Humanidad muerta,
copada por sueños
que nos da miedo realizar.
Aferrados a la cadena
que no es más que un adorno
en nuestras gargantas
que dejaron de gritar.
Nos asomamos a una ventana
gigante de cristal
que de lejos nos muestra
un mar lleno de nubes y libertad.
Preferimos el insano aire
que respiramos mientras hundimos
nuestro culo en un sofá.
Lloramos lágrimas de cocodrilo
por algo que aunque nos mordiera
no sentiríamos jamás.
Amor, esa palabra tan vacía
como nuestros corazones
o nuestros ojos que no saben mirar.
Somos como madres satisfechas
al contemplar a sus camadas
arrasar el jardín que se les da.
Sumisos prisioneros de las celdas
que nosotros mismos cerramos
tirando las llaves al mar.
Rafa Marín
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