Como persona siempre fue un desastre, pero un día la edad y la ley,
le llevaron a los cuarteles. Por aquel entonces, todos eran de invierno, mas
una mañana, la primavera floreció. Le llevaron a un infierno, pero no podía
intervenir, algo se le murió dentro del alma. No podía o no sabía entender
porqué todos callaban ante la brutalidad de aquellas calles tan amigas de la
paz y la tolerancia.
Preguntó y un superior le dijo:
Preguntó y un superior le dijo:
- Aquí vinimos tan solo a ver para poder contar, ya hay un césar y
la política lo ha de solucionar.
Cada mañana su grupo se paseaba tetrapléjico ante la más absoluta y cruel verdad; ¿los están exterminando, por qué no podemos hacer más?
Cada mañana su grupo se paseaba tetrapléjico ante la más absoluta y cruel verdad; ¿los están exterminando, por qué no podemos hacer más?
Todos se miraban, algunos con sus limpias manos y sus caras secas de
lágrimas, ¿no es acaso esta nuestra razón, morir aquí?
Por fin, una legación del lejano imperio, comenzó a contar, ya se
había sobrepasado la cuota mínima, ya faltaban al menos 30 mil.
Del cielo, dijeron: vendrá la fatal venganza, por lo que este
reyezuelo está haciendo aquí. Todo se volvió un: "alerta, a las
armas"
Pero como todo en política, fue decir para mentir.
Pero como todo en política, fue decir para mentir.
Se cruzaron de honor algunas cartas y una mañana.
- Señores, decía la orden, las Águilas se quedan aquí, pero los
lobos que de noche vayan y protejan lo que vinimos a ver morir.
Se retiran los metálicos collares. Que los perros sean siempre
apátridas, que sus vidas paguen y que nunca más hablen esta lengua bizarra.
Seres ya desconocidos y tan amados en los bosques, polvo en la
tierra y también en las cunetas hermosos girasoles.
Fin
Rafa Marín
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