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jueves, 31 de enero de 2019

Buscas tu curva

Saltas al asiento del conductor
y aceleras sin cerrar la puerta,
arrollando con urgencia esas líneas,
tan amarillas y quietas.
Buscas tu curva fatal,
la profundidad de la sima.
Enciendes otro cigarrillo de hierba.
Vamos!
No hay tiempo para pensar,
ahí tienes la curva y una esquela.
Qué te dio la vida,
no lo paras de preguntar,
mientras miras a los ojos,
de tu chica que se va.
Ya no quieres nada,
ya todo te da igual,
solo quieres tu curva
y una solitaria lápida.

Rafa Marín

Sales otra vez

Sales otra vez,
a este cielo gris de la mañana;
al vacío de calles repletas,
a los sueños que se alejan.
Nada te puede detener,
aunque tal vez lo quieras;
reflejos perdidos,
entre el miedo y la niebla.
Sales con tu frío,
pero ya no te quejas.
Que lejos está el camino,
que lleno de piedras.
El cielo te mira,
pero su miradas se hicieron viejas;
sales otra vez al gris,
al del miedo y sus aceras.
Rafa Marín

miércoles, 30 de enero de 2019

Paseaban

Paseaban mis zapatos,
por esa vereda perdida;
sueños cabizbajos,
perdidos entre las margaritas.
Paseaban mis pasos,
porque atrás quedó mi vida,
entre cuentas con barro,
de la más pura arcilla.
Caminaban cuesta abajo
y corrían cuesta arriba;
un desierto de modales
que a todos dan envidia.

Rafa Marín

No tienes quien te quiera

Tú no tienes quien te quiera,
tú naciste para carne de cañón.
Sangre, piel y vísceras,
entregadas a la pasión.
No, hermano no;
tú no tienes quien te entienda.
Es un enigma tu voz,
callados y ocultos sentimientos,
que nunca conocerán el perdón.
Las noches de eterna espera,
amaneceres sin ilusión;
tu lecho sólo fue una estera,
en aquel sucio rincón.
Vamos hombre,
de una puta vez despierta,
se jugaron a las cartas:
tus sueños y tu jubón.
Tus pasos siempre a la carrera
y tus ojos en ese cielo sin color.

Rafa Marín

Tus ojos de mujer

Entrecierro los ojos,
con esta ausencia de sueño,
aún no apagé aquel miedo
entre vacías amenazas.
Miro por la ventana,
es sólo la misma jaula
cerrada de ayer.
No hay carreras bajo la lluvia,
sólo un vecino solitario
arrastra al maldito juguete.
Los perros ladran
y el juguete también.
De pronto son las seis,
el sueño fue un flash,
miro por la ventana,
¿quién trajo esta jaula?
¿Acaso de ella nunca saldré?
La mañana por fin se levanta,
es tu sonrisa de mujer,
un sol que me abraza,
al atardecer te veré;
con la misma luz cansada,
con la misma tristeza de ayer.

Rafa Marín

Jardinero quise ser

Siempre quise ser,
el jardinero fiel a la rosa,
el de manos delicadas,
que esculpe y no poda.
Con una tenue melodía,
cual risa en mi boca,
como un sueño feliz,
ahora se me antoja.
Jardinero en su jardín,
bajo las verdes copas;
arriate que no tiene fin,
paraíso de las mariposas.
Sin miedo a sus penas vivir,
sin recuerdo de derrotas;
una simple alma feliz,
manchadas manos de terracota.
Siempre lo quise,
¿lo sabes, verdad que si?
Arrodillarme en la tierra,
sin nada que pedir.
Rafa Marín

A la muerte del poeta

Sobre esta losa de pulido mármol,
en letras de bronce y tiempo,
escrito quedó su epitafio.
Un nombre y dos fechas
que a nadie ayer interesaron.
Atrás,
como niebla en el valle se quedaron:
su vida, obra y milagros.
Una última mano tendida
y las cicatrices de mil zarpazos.
Noches dejó como ríos tintados,
lunas opacas de ojos ciegos,
suspiros de labios que no cesaron.
Sin camino y sin virtudes; sus egos,
zanjas repletas de barro y sed,
cadalso fueron para su cuerpo,
atado a la necesidad del aire.
En cada bocanada dejaba los años,
a veces uno o dos y, otras diez.
No murió, siempre será un recuerdo
para los que le amaron primero
y le odiaron después.
Rafa Marín

martes, 29 de enero de 2019

Alas

Alas batientes de paloma,
una sombra blanca al despegar.
Alas inquietas de mariposa,
un suspiro en color que nos besa.
Alas metálicas de libélula,
incansables y siempre ajenas.
Alas negras y azules y doradas,
hechas para volar, menos las tuyas.

Rafa Marín

La gabardina (relato corto)

Aquella tarde de invierno, la calle parecía desierta. Sólo de tarde en tarde, una o dos personas se asomaban y miraban al cielo sobre las montañas. La mujer, enfundada en su gabardina exclusiva, tenía la mirada clavada en el suelo, solo un metro delante de sus pasos.
Mientras caminaba, intentaba reprimirse y salir corriendo, cosa que apenas conseguía. De uno de los bolsillos sacó un teléfono móvil, ninguna llamada, ningún mensaje. Se detuvo y miró a las montañas, una gran oscuridad se cernía sobre la pequeña ciudad, como una corona.
A los pocos minutos alcanzó a ver su casa, destapó de sus labios una mueca triste y cansada, se detuvo y volvió a mirar a las montañas, la negrura iba descendiendo, como un glaciar negro y denso, un flujo giroplástico a cámara lenta que amenazaba con destruirlo todo.
Ahora sí corrió, la luz del rayo y el posterior ensordecedor bramido del trueno la asustaron.
Cuando abría la puerta, rompió a llover y al instante se mezclaron agua y granizo y viento; la tormenta había nacido.
La oscuridad se adueñó de todo, la mujer, se apresuró buscando una linterna y algunas velas y cerillas. En el salón miró a la chimenea, la aprovisionó con astillas, maderas menudas y un par de troncos, la prendió y se sintió mucho más tranquila y relajada. Se dio cuenta que su gabardina estaba manchada, se la quitó y la dejó caer en un rincón. Mañana o pasado la llevaré a la tintorería, pensó, casi sonrió al mirarla allí tirada.
La noche pronto se volvió dantesca, los rayos y los truenos, la feroz granizada que parecía no querer acabar...
La casa quedó a oscuras, solo el salón permanecía iluminado por el fuego, ella se fijó en su sombra danzante, añadió más troncos y al poco se sintió confortablemente acompañada por las llamas.
Se acercó a un mueble y se sirvió una copa de vino, quizás él no pueda volver, la noche sería larga. Prendió unas velas y tomó un libro de una de las estanterías. Se descalzo y se desprendió de la chaqueta.
Se sentía cómoda y dio un largo trago al vino, se sirvió más y arrimando la luz de una vela al sofá, se dispuso a leer.
Nadie imaginó que la presa cedería, nadie recordó lo cercana que estaba de la ciudad, nadie en la ciudad vio llegar la ola de hormigón y agua...
La mujer se quedó dormida, la copa de vino volcada manchó con sus restos la falda y en las páginas del libro quedaron olvidadas unas pocas lágrimas.
La avalancha, casi hizo desaparecer la pequeña ciudad. La mujer y la casa se llevaron la peor parte, un gran conglomerado de tierra y piedras saturadas de agua la alcanzó de lleno, de ellas no quedó nada.
Solo unos meses después, encajada entre las ramas retorcidas de la ribera del río, unos niños vieron lo que parecía una gabardina. Les costó un rato sacarla de su prisión, en uno de los bolsillos aún había un teléfono mezclado con barro y piedras.
Los jóvenes miraron tristes, tiraron la prenda y con el teléfono se dirigieron a la comisaría.
Fin
Rafa Marín

Tengo ayeres

Tengo ayeres en la mirada
que puse en venta,
pero nadie los compró.
La maldición que consigo traen estas letras,
que el tiempo ya oxidó.
Tengo entre mis manos prietas,
la locura y la razón;
el devenir que coquetea
entre los miedos y la pasión.
Tengo una voz y mil caretas,
que visten para la ocasión.
Arrabales de la peor ralea,
un río lleno de sangre que se secó.
Tengo mi vida en la cuarentena
por gentes perdidas en un amor.
Petos con celada y puño de hierro,
preguntándose quién soy yo.

Rafa Marín

domingo, 27 de enero de 2019

La verdad (relato corto)

Sentado ante la pequeña mesa de escritorio, sobre una hoja volcaba todas y cada una de sus fantasías.
Eran como un mantra, como un deseo insatisfecho y lejano.
Sólo hay una verdad,
la del genio manipulador,
la de la conocedora de mi secreto.
La de quien aprovecha
condición y momento,
porque cree que no sé,
que no puedo ver.
Pero no soy yo,
son esa oscuridad
y mis dormidos demonios,
le atraen, quiere verlos
y acariciarlos sin que despierten.
Quizás hacerlos parpadear un poco
y así poder mirar sus ojos.
En medio de esa locura incomprensible, el sujeto iba consumiendo sus últimas horas de vida.
Aprovecharía la última noche del invierno y entraría en el recinto a sangre y fuego; para morir matando entre ese grupo de genios, magos y brujas. Lo tenía todo atado y bien atado.
Los días fueron pasando, mientras en la soledad vacía y fría de aquel cuchitril el sujeto se fue auto consumiendo.
Una noche, sobre el 12 de marzo, recibió una visita. Estaba tumbado en el hediondo sofá, las últimas briznas de marihuana hacía horas que se consumieron. Y notaba la aplastante lucidez de su insignificancia.
La puerta se abrió y un brillo inexplicable lo inundó todo.
Se frotó los ojos, como pudo se puso en pie y dirigió sus pasos hacia la luz.
Quizás si hubiera estado más colocado no habría percibido el olor a mujer, ni el roce de las uñas por la pared. Intentó huir, pero la aplastante redondez de la figura femenina cayó sobre él.
Notó la urgencia de unos labios en su cuello, la desesperación de unos torpes dedos, notó y no pudo rebelarse.
Tras un momento, la chica le mostró una bolsa con hierba y una sonrisa.
- ¿Qué, aún estás decidido?
Él, se levantó del suelo y tomando la droga se fue hasta la pequeña habitación.
- Anna, llamó, ven, vamos a gozar de esta maravilla y de ti.
Las horas siguientes fueron un cúmulo de risas, porros, sexo y orgasmos.
A la mañana siguiente, el sujeto decidió comenzar con los preparativos.
Despejó el suelo del piso y extendió en él una lona escrupulosamente limpia.
De cada escondrijo sacó armas y munición y cuando todo estuvo dispuesto, comenzó con la tarea de limpieza de las armas.
La chica volvió a la noche y cada noche se repitió el ritual...
Esa noche, 21 de marzo, el sujeto estaba sereno y tranquilo, vestido con ropa táctica y armado hasta los dientes esperaba a la hora.
Apareció la mujer, Anna y le mostró la boda de marihuana y la voluptuosidad de su cuerpo, pero él la miró y dijo, lo tengo que hacer ... Anna, la humanidad depende de mí.
Ella lo miró con una lágrima en los ojos y el sonrío.
Anna, levantó una mano y pronunció un arcano.
यो शक्ति, तपाईंलाई आदेश दिन्छु: अहिले मर्छु।
El sujeto se detuvo, tomó una pistola y se disparó en la cabeza.
Anna salió sorteando al sujeto muerto en el suelo y se dirigió al aquelarre.
La gran maestra y bruja, la esperaba.
- ¿Y? Dijo con suavidad...
Anna la miró a los ojos sin contestar.
- Cada vez está resultando más difícil permanecer ocultas. Repuso la gran maestra.
Años más tarde, sobre un sofá, otro chico se sintió tocado por la luz. Una hermosa mujer, se mostraba ante él, desnuda y anhelante, en sus manos una pequeña bolsa con marihuana.
El chico levantó la cabeza y dejó el lápiz sobre la libreta.
Se podía leer en ella:
" Sólo hay una verdad, la del g..."
Fin
Rafa Marín

Veo tu soledad

A veces creo que,
toda mi vida está muerta.
Es como esa soledad,
de la araña
que en invierno
la brisa despierta.
Siempre quiere más,
pero su red solo tiembla.
A veces creo que soy,
lo que nunca comprendo;
doses y sietes al póker,
una jugada mintiendo.
Llego, como la turba,
escondida en el suelo.
Si me dejas lo suficiente,
acabaré por ti ardiendo.
No me busques yo no soy,
más que materia muerta,
ojos verdes blancos huesos.
Si me miras te veo,
como se ven tus ideas
reflejadas en este espejo.

Rafa Marín

sábado, 26 de enero de 2019

Ya no camino

Ya no camino está noche,
en post de mil estrellas,
fueron inalcanzables sueños,
como los tizones rojos,
que mis lágrimas secan.
Quise vagar libre,
por las verdes laderas,
pero me miran sus ojos
y mi alma se entrega.
No, ya no quiero,
más aventuras ni dolor;
ni malditas las guerras.
Ahora me mira mi amor,
entre todas la más bella.
Asomado tengo el corazón
a esta noche sin brillos;
pues a mi lado callada,
su mirada me enseña.
Rafa Marín

Beber

Beber de tu juventud,
como bebe el sauce del río;
enterrando sus raíces,
en lo más profundo y bravío;
sin tiempo para la plenitud.
Me atrapa este futuro sombrío,
Tú, quizás ninfa o mujer,
y yo viejo para desafíos,
pero que no se deja vencer.
Beber de tu néctar sagrado,
perfumado pozo del placer;
entre columnas bien guardado.
Beber la luz de tu ojos claros,
de tu mirada que me grita,
entre los silencios del amanecer.
Rafa Marín

Tus ojos hoy

Rugen en la madrugada,
con esa mirada impotente,
la belleza de tus ojos.
Cautos pozos de luna,
que me atrapan sin saber.
Hoy, perdidos en esta bruma
que del mar quiso nacer;
cantan a la ventura,
de ser paño de mástil,
cabo de guía y en el fondo,
también pesada ancla.

Rafa Marín

viernes, 25 de enero de 2019

El muro y yo

Miro al muro, como me miro a mí.
con esa perspectiva soez de quien confiesa.
Lo hice y no quiero saber por qué.
El muro brilla de humedad,
son mis mejillas viejas y cansadas;
¿acaso me tengo que arrodillar?
El muro está silencioso,
no es más que otro obstáculo por sortear.
Cuando llegue la mañana y su luz,
cual avenida de gentes que avanza;
¿soportará?
¿O simplemente cambiará de color
y alzará su nueva y puta bandera?
Pero hoy es como yo,
un muro silencioso que grita;
es una incomprendida y triste verdad.
Rafa Marín

Poco a poco

Poco a poco voy descubriendo,
que tu mundo no es mi mundo,
que no aprendo y que tú,
ya no quieres aprender.
Hay una sima que es profunda
y un mar de dudas que la ensancha,
cada día un poco más.
Yo, sólo quiero manejar mis velas,
porque al viento no puedo;
quizás él sea como yo.
Sólo quiero poder escribir,
lo que en mis ojos es silencio,
lo que en mis labios es sólo verso,
un sentimiento que nace dentro de mí.
Del ayer, que hoy veo tan lejos,
una sombra bajo los cielos,
no sé que te contará hoy a ti.
Por eso ya yo te lo cuento,
porque adiós me vas a decir.

Rafa Marín

Las miradas

En este devenir
que son vida y anhelos,
todos a veces mar
y otras incendio.
Surgen de improviso,
cuales olas blancas
o amarillas lenguas,
encendidas en fuego;
las eternas miradas.
Tiernas, toscas, duras
desafiantes y otras;
enamoradas...
Un regalo del cielo
que a veces no vemos,
porque nos miramos
hipnóticos al espejo.
Rafa Marín

jueves, 24 de enero de 2019

La victima (relato corto)



El fotógrafo señaló al cadáver con indiferencia.

- ¿Se sabe quién es, sargento?

- Sólo es una mujer Pete, solo eso.

Los dos hombres miraron un momento el cuerpo que flotaba junto a la orilla, a lo lejos sonaba una sirena.

- ¿Sabes, Pete? dijo el sargento.

- A veces creo que fui yo.

El fotógrafo miró al sargento, por la mejilla del policía se deslizaba una lágrima.

- ¿Fue usted quien la mató, sargento?

- No, no lo hice yo, Pete. Fue otro, yo sólo no hice bien mi trabajo.



Cinco años antes ...



La carretera discurría sinuosa a todo lo largo del acantilado, a la derecha, un paisaje de azules que parecían infinitos se mostraba inalcanzable.

La mujer conducía un buick descapotable color ceniza, una mancha que se deslizaba demasiado veloz sobre la oscuridad del asfalto. El nuevo derrapaje hizo que al fin levantase el pie del acelerador y por un instante su mirada pareció recuperar algo de cordura.



Otro verano ...



El acantilado hoy de dibujaba a su izquierda, el camino de ida, por azar o por destino, siempre acababa a la vuelta. Vio la entrada a la mansión y desaceleró. El vigilante a la vez que abría la enorme reja metálica, saludó solicito. Ella se detuvo a su lado, le saludo por su nombre y preguntó si su marido había regresado.

El empleado, con cara seria, le dijo que la policía esperaba desde hacía al menos un par de horas.

Con un simple ...

- Bien, gracias. Dirigió el buick hasta la entrada principal.

Sentados en la escalinata esperaban dos agentes de paisano. Un temblor recorrió el cuerpo de la mujer.



Otoños e inviernos ...

Los largos meses de otoño e invierno, el matrimonio Palme, solía pasarlos en España. En la ciudad de Sitges tenían la intimidad justa para llevar una vida anónima y relajada.

La mañana, aunque fresca y ventosa, lucía esplendorosa. Ella caminaba junto a la orilla del mar, los zapatos en su mano derecha no se balanceaban con el ritmo de un tranquilo paseo. En el teléfono de su mano izquierda, una voz un tanto oscura la prevenía sobre posibles futuros acontecimientos.

Ella intentó mantener la calma, pero el ladrido de un perro que jugaba hizo que el teléfono resbalase de sus dedos y cayese sobre la arena, al recuperarlo, su interlocutor había colgado.



El último verano ...



Al salir de la mansión vio como el vigilante de seguridad levantaba la mano, ese día no se detuvo a saludar. Conforme se alejaba por la carretera de la costa, siempre con el infinito a su derecha, empezó a sentir dudas. ¿Era un saludo, o tal vez quiso advertirla de algo?

Instintivamente aceleró al buick, cuando se sentía atrapada, correr era su primer movimiento.

En la siguiente curva se cruzó con el coche camuflado de la policía, éste, llevaba la sirena sonando y una luz azul destellaba sobre el conductor.

Vio como los agentes la señalaban, como aminoraban la marcha y como ...

Toda visión desapareció.

Con la distracción, el vehículo se había precipitado contra el protector, lo había sobrepasado y se precipitaba por el acantilado sin remisión.



madrugada ...



Despertó sobre saltada, todo estaba oscuro y no pudo moverse. gritó, nada; el sonido quedó amortiguado de manera claustrofóbica. No se rindió y grito otra vez y otra y otra ...

De repente una luz inundó la habitación y varias personas vestida de blanco se acercaron a ella.

Sintió miedo de sus ojos y de sus intenciones.

Notó como la aguja atravesaba su piel y su carne. Poco a poco todo se volvió oscuro y cálido.

Al poco, en la sala de guardia del hospital mental ...

- ¿Quién es  la mujer? Peguntaba una joven y guapa enfermera.

- Lo desconocemos. Dijo en psiquiatra. La trajeron hace ya cinco años. vagabundeaba semi desnuda por una playa de Sitges.



En algún lugar de la costa Azul ...



El vehículo se estrelló contra las rocas, su conductora murió en el acto.

Los agentes de policía se sintieron culpables, iban a informarla que habían logrado dar con el paradero de su marido, y que éste se encontraba bien.



Junto al mar ...



- Pete ... comenzó el policía, ayer esta mujer pidió ayuda. Al parecer unos alienígenas pretendían asesinarla.



Fin



Rafa Marín





Si tú eres

La muerte será mi premio,
conquistado con esta boca,
que no conoce paz ni miedo.
Detendré el mundo en su girar,
hasta el imparable tiempo.
Sólo por ver tus ojos asomar,
entre las olas y el viento.
Sé que quizás tú no podrás;
pero yo, yo moriría en el intento.

Rafa Marín

Hoy vuelvo

Vuelvo a la vieja libreta,
a la soledad negra del yunque,
al ardor de mi corazón;
que es una fragua que arde.
Vuelvo a los días convulsos,
a la muerte ya anunciada,
entre parterres del flores,
por el tiempo pisoteadas.
Vuelvo a las miradas
y a los cambios de acera.
Al gabán con bolsillos y puños,
navajas y pistola en la sobaquera.
Vuelvo a los gritos ahogados,
al cigarrillo en la piel,
a la dulzura de tus labios.

Rafa Marín

Quisiera ser

Hoy quisiera ser llama,
combustible en tu piel,
rojo tizón sin humo,
que arde en tu pasión.
Déjarme atrapar en tu cuerpo,
cual raíz profunda y tú,
tierra fértil entre mis dedos,
ser mi placer y mi locura.
Hoy quisiera no verte sufrir,
no ser distancia ni pero.
Hoy sería niebla que arropa,
callada humedad que fluye,
como el agua del manantial
sobre las pulidas rocas.
Rafa Marín

miércoles, 23 de enero de 2019

Me aferro

Me aferro a esta estupidez
de querer seguir viviendo,
cuando cada día es un no poder,
ni siquiera con mi cuerpo.
De tu boca ya no podré tener,
ni su aliento ni sus besos.
¿Para qué este no ceder?
Vacío de todo hoy me siento.
Tras las olas no puedo correr,
soy como la paz del muerto.
Voy sin rendirme una y otra vez,
aunque sepa que estoy muerto.

Rafa Marín

La dura verdad

Hay una verdad callada y dura,
la que nadie pregona.
Hay una mirada perdida,
que ni la fe resucita.
Hay lágrimas que nacieron,
para esta tarde bendita,
manos obreras que creen en dios,
aunque este señor no exista.
Hay, un agujero sin fondo
y una pena que ya está maldita.
Hay un cielo sin escaleras,
hay un llanto naciendo puro.
Hay gargantas que no gritan,
llenas quedaron de tierra.

Rafa Marín

Se derrama la noche

Se derrama la noche
en gotas de agua,
su murmullo y su frescor,
en mis ojos se hace eco.
Ya nadie pide unas manos sinceras,
aunque no sean poesía,
sólo buscan el calor del sexo,
en rincones de la osadía,
en camas de lino y aloe.
Todo se volvió sinsabores,
comercio y cuerpos expuestos.
La noche se derrama solitaria,
reflejos en charcos olvidados,
la calzada y sus brillos fríos,
no alumbran en los callejones.
Camas que no tienen doseles,
sueños en miradas perdidas,
la noche se derrama en lluvía,
porque ya no quedan heróes.

Rafa Marín

martes, 22 de enero de 2019

Contacto fallido (relato corto)


A la salida de la terminal, recordó a aquella ciudad sin taxis; la de aceras con escombros, la ciudad con prisa y las esquinas con morbo. Hacia más  de 20 años que salió de allí, jodido pero entero, aunque bien jodido. Ahora plantado ante la parada de taxis vacía, se sintió molesto.
Cómo ha cambiado todo, pensó mientras comenzaba a caminar, muy pegado a la pared, pero no tanto como para despertar curiosidades. Metió la mano enguantada en el bolsillo y releyó otra vez la nota.

"Una calle y un puente, junto a la parada del tranvía, a las 12 del mediodía, lleve abrigo gris y bombín"
Y voila, allí estaba, en una ciudad que sufrió y no pereció, él conocía algunas de estas ciudades, muchas más de las que quisiera.
Mientras caminaba, vio el gran cartel publicitario, mostraba a un periodista, ahora escritor, español al que vio una vez. Fue en otros tiempos, en esta misma ciudad; otra forma vivir y morir. Otras circunstancias.

Era algo natural en aquellos días, algunos se protegían tras la cámara y la palabra press y otros tras un muro de ladrillo nada más. Recordó una escena; se asomaba más de lo debido, es esa curiosidad que lleva al gato a la tumba y al periodista a la fama. Loco, le grito alguien, en un momento de silencio.

Recordó como se miraron, un mercenario y un informador. Recordó el brillo de sus ojos tras el cristal; hubiera valido para el negocio si no fuera un contador de historias.
Pero eso fue hace mucho tiempo, Jerry tenía negocios y los tenía que atender, los recuerdos eran un hándicap que no se podía permitir es esa ciudad llena de viejos rencores, que todos se esforzaba en ocultar y no querer reconocer.
Sentado en un banco a mirar al río. Al poco una mujer se sentó a su lado.

- No se vuelva, me llamo Lucy, camine tras de mí y entre en la puerta que yo le indique.
Con un suave "vamos", se puso de pie.
Él la siguió, la siguió a ella y al golpe de sus caderas durante un buen rato, al fin, ella señaló una puerta y dibujó una peineta a modo de despedida.

No pudo dejar de sonreír, la chica a pesar de ser un bombón tenía su gracia.
Apretó el botón del timbre y la puerta se abrió sin más, el pasillo con suelo rojo y papel pintado en las paredes, estaba desierto. Al fondo otra puerta le invito a caminar hasta ella. No había timbre, así que apretó el pomo y lo giró.

Lo primero que vio fue la gran mesa y a su viejo amigo X, aquí los nombres están de más. Este le sonrió como un tiburón sonreiría a un pez payaso; sabe que es pequeño pero venenoso, demasiados problemas para tampoco premio.
X le invito a tomar una copa.
- Ron... ofreció... sin hielo y en vaso. Luego señaló la silla y el gran sobre que estaba en la mesa.
Este es un trabajo distinto, añadió, bien pagado, no te va a gustar, pero es lo que hay. Aquí no elegimos, no señalan y listo.
- ¿Cuánto no me va gustar? Preguntó mientras daba un tiento al ron y se servía más.
- Digamos que 130 mil, no está mal por un disparo.
- Eso es mucho...incluso para mí.
- Hay prisa e interés, estará en la ciudad dos días nada más. Tiene que ser algo de poco ruido, de muy cerca, a ser posible algo fortuito o un mal encuentro. Tú decides Jerry.
Jerry se acercó al bar y se sirvió el tercer ron.
- ¿Tan importante es? Quiso saber.
- Ya sabes, el nombre viene después del si, pero en este caso no hay un posible no, así como no hay un segundo intento. Qué más da, se acercó a la ventana y señaló al cartel publicitario.
- Vaya, dijo Jerry con una carcajada, joder que putada.
- ¿Le conoces?
- No, pero le vi una vez, ya sabes, la casualidad viene a buscarnos mucho tiempo después.
El señor X, se acercó y le puso la mano sobre el hombro.
- La vida es una puta, así que jódela tú a ella, para qué ella no te jodía a ti.
Jerry asintió en silencio, mientras sentía el ron arden en su estómago. Vaya mierda es esta de joder, pensó.
- Lucy te espera fuera. Es mi hija, no te pases con ella.
- A la mierda X, hoy me has jodido.
Tomó el sobre, apuró el ron y se fue.
En la calle, Lucy esperaba fumando.
- A dónde he de llevarte,  le espetó.
- A catre, le respondió él.
Conozco está ciudad desde antes que nacieras. No te necesito.
- Si quieres follarme, necesito saber dónde te alojaras.
- X, ¿es de verdad tu padre?
- Si, ¿Te sorprende?
- Me sorprende que trabajes para él. Es un trabajo peligroso.
Llévame al hotel Europe.
Caminaron unos pasos y ella sacó el mando del coche negro. Abrió el maletero y mostró su contenido.
Tomó la Glock y el silenciador, la metió en la mochila y miró el cuchillo de caza, un bowie. Lo rozó con los dedos temblorosos. Le guardo junto a la pistola.
El hotel le trajo los recuerdos y su violencia, las noches de interrogatorios en el subsótano y las borracheras. Todo para qué, por una idea. Si, así fueron aquellos 3 putos años.
En recepción se separaron, ella repitió el gesto, pero esta vez le miraba a los ojos. Le brillaban con un intenso color verde.
Estudió el voluminoso informe y las rutas de la víctima, sólo dos días y una conferencia.
Durmió mal y con las pesadillas habituales, le despertó el teléfono móvil y la voz de Lucy sonó fresca y reconfortante.
- En 10 minutos te espero en el restaurante.
- Claro, pide huevos y bacon y mucho café.
Sonó una risotada, es bufet tonto. Colgó.
Se ducho y preparó cuchillo a la espalda y pistola en la sobaquera. Americana holgada y abrigo sobre puesto.
Ella estaba radiante, como sólo una mañana de primavera puede lucir.
Mientras se dirigía hacia ella, vio al cliente dos mesas a la izquierda. Sería tan fácil, pensó. Se detuvo y observó el salón, no había cámaras. Un par de segundos y listo.
Lucy se levantó y lo llamó por su nombre.
- Jerry, aquí cariño. Tengo una mesa, ¿te gusta?
El cliente miró con curiosidad, el español de Lucy tenía un marcado acento bosnio.
El cliente, mientras miraba a Lucy, se llevó distraidamente un trozo de pan a la boca, algo paso entonces, con las dos manos se asió la garganta, ¡se estaba ahogando!
No lo pensó, corrió hacia él y tomándolo por detrás, le practicó la maniobra de Heimlich.
El cliente le miró agradecido, él le sonrió y se sentó junto a Lucy.
Ella lo miraba con asombro,
- ¿Por qué lo has hecho? Era hombre muerto.
- Porque nadie merece morir con una imagen tan bella en sus ojos, contestó.
Lucy tomó el teléfono.
- Contacto fallido con el cliente, dijo y colgó.
Esto anula el contrato, ahora no trabajas para mi padre...zalamero.





Fin
Rafa Marín

Entra por la ventana

Entra por la ventana,
cual mariposa perdida
y posada sobre mi mano, callas.
Ojos que de tanto decir,
ya sé cansaron y no dicen nada.
El ayer, viento sobre los sauces,
le rompió triste su alma.
Ahora, su mirada es un silencio,
una nube que al atardecer pasa.
Sobre mis manos se posa,
como un beso sincero,
como la verdad del amor.
Ella, que quiso ser ninfa,
por necesidad se hizo hada.
Yo, que en mi mano la miro,
cierro el puño y no siento nada.
Rafa Marín

La luna y la rosa

Están esta noche la luna
y la sutil impertinencia
de la blanca y pura rosa,
cuando se visten de ti.
El arrullo del agua
en la oscura cañada,
con el verde de la hierba
y el rojo de las veredas.
Quieren ser tu piel
y la sangre de tus venas.
Pero yo sigo ahora aquí.
Entretejiendo mil letras,
que sólo hablan de ti.
Rafa Marín

domingo, 20 de enero de 2019

La liebre (relato corto)


De todo lo malo de su padre, Rafa, sólo añoraba las salidas al campo de madrugada. Esos sábados de lluvia y frío en los que podía llevar su navaja de cachas negras y una pequeña ancla dorada.

Aquel día, se despertó sin ayuda, en la cocina olía a café y pan tostado y tabaco.

La cocina de carbón o leña, según aventurara la fortuna estaba encendida. Su madre, por una vez no tenía los ojos rojos y la mirada de su padre era tranquila, se permitía incluso una media sonrisa de lobo. Desayunó leche y pan con manteca y zurrapa de lomo.

Con la boca mascando a dos carrillos miraba, la mochila de lona verde gris, la silueta de la escopeta en su interior, los bocadillos y el agua al lado y una botella de vino. Miró desconcertado, vino tinto y de marca...

El padre le sonrío.

- Hoy vienen Pepe y tu tío Rafael. ¿A ver cómo te portas?

Estaba aún con las manos grasientas y la boca llena cuando sonaron los golpes de la aldaba. Se levantó y mientras acudía a abrir, se limpiaba en una bayeta manos, boca y sonrisa.

Abrió, allí estaba.

- Buenos días, tito.

El tío Rafael le sonrío, con un.

- ¿Qué tal niño? A la vez que le daba con disimulo un billete azul de 500 pesetas.

La mirada se le iluminó y la exclamación atrajo las miradas de madre y padre, aunque este, disimuló no haber visto nada.

Se saludaron todos y el tito Rafael se sirvió café con chorrito y un poco de lomo. Pepe llamó desde fuera con su voz segura y potente y, ¡OH! Como si el día fuera un milagro, el padre le dijo. - Niño, ve y dile que entre.

Corrió a la puerta y mientras guardaba el billete arrugado en un bolsillo, intentó imaginar que estaba pasando.

Pepe entró y toda su seguridad se perdió bajo la mirada de la madre.

Tito Rafael, lo miró con detenimiento y asintió a su hermano, satisfecho de lo que veía.

Rafa, dijo a la vez que le tiraba una llaves, ve al coche y trae la maleta negra del maletero. Corrió y dejo a los cuatro allí, en un silencio embarazoso, aquello le gustó.

Abrió el coche y junto a la mochila parcheada y las fundas de las escopetas, había una maleta. La tomó y supo que era un arma, sonrío con envidia, pero no con mucha. Ya le tocaría su turno, él era un niño todavía.

De vuelta en la cocina, Pepe, masticaba un pedazo de pan con manteca y la zurrapa de lomo tan buena que hacía la madre, ella ya no estaba y su padre y su tío tomaban anís en vaso.

Le dio la maleta al tito y este le espetó a Pepe,

- Tú, esto es para ti; las cosas de las que se entera uno.

Pepe, como es normal no entendió, yo tampoco. Pero la tomó en sus manos y sonrío al sentir el peso. La abrió y ahí estaba; una Grilla con su canana y los papeles.

Subieron al coche y el tito le alargó a Pepe una caja de cartuchos marca Remington.

El viaje estuvo lleno de miradas y silencios, por su parte, Rafa; ya soñaba con su escopeta mientras miraba al lluvioso amanecer.

Llegaron al sitio escogido por Antonio, su padre. Un verdadero conocedor de la tierra que habitaba.

El sitio era precioso, una ondulación de tierra, salpicada de palmitos y verde y abundante hierba. Al pisar ese trozo de cielo, lo primero que vio Rafa, fueron los enormes caracoles burgados que su madre cocinaba. Inmediatamente, se desentendió de todo lo demás. Su padre rió al verlo y le dijo.

- Deja eso para después, ahora hay que aprender cosas.

Rafa miró sorprendido, la cara de satisfacción del tito Rafael prometía sorpresas agradables.

Ellos con escopeta y Rafa con mochila, como se dice, a la descubierta, comenzaron a caminar. Rafa observó la "chivata" que su padre llevaba en la mano. De pronto se detuvo, se agachó y miró a lo lejos. Todos se pararon y él comenzó a caminar con su paso siempre cansino e infatigable. Desde donde estábamos lo vimos caminar, desviándose un poco a la derecha. De improviso, se giró veloz y descargó un golpe en el suelo. Se agachó otra vez y en sus manos mostró una liebre. Tito Rafael, soltó una carcajada y un.

- ¡Cabrón! ¿Cómo lo haces?

Su padre no respondió, que era un secreto que sólo conocían; él y Pepe.

Tras la exhibición, ellos siguieron a lo suyo y él tuvo permiso para recolectar caracoles.

Rafa oyó los disparos, supuso que sería Pepe y la escopeta nueva. Se enderezó y los vio a lo lejos, se volvió hacia el poniente y por el momento se sintió feliz.





Fin

Rafa Marín


Me pierdo

Esta mañana me pierdo,
junto con mi dormida mirada,
en estos abrumadores cielos,
entre grises y sus luces naranjas.
Los brillos húmedos del suelo
y las aceras abandonadas.
Voy con paso ligero,
como si quemase el agua,
pensando en lo que quiero,
sin saber que me hace falta.
De los charcos soy reflejo
y mis suelas onda que pasa.

Rafa Marín

sábado, 19 de enero de 2019

Tengo una imagen

Tengo una imagen grabada,
cada noche en sueños llega.
Tú, perversa niña entregada,
A lo que mi mente quiera.
Solos, náufragos en la cama,
sin pudores que nos detengan,
vamos soltando amarras,
es el placer quien nos espera.
Tengo esa imagen guardada,
para la próxima vez que vengas.
Tu piel a mi boca libre entregada,
en mis ojos el placer que te llena;
fue una tórrida y fría mañana,
escondidos para que no nos vieran.

Rafa Marín

Quiere el sol

Hoy el sol quiere ser luna,
se cubre de gris,
con el manto de etéreas cenizas.
Hoy el sol,
dibuja los colores apagados
y los sueños rotos.
Es un Polifemo enredado en su fuerza.
Hoy amanece mustio, callado.
Como si fuese una carta
en el fondo de un buzón olvidado.

Rafa Marín

Tus ojos

Miro el silencio de tus ojos,
pulido cristal que iriséa meloso.
Ayer que eran el bullir infatigable,
la primaveral colmena
que no tuvo tiempo para el ocio;
se ha vuelto ámbar.
Tú mirar es un testigo sincero,
el resplandor viejo del oro.

Rafa Marín

Petreas soledades

Sobre las petreas soledades
en las angostas quebradas,
retumba insistente el frío invierno.
Miro a la profunda sima
que reclama mis duros huesos.
Seré una vez más pasto y carroña;
camino solitario
hacia el horizonte eterno.
Ya las sombras sobrevuelan,
en el azul se pintan de negro

Amanecer

Se entreteje el amanecer
sobre la ribera y los juncos,
un tornasol que entre brillos
y verdes se muestra puro.
Hay en el rebalso un fluir acuoso
que despierta mis suspiros,
piedra bañada de niebla y tiempo;
recuerdo de los días oscuros.

Rafa Marín

viernes, 18 de enero de 2019

Hierro soy

Hierro soy,
entre el yunque y la maza,
soportando el castigo
que me dará forma y temple;
encendido cual viva llama.
A veces me vuelvo frío acero y otras,
cual carbón negro
se consume mi alma.
Del ayer fui afilado machete
y del hoy, de la ballesta un fleje
que amortigua su carga.

Rafa Marín

Llueve

Llueve mansamente,
con delicadeza, lágrima impotente,
como una pasión frustrada.
Hasta el tiempo parece que se detiene,
cuando sobre el cristal la gota resbala.
Extiendo mis manos impenitentes,
son un fuego que se apaga,
como una bombilla incandescente,
que brilla cegadora y estalla.

Rafa Marín

Me unges

Me unges con la humedad de tu ser,
como unge el rocío al tallo deshojado.
Me dejó arrastrar por tu fuego de ayer,
en la sagrada caricia del tálamo;
comunión nuestra que no quiere ser.
Me unges con esa sal de tus labios,
que en las mejillas de felicidad,
fueron ríos; verdad de tu voz y su prosa.

Rafa Marín

jueves, 17 de enero de 2019

Historia de un soldado (2)

Capítulo 2° (recuerdos)

Recordaba los primeros días de instrucción, que duros fueron, pero que reconfortantes. Al finalizar el día, aún había tiempo para las bromas, para la amistad; para sentirse en paz.
En esos días conoció a los que hoy eran sus hermanos. Cuando alguno, llevado por el instinto se escapaba en mitad de la noche e iba a buscar a una chica, el paso al frente unísono cuando buscaban al culpable y la sonrisa condescendiente del sargento al imponerles el brutal día de marcha. Si, todos eran uno y así se les inculcaba.
Ya casi había olvidado su vagabundear y las noches de amargo llanto.
Ahora se sentía querido, respetado y útil; responsable de sí y del resto de sus camaradas.
Por alguna razón, estaba físicamente mejor dotado que el resto y utilizaba ese don para ayudar a los demás, no para imponerse, ni para abusar.
Recordaba las miradas de gratitud y el cigarrillo, el toque en el hombro, en fin, lo que decía, ser uno de la familia y no el desconocido que llegó al cuartel aquel día en el que ya no pudo aguantar más.
Todos sin excepción, desde el capitán al último  recluta compartían ese código; nadie se queda atrás, nadie es prescindible.
Le nombraron jefe de sección, una tarea que todos aplaudieron, eso le hizo aún más responsable. Al poco tiempo le llamaron al despacho del coronel, no se preocupó mucho, aunque no era lo habitual, de tarde en tarde ocurría. Un ordenanza le saludó y le dijo, están todos dentro y, parecen de buen humor. Una duda en la mirada fue su única respuesta.
El cabo le volvió a sonreír y musitó ... tranquilo hombre, "copito de nieve" no te va a comer.
Se quedó plantado frente a la puerta, sonó un teléfono y oyó. Si, mi coronel.
Pasa, te están esperando, dijo con sonrisa bobalicona y, suerte.
Dio tres pasos, se detuvo junto a la puerta, agarró el pomo y ...
Avanzó decidido hasta el centro de la estancia, se cuadró, se presentó y saludo mecánicamente.
Oyó el descanse mientras miraba al coronel y a los tres hombres de paisano.
Soldado ... le presento a ... b ... y c ...
Supongo que sabes quienes son, así que está reunión no está teniendo lugar.
Su nuevo destino es la escuela de oficiales, tenemos planes y usted será la herramienta.
Sonó un timbre, el examen había acabado. Ahora era teniente y le aguardaba su nuevo destino, quería ser boina verde, eso para empezar.
Aquí comenzaban los planes de otros y se sintió orgulloso, como un novio en la boda, como se siente el perro fiel que es recompensado con unas palmadas y un gran trozo de carne.

Rafa Marín

Viento de levante

Este soplo desmedido
que es viento de levante;
barriendo de las aceras
lo que el otoño olvidó.
Los papeles de una fiesta,
un mensaje sin botella,
aquel charco que se secó.
Quizás quiera adornar el cielo
con las vistosas cometas
o tal vez sólo sea la mano
que las nubes rápido aleja,
junto con el canto de tu voz.
Rafa Marín

miércoles, 16 de enero de 2019

Tu lluvia mansa

De esta mansa lluvia
que tus ojos riega,
nacen ríos de mejilla,
torrentes que llenas.
De esta soledad
que entre risas niegas,
sábanas blancas,
como blancas azucenas.
Yo quisiera no verte llorar,
beberme tu salada pena
y entre las ramas y el azahar
mirar juntos a la luna llena.
Rafa Marín

Bajo las flores

Bajo las flores divinas
y los apagados recuerdos,
una luz ahí se marchita
y me lleva para dentro.
Cajón que nadie habita,
solo este frío cuerpo,
que quiso ser una chispa
y acabo siendo infierno.
Una verdad que buscaba,
un corazón ya vencido,
tiempo que a todos calla.
Rectángulo lleno de frío,
añorando ser una plaza,
para ser tan solo olvido.
Rafa Marín 

martes, 15 de enero de 2019

El niño que olvidó soñar (relato corto)

Despertó en la oscuridad de su cuarto y sintió miedo.
¡mamá! ¡mamá! ¡papá!
Gritó al no encontrar el interruptor de la lámpara. 
Sólo el silencio le contestó; espeso y apremiante.
Con pies torpes buscó las zapatillas, Nada, no conseguía encontrarlas.
Como pudo abrió la puerta a la penumbra menos densa del pasillo. No sé veían las habituales puertas, sólo esa semioscuridad tenebrosa.
Avanzó a tientas y, rompió a llorar. ¿Dónde estaban su casa y sus padres y su hermana?
Se sentó en el suelo gimoteando y se durmió.
Volvió a despertar, sentía frío y descubrió que una luz verdosa y tenue iluminaba el pasillo. Ahora se percibía su monótona ausencia de puertas, sólo muy al fondo, parecía haber un recodo. Se levantó y descalzo dirigió sus pasos hacia allí.
La monotonía poco a poco venció al miedo y cada paso que daba iba ganando en resolución. El recodo era ya prácticamente visible y, una duda fue creciendo en su mente. ¿Qué habrá a la vuelta de la esquina? ¿habrá monstruos, insectos gigantes...fantasmas?
Haciendo de tripas corazón, se dijo ... cualquier cosa mejor que este vacío.
La esquina a torcer se acercaba con una lentitud exasperante, decidió correr hasta esa desconocida aventura.
Tras un rato de estar corriendo, se sintió potrillo y creyo galopar; una risa feliz e infantil inundó aquella hoquedad, despertando brillos de las paredes. También quiso ser piloto de carreras y aviador, hasta sentía la fuerza del viento contra su cara.
Al poco llegó al codo misterioso y se detuvo. Tomó aire y de un salto se plantó al otro lado; una puerta le cerraba el paso. Volvió a tomar aire y giró el elaborado pomo, empujó la puerta y la luz entró a raudales. Se protegió instintivamente los ojos y una voz tan infantil como la suya le saludo.
Hola, chaval, ¿de dónde sales?
El chico sonrío y preguntó a su vez ...
¿quién eres?
Eso no vale, dijo el otro chico; yo pregunté primero.
Se miraron y rompieron a reír.
No lo sé, estaba dormido y me desperté. 
Bien, porque yo soy tu guía de los sueños.
Pero estoy despierto, repuso el chico.
¿Que más da, nunca has soñado despierto?
Ven, vamos a aprender.
¿Cómo?
Pues jugando, ¿cómo sino?
Volvieron a reír y corrieron hacia un prado cercano.
Estaban a punto de pisar la hierba y el olor fragante de la misma le saludo como un abrazo; se sentía feliz. De su memoria habian desaparecido las puertas y los miedos y el interminable pasillo. Todo era diversión y giraba como un carrusel, cuando empezó a sentir cierto mareo, notó una mano sobre su hombro y aquella voz...
¿Estás bien Antonio?
Se sintió aturdido por un momento, luego vio la cara de Helena y sonrió. 
Si, si, muy bien. Estaba soñando.
La mirada de Helena se iluminó con una interrogación.
Sabes...dijo Antonio, de niño, hace ya muchos años me olvidé de soñar.

Fin
Rafa Marín 

La luz de tu mirada

La suave luz de tu mirada,
cual tibio sol del amanecer,
una sonrisa dibuja en mi cara,
cuando feliz te ve aparecer.
Sueñan mis ojos de madrugada,
que los tuyos me vienen a ver,
con ese fuego que no me engaña,
en los que ahora quisiera arder.
Sucumbir al ron que derraman,
en su amor, vida, quiero beber,
una sed que los años no sacian.

Rafa Marín


Tres amaneceres

Hay tres amaneceres muertos,
arropados de frío y soledad.
Sueño que por los aires vuelo;
ave Fénix que no sabe resucitar.
Sonrío y quisiera ser suelo,
para de una vez dejarme pisar;
como los dioses del desconcierto,
una hoja blanca por rellenar.
Velas hichadas por la nada,
canto de pinzón enjaulado,
voz que el vacío destapa.
Así, de flor en flor saltando,
fantasma de la madrugada,
atrapado en su cansancio.

Rafa Marín

Despierta

Se despierta este amanecer,
destellos de un sol amarillo,
entre hojas de laurel y salvia.
Otro escondido y duro silencio,
que no pasó de ser madrugada.
Ahora te miro desde este puesto,
al que la paz nunca asalta;
eterno tal vez, lleno de palabras.
Un sin querer que no dice nada.

Rafa Marín

Miradas

Deste mirar que sin mirar me ata,
entre espejismos de glaciar
y coloridos arcos en la nada.
Veo fluir, que más da,
un suspiro que suelta el alma.
La verdad, esa tan antigua,
que siempre está por llegar,
como mis pérdidas esperanzas.
Sólo tengo este puñado de letras
para tu hambre poder besar.
Rafa Marín

Tu soledad

La soledad de tus horas,
esa que no puedo llenar;
se dibuja entre mil sombras
escogidas al azar.
Mi boca que no te nombra,
labios que olvidaron rezar;
le gritan a mí alma que corra.
Nada llena la botella rota
que no se sabe saciar.
Un cielo sin estrellas,
largas noches de soledad.

Rafa Marín

Me asomo a tu mirada

Me asomo a tu mirada y,
temo lo que veo.
Esa duda enquistada,
ese horizonte negro;
el llanto en los ojos,
presos del miedo.
Me asomo a tu tristeza
y no la comprendo;
siempre en la balaustrada,
siempre por amor sufriendo.
Quizás sean sólo mis sueños;
escondidos en la madrugada.
Rafa Marín

sábado, 12 de enero de 2019

En esta página

Sobre esta página que hecha está,
del más puro cristal de cuarzo,
aunque lo de escribir se me de mal;
mil pasiones estoy declarando.
Palabras encadenadas nada más,
las estoy gritando bien alto;
por si de una vez te quieres enterar,
de la cruz que en silencio cargo.
Está la fe de mi puro cantar,
saber que tú lo oyes callando,
y que no me vas a contestar.

Rafa Marín

martes, 8 de enero de 2019

La esmeralda (relato corto)

Caminaba con mucha precaución, pues la lluvia hacía que la ladera boscosa fuera resbaladiza y, llegados a esa altura, los barrancos y simas, eran tan profundos como abundantes. A su espalda llevaba una mochila bien ceñida, aunque está estaba prácticamente vacía.
Descubrió un arroyo entre la maleza y cansado ya de huir, decidió que la noche allí le alcanzaría. Acumuló lo necesario para hacer un refugio y una hoguera y una vez satisfecho, buscó con que saciar su hambre. Al poco un árbol frutal le dio lo necesario y mucho más; pues encontró entre sus ramas fruta y varios nidos con huevos. La suerte por fin me sonríe pensó.
Saciadas las necesidades, mirando al fuego recapacitó sobre esa aventura que le ocupaba. El viejo con el plano, la ambición y la codicia en aquellos ojos cansados y su traición.

Varios meses antes ...

Estaba sin blanca y como cada anochecer acechaba a los mineros del campamento, un borracho o un afortunado, cualquier presa que le diera para comer sin tener que rogar demasiado.
Vio venir al viejo andrajoso y se vio en él, cuando de pronto este cae al suelo desmayado. Quizás fue piedad o quizás fue remordimiento; pero lo recogió del suelo y lo llevó hasta su vieja tienda.
El pobre hombre era todo piel y huesos y creyó que se le moría allí mismo, tanteo entre las ropas y encontró un par de monedas de oro, lástima pensó, este cabrón hoy tuvo suerte.
Fue directo a la tienda de comestibles y adquirió lo justo para hacer un caldo que diese a ambos la energía que necesitaban.
Tras una noche de vigilia, el viejo despertó. Pepe, se acercó a él con un cazo humeante y ofreció al viejo el caldo que sobraba de la noche anterior. El hombre vio la moneda de oro y el cambio sobrante en la mesa, miro a Pepe a los ojos y cabeceó.
El viejo y Pepe charlaron y después hablaron y al fin entraron en conversación.
Chico, dijo el anciano, te puedo hacer rico, pero has de jurar por tu vida que nunca me vas a traicionar. Pepe, entre intrigado y perplejo, miró al fondo de los ojos del viejo. Allí vio algo que le asusto y le quitó cualquier sombra de duda. Lo juro, dijo en un tono que le sorprendió a si mismo. Bien, asintió el hombre sentado frente a él.
De repente, el anciano pareció recuperar el vigor, la luz de la codicia iluminaba sus ojos. Toma la calle en dirección a la montaña, a unos 5 km, hay un árbol caído, busca en su interior y trae la caja metálica que encuentres y, no la abras.
Al cabo de un buen rato volvió con la pequeña y pesada caja. Ante su asombro, el viejo sacó de su desdentada boca una llave. Tras comprobar que no había sido forzada abrió la caja.
En su interior tenía 30 ó 40 monedas de oro, varias piedras preciosas de tamaño regular y un pergamino enrollado.
Toma el oro que necesites y compra lo necesario para subsistir durante 6 meses en la montaña y herramientas y al menos 6 mulas ... compra también armas y municiones, pero nada de alcohol.
Los preparativos se alargaron hasta el final del invierno y un soleado y fresco quince de marzo por fin tomaron el camino de la montaña. Durante las noches antes de la partida, joven y viejo y joven, hablaron y hablaron de sus vidas y de sus miserias. Luego del mapa y del tesoro y la la esmeralda. De la gruta y de sus dificultades y del camino que debían recorrer.
Los días fueron pasando poco a poco, unos mejores que otros, pero siempre llenos con la belleza del paisaje y su paz. Casi llevaban un mes camino y el mapa fue consultado por primera vez. Frente a un imponente precipicio, el camino tomaba dos sentidos, ambos a la izquierda. Por aquí dijo el viejo, como si tuviera prisa. El joven asintió y dirigió la recua en la dirección que se le indicaba, inesperadamente al pasar, parte del camino cedió y dos mulas se hundieron en el precipicio. El anciano en vez de lamentarse arreó con más ahínco al resto de mulas. Las noches se hicieron tensas y tras perder la mitad de la comida, el joven se volvió más y más desconfiado.
Por fin una noche el viejo anunció, mañana avisaremos la cueva. La noche pasó lenta y llena de sonidos extraños. Pero el amanecer les animó y tras tomar
un poco de café y tocino con galletas, iniciaron con paso vivo la caminata del día.
Hasta el atardecer no apareció la sombra en la ladera. El viejo sonrió de forma extraña y con un gesto de cabeza dijo eh, ves, ¿¡qué te dije!?
El joven sonrío, pero de mala ganan y con una extraña sensación. ¿Cuándo llegaremos? preguntó lacónicamente...
Un día más dijo el anciano y apoyó la mano en la pistola que llevaba congando de la cadera. Este gesto no pasó desapercibido por ninguno de los dos. Al caer la noche, el viejo estaba locuaz, y el joven se alegró de que no hubiera alcohol en la carga. El anciano le explicó cada recodo de la gruta, cada signo y como seguir el oscuro camino. También le dijo que necesitarían tres haces grandes de leña para cada día y que tardarían 4 días en llegar al final de aquella caverna y nada de lo que vendría después.
Al fin llegaron a la entrada de la gruta. Prepararon el campamento y tras una larga pero insípida cena, el viejo lo llamo a su lado.
A la cueva sólo pueden entrar 2 mulas, estaremos una 2 semanas allí, adentro y hay mucho que sacar de esta tierra perdida de la mano de los dioses. Verás, las dos mulas deben de ser las más jóvenes, a las otras, les trabas las patas y las dejaremos aquí; tienen agua y comida suficientes en los alrededores. Distribuye bien la leña y se parco con nuestra comida, lo que no necesitemos lo ocuparemos para el regreso.
Al día siguiente se hicieron todos los preparativos y al anochecer, Pepe se dispuso a pasar otra noche allí. Sin embargo, el viejo minero le dijo ... NO, dentro siempre está oscuro, vamos, no hay tiempo que perder.
Distribuyeron la carga en las dos mulas y cada uno cargó con la comida necesaria para ellos. Las mulas portaban leña agua y forraje, nadie quiere dos animales hambrientos y débiles.
Pepe, miro al sol del ocaso y pensó si lo volvería a ver.
La gruta era más bien un túnel, amplio a veces y angosto las mayoría, que zigzagueaba constantemente. Cuando se cansaban, paraban y encendían una hoguera con la leña preparada en haces diarios, ni un trozo más, comían y dormían y vuelta a empezar.
El camino siempre oscuro, sólo iluminado por la luz de las bugías les hizo perder la noción del tiempo.
De cuando en cuando se oía una cascada de agua o el sólido del viento y así, al cabo de tres hogueras llegaron a una amplia sala.
El viejo farfulló, algo sobre al fin, descarga las mulas, enciende la hoguera y haz de comer, todo tan rápido que creyó lo habían dicho dos personas hablando a la vez.
Al acabar, miro al rededor y no vio al anciano, con cuidado, agarró su pistola, la amartilló y se sentó a esperar. Un rato después le llegó un ¡ay! que le sobresaltó. Tomó una de las bugías y caminó hay el quejido lentamente.
Al poco, encontró al viejo en el suelo, a su alrededor había piedras y más piedras preciosas, destacando una esmeralda tan grande como el mismo viejo.
No lo pensó, levantó el arma y disparó.
Agarró el cadáver y lastimosamente lo arrastró hasta una confinada cercana, dentro vio los restos de un ser humano. Se rió y mirando los ya apagados ojos del viejo, le escupió a la cara. Asesino masculló al empujar el cuerpo.
Recogió algunas piedras menores, zafiros, diamantes, algún berilo y varias aguamarinas.
Luego intentó sacar la esmeralda, pero mientras más destapada, más grande se hacía.
Necesitaré ayuda se dijo a sí mismo.
Volvió a dónde las mulas, entre las cosas del viejo estaba la caja metálica y la llave, guardó las nuevas piedras e inició el regreso.
Mientras volvía, una de las mulas enloqueció y se precipitó en una sima de oscura profundidad. El camino se hizo eterno, pero por fin vio la luz del día. Asomó con precaución, y vio que alguien había estado allí, las provisiones escondidas no estaban, las mulas tampoco. Tomó su única mula y la poca comida que llevaba; acamparía más tarde, lo más lejos de la cueva que pudiera...
De regreso tuvo un mal encuentro y escapó como pudo de la encerrona, de eso hacía ya varias semanas y allí se veía, solo, con una mochila que contenía una caja y un tesoro, mientras miraba al fuego.
Fin
Rafa Marín

domingo, 6 de enero de 2019

El Miura (relato corto)

La mañana, tras una semana de lluvias se presentó luminosa, casi radiante y algo ventosa. A la puerta esperaba Pepe y su capazo, mientras mamá acababa los bocadillos, yo miraba con admiración aquella navaja de cachas negras y su pequeña ancla. Íbamos a por espárragos.
Caminábamos en silencio, a veces es mejor escuchar lo que cuenta el campo que las palabras vanas. Al rato abandonamos el camino y cruzamos la acequia, sorteamos la alambrada y comenzamos a buscar Trigueros con afán.
- ¡Uno! Grite y de inmediato callé avergonzado, en las manos de Pepe asomaban al menos una docena y en las de mi padre el doble, sino más.
Poco a poco nos fuimos adentrando entre las retamas y los espárragos fueron creciendo en mis manos hasta que no podía abarcarlos.
Sobre las diez o así me pareció a mí, nos juntamos y tras comprobar la paridad de la recolección sonreí y tomé con gusto el bocadillo que me alargaba la sonrisa satisfecha de mi padre.
Tras comer con gusto y beber con sed de desierto me puse en pie. El sol calentaba y distraídamente me acerqué a la esparraguera y corté los tres espárragos que despuntaban; un premio extra pensé a la vez que me giraba y los mostraba. Muy bien, niño, saludo Pepe y reconozco que sentí orgullo y algo de pique. Pero qué más daba, estaba ahí, con ellos y con mi navaja.
Reanudamos la recolección y poco a poco más y más espárragos iban pasando del suelo a nuestras manos. Siempre con la vista en el suelo y desplegados en abanico comenzamos el ascenso de una loma cubierta de retamas y carrascas. De repente, Pepe, con una voz hasta ahora desconocida para mí, gritó.
- ¡Un toro! Y corrió loma abajo como alma que lleva al diablo. De reojo vi a mi padre subir a una encina que estaba algo lejos de mí. Corrí tras Pepe, caí y antes de tocar suelo volvía a correr, conté tres caídas y como la alambrada se acercaba rápido.
Pepe la salto y juro que ese salto fue una admirable demostración de agilidad, pero lo sorprendente es que segundos más tarde paseaba a su lado.
Atrás quedaron: una alambrada y dos acequias de al menos tres metros de ancho cada una.
Mientras recuperábamos el resuello con las manos apoyadas en las rodillas, vimos como mi padre bajaba caminando tan a su ritmo de cazador de acecho.
Al llegar a la alambrada, se nos quedó mirando y tras ladear un par de veces la cabeza, rompió a reír. Miró a Pepe y luego a mí y comenzó a descojonarse como nunca había visto reír a nadie.
Señaló a Pepe y le dijo,
- Anda Miura, vamos a seguir y antes de gritar toro, comprueba que tiene huevos y no se va corriendo asustado.
A las tres estábamos en casa, con un macetón enorme y hambre de dos días.
Aquella tarde, sentí la mirada de mi padre, y por una vez no había en ella la oscuridad de otras veces. Me llevó otras cuantas veces más con él, pero no hubo anécdotas que contar.


Fin
Rafa Marín

De miradas y manos

Tengo perdidos en la mirada,
tres tardes y dos amaneceres.
Todos con sábor a barro y olor a infierno.
Tengo el mis ojos perdidas;
tres madrugadas, cielos negros,
sin estrellas y la tierra blanca.
Tengo en mis ojos estos versos
y un maldito silencio
que de callar se cansa.
Miras mis manos tendidas
y sólo las ves vacías,
sin monedas ni perfumes ni caricias.
Pero no ves que son una súplica,
un perdón y un corazón que expira;
el último aliento de una voz
que bajo el frío cristal se quiebra.
Miras mis manos tendidas
y sin decir nada la mirada apartas.
Rafa Marín

Sin destino

Bajo el alero,
el nido vacío me mira
y pienso.
¿Adónde fueron las
vivaces golondrinas?
Miro al cielo de límpido azul
y levantó el cuello de mi gabán.
Otro día más de invierno,
otro día sin tus manos.
Otro día siendo nido vacío
que no puede emigrar.

Rafa Marín

Amanecer

Bajo el árbol,
en su manta liado,
como un regalo
que nadie pidió,
permanece olvidado.
El ayer, entre amores
y sueños que huyeron,
lejos ha quedado.
Hoy el sol despunta
y el rocío para él
mil arcoiris está despertando.
No le queda nada,
sólo esa belleza que al amanecer
se le queda mirando.
Rafa Marín

Se despierta ...

Se despierta este ruin céfiro
que me asalta en las esquinas
y me invita a navegar.
Mil puertos sin refugio,
infiernos en los que recalar.
Miro el oleaje, ondulante gris
y las olas blancas de espuma y sal.
Dime tú, compañero.
Dime, insondable mar,
¿hay cantos para este Odiseo?
¿o sólo tierra firme para penar?
Entre letras sello mi destino,
que no es otro sino caminar.
Cielos grises sobre el aguacero
y niebla entre los pinos
y de cansancio suspirar.
Encrucijada sin blues,
ni guitarras ni curvas
ni torsos a los que abrazar.
Sólo la línea del infinito
y un poema que cantar.
Rafa Marín

sábado, 5 de enero de 2019

La caza nocturna (relato corto)

Ahora recuerdo aquella noche con nostalgia, pero eso es ahora, abrigado por la seguridad del salón y el fuego de la chimenea.
Era otoño y recuerdo nítidamente sus palabras ... vamos niño, es hora.
Me colgué la mochila sobre el impermeable y ajusté las correas.
Al salir de la casa volví la cabeza, madre tenía pintada la preocupación en su rostro, pero no me importó mucho, era necesario y total, que más daba que lloviera; el agua y la oscuridad eran esa noche nuestros aliados. Al llegar a la linde se nos unió Pepe, fumaba.
Nos alejamos hacia los campos, al fondo del paisaje había un pequeño bosquecillo de árboles bajos y tupidos, ese era nuestro destino. La lluvia amortiguaba nuestros pasos y a nuestra derecha la carretera comarcal se iluminaba de tarde en tarde. Formamos un círculo. De la mochila salieron las dos pequeñas carabinas de aire comprimido y dos linternas, Pepe hacía rato que tenía la suya a mano.
Tras probar el funcionamiento nos adentramos más profundamente en el bosquecillo, alumbrando la ramas bajas; ahí estaban los pájaros, como  bolas de plumas bajo la llovizna.
Comenzamos a cazarlos con estudiada parsimonia, uno a uno caían y eran nuestra felicidad.
Poco tiempo después, un ruido alertó a mi padre, luces cuchicheó, apagamos la linternas y casi a la carrera le seguí; Pepe había desaparecido.
Agachados nos dirigimos a la carretera, aprovechamos cada montículo para pasar desapercibidos, al poco gateabamos y al final nos arrastramos hasta la acequia que bordeaba la carretera.
Metidos en agua hasta la barbilla esperamos, tenía frío, pero no dije nada.
Sentí el roce de unas botas justo sobre mi cabeza y una voz que decia: joder, esos están por aquí.
Un haz de luz iluminó la hierba delante de nosotros y a pesar del frío tuve que contener la risa.
Pasó algún tiempo y por fin los pasos se alejaron por la carretera, al poco se oyó un motor y el todo terreno de la Guardia Civil se alejó definitivamente.
Empapados pero felices nos dirigimos hacia la linde de casa. Pepe se nos unió y comentó lacónicamente: han estado cerca.
Mi padre me miró y ambos sonreimos: si le dijo, como a una cuarta y pasando la mano por mí cabeza río. 
Sacó un cigarrillo de una bolsa de plástico hermética, celtas pude leer. Encendió uno y mirando al cielo expulsó una gran bocanada de humo.
Ya en casa y con el amanecer despuntando, contamos las capturas: 24 gorriones y 10 pelirrojos, un par de alcaudones y otras dos docenas de pajarillos más.
No está mal, eh!
Yo sonreí tiritando de frío y madre me señaló una pila llena de agua caliente.
Al medio día comimos arroz con pajarillos y mis hermanas me miraban como si ya fuese un chico mayor.
Fue la última vez que salí a cazar pajarillos por la noche.

Fin

Rafa Marín

Carta

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar: Este año nos hemos portado regular, pero prometemos portarnos mejor para el año que está empezando. Así que, si os parece bien, nos gustaría hacer unas peticiones de regalos. Para Ricard, pedimos: Un ordenador con el hytale. Un mando de camuflaje. Para papi, nos gustaría un scrabble y una gran sonrisa de mami. Para mami, te pedimos: Un muy buen perfume, que nos siga queriendo mucho. Gracias de ante mano, no olvidéis los polvorones y mantecados...ni la leche, porque la noche será fría y larga y debeís alimentaos bien. Ricard, mami y papi

miércoles, 2 de enero de 2019

De Lope y Quevedo

Del Félix del que la historia habló,
capaz del soneto y dramaturgo;
tantas y tantas letras él escribió,
de su obra, hasta con mi ser comulgo.
Poemas y hasta relatos compuso,
quizás tocada su lengua por el Dios;
alzó el teatro para los del vulgo,
con su rima perfecta todo cambió.
Pero ese tal Don Paco rimaba,
en su boca la ironía fue azote;
de los que a España arruinaban.
Pues sirve la rima como un bote,
llevando la verdad bien cantada,
Teniendo Don Francisco su buen nombre.
Rafa Marín

martes, 1 de enero de 2019

Niña, si tu lloras

Si hoy callarse mi boca,
si por azar muriese mi ser;
si por mi amor, tú lloras,
te juro que he de volver.
Como vuelven sol y luna,
como los luceros al anochecer.
Nunca te dejaré sola,
a la misma muerte he de vencer.
Porque, niña, si tú lloras,
en las cunetas flores verán crecer.
Blancas margaritas, rojas amapolas;
mar de color salpicando el verde.
Seré por ti, rocío en la aurora
y desde el azul cielo te veré.

Rafa Marín

Año nuevo

La noche se va yendo,
suspiros salen del alma;
los callados te quiero,
recorriendo la madrugada.
Dónde estás que no te veo,
acaso volaste cual hada?
En esta hora en mi pecho,
palpita un corazón que sangra.
Adiós amor, adiós amada;
va llegando este amanecer,
cargado de sueños y esperanzas.

Rafa Marín