Miraba al infinito estrellado,
a la eterna noche.
En sus ojos llenos de luz,
se dibujaba la tristeza.
Quién no podría quererlo?
Quién haría de su fe burlas?
Pero cada noche
se asomaba al puñetero cielo,
escondido entre las ramas.
Que pronto le hicieron viejo,
los miedos, el hambre y la soledad.
Rafa Marín
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