Caminando tras
los pasos,
de esta
ingente marea,
que siendo tu
caminante,
nadie te
escribe letras.
Extrañas te
sonarían,
las que
escribió el poeta,
en este cruel camino,
que solo te
encuentras.
Alambradas que son espino
y soldados con
metralletas.
Son los
guardias de Alejandro,
que viven sin
conciencia.
Alimentados
los tienen,
con la sangre
de los que llegan.
Tú, por nada
de este mundo,
dejarás que la
esperanza muera.
De tus hombros
tus hijos,
como yunques
cuelgan.
Y caminando
sigues,
aunque nadie
te quiera.
Antes
prefieres la muerte,
que volver a
tu maldita tierra.
Rafa Marín
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