La noche avanzaba sin otra novedad que la de la luna solitaria y
silenciosa surcando el cielo estrellado. Hacía frío pese a ser ya verano y una
ligera niebla se levantaba entre los árboles que bordeaban el camino que tomaba
un aspecto espectral.
A lo lejos se veía el fulgor anaranjado de la ciudad.
Los dos hombres fuertemente armados caminaban y bajo sus botas la
gravilla crujía monótona y acompasada. Se detuvieron y uno de ellos extrajo una
cajetilla de tabaco, expulsaron el humo con evidente placer.
De repente, un fuerte grito quebró la noche y unos pasos
comenzaron a acercarse entre el crujir de ramas rotas y una respiración estertorosa
y brutal.
Con un gesto mecánico, casi indolente, ambos levantaron sus fusiles
ya listos para disparar, a la vez que uno de ellos encendió la linterna. El
ruido cesó, con un gesto, los dos hombres se separaron unos 3 ó 4 metros, encorvados
y listos para el combate.
Quien fuera o lo que fuera, se apercibió de este gesto e intentó
retroceder, la luz de la linterna se poso sobre él y el otro hombre abrió
fuego. Fuese lo que fuese, recibió un impacto y aulló lastimeramente, entonces
emprendió una huida alocada, los hombres corrieron hacia la espesura y esta vez
dispararon los dos, una sombra oscura comenzó a revolcarse entre la hojarasca y
quedó tendida, inmóvil.
Tal como había empezado acabó. Ahora el silencio era más espeso y
el aire conservaba el olor de la pólvora.
Uno de los hombres tomó la radio.
- Beta 2 a control, cambio.
- Aquí control: informe beta 2.
- Beta 2 a control: hemos abatido a otro, balizamos lugar.
El paso cansino de los dos hombres volvió a hacer crujir con
monotonía la gravilla del camino, encendieron otro cigarrillo y se alejaron.
A la mañana siguiente un camión recogió al enorme hombre-lobo
abatido. El operario anotó: 5º. Y pensó:
- cada mes hay más.
Fin
Rafa Marín
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