Asomaba cada noche,
quién será me pregunte.
Tal vez el odio irreductible,
quizás el miedo, no lo sé.
Pero la calles siguen ahí,
con su polvo grisáceo,
con su dolor ajeno.
Me recompongo y río,
nadie ama a los muertos.
Ayer, que ilusión, espejismo;
el reverberar de sol
sobre las arenas de este erial,
un alma sin sentimientos.
Pero la calle sigue ahí,
con su dolor y su silencio.
Rafa Marín
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