Fue una tarde
de primavera,
del cielo
colgaba un sol de agosto.
En tu cara
lucían las pecas,
eran como
perfectas pepitas de oro.
La piscina
plana y solitaria
parecía un
espejo de bruñido cromo.
Verde está el
jardín de grama,
al fondo
solitario se ve el chirimoyo.
Embrujado está
el ambiente,
aroma de los
parterres de rosales rojos.
Hasta los
claveles de reventón
son hoy sangre
en la arena del coso.
El silencio es
miel esparcida.
Hoy las
cigarras de silencio hicieron voto.
Mientras en
las ramas bajas
nos miran
gorriones milos y los petirrojos.
Los dioses de
cielo se embelesan
contemplando
este lugar tan hermoso.
Cupido y
Artemisa no apuntan
hoy con sus
arcos este mi corazón fogoso.
En tus
delicadas manos estaba
de poemas
gastado libro de liviano lomo.
En las mías
llenas de callos
un trébol que
a la tierra enamorado le robo.
Las miradas
bajas todo lo decían
pupilas
clavadas en ojos que miraban ojos.
Y en fuego el
aire se encendía,
huracán,
viento de levante, brisa...soplo.
Al tiempo los
ladrones lo seguían
y en nuestro
silencio se produce el robo.
Entre los
pinos él ya se oculta,
pintando el
cielo de grises rosas y rojos.
Fue una tarde
de calladas bocas,
y corazones
latiendo como jóvenes potros.
Una tarde que
llenó el silencio
y en mi alma
dejó sólo un sueño roto.
Rafa Marín
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