Lánguida tarde,
de horas
perezosas,
que bailan en
torno
a un viejo
reloj sin cuerda.
Tarde de
recordarte
en aquella
playa,
desnuda entre
las olas bravas
y desérticos paisajes.
Buscabas
caracolas
y te
encontraste, con mis ojos.
Tu sonrisa de
blanca espuma
y el ¡AY!
que nació en
mi pecho.
Como digo lánguida
tarde,
de sol limpio
y cansino ajetreo.
Leyendo en una
revista
te
reencuentro.
Diva eres,
del
superficial mundo
que tanto te oí
criticar.
Rafa Marín
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