Hoy de mi
niñez
los recuerdos
me asaltan.
Cuando en las
madrugadas
huía del ogro
y entre las
ramas
del viejo
olivo
me refugiaba.
Recuerdo la
luz
de infinitas
estrellas
que de otros
mundos
me hablaban.
Recuerdo mis
ojos de plato
que a cerrarse
se negaban
y mi mente que
libre
al fin por el
cielo viajaba.
Hoy entro
despacio en su cuarto
y me siento a
los pies de su cama.
Miro el sueño
tranquilo de Ricard
y noto el cálido
reguero de una
lágrima
que en mis
mejillas
dibuja un río
que nunca verá
el mar.
Rafa Marín
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