La ventanilla,
cual escudo
seguro
se llena
con el llanto
puro
de un cielo
ahora;
ya menos
oscuro.
En el silencio
de un vagón
lleno de
ellas, invisibles almas
de miradas
vacías y ojos neutros.
Miro como los
rayos
corren por el
cielo,
destapándose
como niños
mudos.
Y se van
dibujando
en el
claroscuro
de este
amanecer
que nos
promete con su hacer
un nuevo
futuro.
El paisaje de
los campos
agradecen
la lluvia
dando
exuberantes su fruto.
Rafa Marín
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