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miércoles, 14 de marzo de 2018

El duque (relato corto)

Cada noche recorría los pasillos del Gran Palacio Ducal; comenzaba su ronda nada más ponerse el sol. Con metódica eficiencia repasaba cada sala, habitación, pasillo, escalera o terraza. Se podía decir que tenía un demostrado interés en hacerlo, era el dueño.
Durante el día permanecía en su gabinete, descansando y siempre solo. Para él, pensaba, ya pasaron los días de aventuras. Había perdido el gusto por las mujeres y la caza; a causa de ellas (las mujeres) se vio involucrado en no pocos duelos y alguna muerte.
Desde hacía varios meses ya, en el viejo palacio se llevaban a cabo trabajos de restauración y redistribución de muchos lugares para un mejor aprovechamiento de los espacios y esto causaba molestias al anciano duque.
En sus rondas no paraba de encontrar obstáculos. Para colmo, alguna vez se encontró con gente portando linternas, a los que no logró dar alcance para poder interrogarles, incluso a veces fingieron no verle o hicieron caso omiso a sus requerimientos.
Esa noche dijo basta, inundado por renovadas fuerzas decidió actuar. Como primera medida, decidió retirar los cachivaches modernos y descolgó algunos cuadros que no le agradaban. Ya casi al amanecer se retiró a su aposento, satisfecho pero también agotado, la tarea fue ingente y a ratos muy aburrida y pesada.
- Mañana hablaremos, dijo.
Poco a poco esta nueva tarea nocturna le fue dando vitalidad, pero por mucho que por la mañana llamara al ama de llaves, esta nunca acudía y su vida se volvió un toma y daca nocturno, una guerra de posiciones pensó.
 - Pues guerra tendrán, se dijo divertido.
Al no obtener ningún resultado positivo, asumió que las gentes que cada noche veía podrían ayudarle y esa noche se acercó a interpelarles. Asombrado vio que huían despavoridos gritando:
- Un fantasma, un fantasma, hemos visto un fantasma.

Fin

Rafa Marín

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