Ella cada noche de luna lo extrañaba
y él esas mismas de ella se fugaba.
Por qué nunca estás, preguntaba.
Él con ojos de lobo la contemplaba
entre callejuelas que de sus pasos
hacen eco yendo camino de su casa.
Solitarias a ratos, otras murmullo
son del viento que frío destapa.
Pero siempre tibia caricia en sus dedos.
Él cada noche esperaba su regreso.
No importaban frío lluvia viento.
Siempre con una flor en las manos
y en su cara unos ojos de amor riendo
Acecha la noche a las solitarias almas.
Para ellas luces de neón ahora se derraman.
Anuncian amores de previo pago,
tentaciones sobre las fachadas.
Rafa Marín
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