No lloraba nunca,
le prohibieron hacerlo,
a veces con una vara,
otras con mano de hierro.
En sus dulces ojos, nada,
un vacío sin expresión,
en sus manos ... lágrimas,
disfrazadas de duro tesón.
Corría, de tierra en tierra,
de fosa en fosa, sin rencor;
esto es solo un negocio,
repetía el muy cabrón.
Pero ayer, desdichada lágrima,
de sus dulces ojos se calló.
Hoy es una eterna cascada,
un río que sin montañas nació.
Rafa Marín
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