Aquel lunes amaneció pronto, quizás demasiado, según cuentan hoy
las crónicas.
A las cinco de la mañana el sol surgió de los mares, como señal de
mal augurio. España había expulsado a los embajadores de Francia, Alemania,
Italia y Reino Unido. El rey convocó de emergencia a los líderes políticos, a
los representantes sindicales y a toda la prensa nacional. Se había cometido un
crimen contra el honor patrio; Europa en pleno declaró ilegal tomar el sol en
las costas españolas, era algo intolerable.
Tras una jornada de intensos debates, y por una vez se consensuó
una respuesta para tamaño insulto. El mensaje del rey fue rotundo, los partidos
políticos unánimes, los sindicatos lo apoyaron y la prensa lo proclamó. Era la
guerra contra la dictadura europea.
Se organizaron marchas multitudinarias, el pueblo entonó canciones
sobre la férrea grandeza de sus gentes. Los niños, los ancianos, las mujeres; todos
acudieron a las estaciones, puertos y aeropuertos a vitorear a sus jóvenes
soldados.
Aquella mañana España entera salió a la calle para decir:
- ¡BASTA!
No somos como ellos, ni estamos sujetos a la tiranía de sus pieles
enfermas. Queremos playas y terrazas y toros y chiringuitos y vivir libres
nuestra grandeza.
Como cabía de esperar, los victoriosos ejércitos patrios, pronto
ocuparon Francia y Alemania. Italia se rindió sin luchar y el Reino Unido, se
vio abocado a pedir un armisticio. Pero lo que nadie dijo, lo que nadie pensó,
es que en todo momento se faltó a LA VERDAD.
Fin
Rafa Marín
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