La ventana me acerca
a la noche sagrada.
A las estrellas sin fin
con sus luces apagadas.
A la escondida fruta salvaje
que es tu sonrisa callada.
A sentir tu espalda
contra mi ser apretada.
A tu voz entre gemidos
y palabras entrecortadas
jalea este brío de noche
por mi siempre soñada.
Mis manos en tu cintura
como cinchas posadas
y como susurro de diosa
la brisa se levanta llenando
las cortinas con su bocanada,
frescor de la noche
que recorre mi espalda.
Rafa Marín
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