Cada noche recorría los pasillos del Gran Palacio Ducal; comenzaba
su ronda nada más ponerse el sol. Con metódica eficiencia repasaba cada sala,
habitación, pasillo, escalera o terraza. Se podía decir que tenía un demostrado
interés en hacerlo, era el dueño.
Durante el día permanecía en su gabinete, descansando y siempre
solo. Para él, pensaba, ya pasaron los días de aventuras. Había perdido el
gusto por las mujeres y la caza; a causa de ellas (las mujeres) se vio
involucrado en no pocos duelos y alguna muerte.
Desde hacía varios meses ya, en el viejo palacio se llevaban a
cabo trabajos de restauración y redistribución de muchos lugares para un mejor
aprovechamiento de los espacios y esto causaba molestias al anciano duque.
En sus rondas no paraba de encontrar obstáculos. Para colmo,
alguna vez se encontró con gente portando linternas, a los que no logró dar
alcance para poder interrogarles, incluso a veces fingieron no verle o hicieron
caso omiso a sus requerimientos.
Esa noche dijo basta, inundado por renovadas fuerzas decidió
actuar. Como primera medida, decidió retirar los cachivaches modernos y
descolgó algunos cuadros que no le agradaban. Ya casi al amanecer se retiró a
su aposento, satisfecho pero también agotado, la tarea fue ingente y a ratos
muy aburrida y pesada.
- Mañana hablaremos, dijo.
Poco a poco esta nueva tarea nocturna le fue dando vitalidad, pero
por mucho que por la mañana llamara al ama de llaves, esta nunca acudía y su
vida se volvió un toma y daca nocturno, una guerra de posiciones pensó.
- Pues guerra tendrán, se
dijo divertido.
Al no obtener ningún resultado positivo, asumió que las gentes que cada noche veía podrían ayudarle y esa noche se acercó a interpelarles. Asombrado vio que huían despavoridos gritando:
Al no obtener ningún resultado positivo, asumió que las gentes que cada noche veía podrían ayudarle y esa noche se acercó a interpelarles. Asombrado vio que huían despavoridos gritando:
- Un fantasma, un fantasma, hemos visto un fantasma.
Fin
Rafa Marín
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