Tirado en la
acera
susurraba su
nombre.
Echado sobre
los vidrios
del roto
escaparate.
A su lado el
maniquí
descansaba
muerto.
La lluvia era
el escenario.
La noche me
robó
en un suspiro
mi paz
y su perfumado
cuerpo.
Se llevó
ingrata
la luz de sus
ojos
y la sonrisa
que quiero.
La noche,
cielo negro.
Se filtra
como luz
reveladora
un pequeño
rayo de luna.
La ventana
entreabierta
dibuja tu
cuerpo.
Azul sombra,
ojos que
sueñan
tu eterna figura.
Rafa Marin
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