Habían quedado a través de la red social, uno depositaría un libro
en el lugar de su elección, indicaría el lugar y alguien lo recogería. Una vez
leído, este último lo volvería a poner
en otro lugar y repetiría la acción. La idea era que el libro "El viajero",
recorriera la mayor distancia posible.
En esos momentos, en un parque de la misma ciudad
Otro hombre, esperó a que el bullicio de la calle se amortiguara,
entonces con un ágil y rápido movimiento depositó el paquete entre los
matorrales. Miró varias veces hacia todos los lados, no se veía a nadie. Sonriendo
caminó por unos de los caminos, hasta desaparecer anónimamente.
El hombre que jugaba a encontrar el libro, observó la imagen del teléfono móvil, no había dudas, ese era el lugar, introdujo la mano y palpó dentro del matorral, allí estaba...sonrió. Tomó el paquete y lo ocultó con el abrigo. Inmediatamente se oyó una voz que gritaba:
El hombre que jugaba a encontrar el libro, observó la imagen del teléfono móvil, no había dudas, ese era el lugar, introdujo la mano y palpó dentro del matorral, allí estaba...sonrió. Tomó el paquete y lo ocultó con el abrigo. Inmediatamente se oyó una voz que gritaba:
- Alto policía, póngase de rodillas.
Con aire satisfecho el detective alargó la mano.
Con aire satisfecho el detective alargó la mano.
- Démelo, dijo.
- ¿Qué? Preguntó el hombre arrodillado.
- Que va a ser, repuso el agente, el paquete que oculta bajo el
abrigo.
- Es un libro, protesto el individuo, se titula el jugador y
alargo el paquete con desgana.
El policía tomo la bolsa y con una navaja la rasgó, al suelo cayeron varias joyas y otras bolsas más pequeñas.
El policía tomo la bolsa y con una navaja la rasgó, al suelo cayeron varias joyas y otras bolsas más pequeñas.
- Conque un libro, verdad. Aseveró socarronamente.
- Llévenselo, ordenó.
El hombre arrodillado palideció, pero guardo silencio.
La habitación olía a heces y a sudor, sobre la mesa había un libro destrozado; junto a ella un hombre atado a una silla estaba siendo torturado. Otro le golpeaba y preguntaba insistentemente.
La habitación olía a heces y a sudor, sobre la mesa había un libro destrozado; junto a ella un hombre atado a una silla estaba siendo torturado. Otro le golpeaba y preguntaba insistentemente.
- ¿Dónde están las joyas y la coca, dónde están?
Era el tercer día, el hombre que estaba siendo torturado, sólo
repetía la misma frase.
- Puse la bolsa donde acordamos, escondida en el matorral.
La casualidad, había querido que coincidieran en el lugar donde
depositar ambos paquetes.
Fin
Rafa Marín
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