las hojas del otoño el aire le bordó
cuando de la casa sin un adiós salía.
Callado miro como te vas.
Sin volver la cabeza sin mirar atrás.
Con el orgullo va de un brazo
y del otro su olvidada maleta vieja.
Se va y sé que nunca más volverá.
A la noche le reclamo con insistencia,
devuelva los versos que escribí por ella.
La ingrata de mi quería sólo mi cuerpo.
Yo como un bufón la llené de verbo,
cuando sólo de mi quería sexo.
Rafa Marín
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