Siempre se había considerado una mujer fea, una especie de
monstruo que nadie echaría en falta si desapareciera. Sus amigos y familia le
repetían que no, que era una persona normal, pero ella siempre pensó que lo
decían por caridad y tomó una decisión.
Comenzó a estar pendiente de los partes meteorológicos, incluso se
compró un anuario de las mareas. Cada mañana, antes de desayunar, corría los 5
km que había de su casa al faro, realizaba una tabla de ejercicios y se volvía
también corriendo; no falló ni un día.
Tomó esta decisión a principios de abril, se dijo.
- Para cuando lleguen las mareas vivas de otoño y las tormentas,
estaré lista.
Cada día se tomaba su rutina como si fuese una promesa a la que no
podía faltar. Empezó a llevar una cámara, y busco el sitio ideal. Comenzó a
impacientarse, cada vez tardaba menos en el recorrido y el sol, el ejercicio y
la brisa marina, le estaban dando un aspecto que no era el más adecuado para su
propósito. Pero aún y así, no pensó nunca en abandonar, más bien todo lo contrario.
Por fin llegó el esperado otoño, con las lluvias, la carrera diaria y su tabla de ejercicios, la obligó a hacer un mayor esfuerzo, mejor, pensaba mientras corría ida y vuelta hasta ese faro que nunca vio encendido.
Por fin llegó el esperado otoño, con las lluvias, la carrera diaria y su tabla de ejercicios, la obligó a hacer un mayor esfuerzo, mejor, pensaba mientras corría ida y vuelta hasta ese faro que nunca vio encendido.
Esa mañana, era el día perfecto; una profunda borrasca azotaría el
litoral y para colmo coincidía con la mayor marea del año. Tomó la pequeña
mochila y puso la cámara dentro, cerró la casa y salió corriendo. La lluvia
caía con fuerza y la empapó al instante. Qué más da, pensó mientras corría. El
día tenía ese aspecto gris perfecto y poco a poco se acercaba a ese faro que
por primera vez veía encendido, una sonrisa brillaba en sus ojos. Había
merecido la pena el sacrificio y la larga espera.
Llegó. Colocó el trípode y la cámara, se auto enfocó y mientras
grababa el video con su explicación, reparó en un joven que asomado al
acantilado, miraba abstraído a las enormes olas que rompían con pavoroso
estruendo.
Gritó.
Gritó.
- ¡NO SALTES! Y corrió hacia él.
El chico se volvió sonriendo, y con voz suave le dijo.
- No temas, estoy aquí para que no saltes tú. Soy tu ángel de la
guarda.
Fin
Rafa Marín
Bonito.
ResponderEliminarGracias
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